En algún edificio de Toulouse, Francia y unas semanas después de que el brote de comienzo de manera casi disimulada, se produce un feroz intercambio de disparos entre miembros de la mafia Marsellesa y el Groupe d’Intervention de la Gendarmerie Nationale, una fuerza que actúa como elite antiterrorista y en ocasiones investiga y arresta a organizaciones criminales.
Apenas sobreviven dos hombres, el líder de este grupo criminal y del lado de la gendarmería, el hombre que lleva años investigándolo y que buscaba encarcelarlo durante toda la vida.
Ambos quedan cara a cara, apuntándose con sus armas y unas intensas ganas de apretar el gatillo, hasta que los mismos hombres que los acompañaban se van levantando mientras gimen y balbucean, escupen sangre y liquido verdoso tirando a negro:
-¡¿Qué diable?!-exclama el líder de la mafia.
15 hombres de la mafia y 23 de las fuerzas especiales se ponen de pie y con un frenesí ruidoso se abalanzan sobre ellos dos, quienes corren hacia una puerta que abren con desesperación y se adentran. Cierran con una llave que estaba puesta allí y sin darse cuenta, debido a que está oscuro, caen por unas escaleras.
El mafioso de nombre Renaud y el policía de nombre Bastian, acaban varios metros lejos de la puerta con sus piernas rotas. Apenas pueden levantarse solo para acabar en el suelo y adoloridos.
Unas horas más tarde, Renaud y Bastian quedan tendidos en el suelo en extremos opuestos. Sin comida ni agua aguardan el final, no sin antes sacar a relucir el deseo de perecer después de su enemigo:
-Dime, policía ¿Qué vas hacer ahora? ¿aun quieres arrestarme? - pregunta Renaud.
-No tengo idea de que está pasando allá afuera, pero sea cual sea la situación tu vendrás conmigo a la jefatura. -responde Bastian con toda autoridad.
-Ustedes sí que tienen falta de visión.
-¿A qué te refieres?
-Vamos, se nota a leguas que son limitados. No ven más allá que las simples misiones otorgadas por el ministerio. ¿Por qué nuestros fallecidos se levantaron porque sí? Está pasando algo raro y tú te preocupas por encarcelarme.
-Supongo que tienes un punto.
-Claro que lo tengo. Haber vivido tantos años de esto ha hecho que vea las cosas de otra manera. Bastian, imagino que todos estos años vigilándome y buscando información sobre mi organización fue suficiente como para tener una visión como la mía.
-Jamás tendría la misma visión que un imbécil que secuestra mujeres y las obliga a prostituirte o vende los órganos de turistas. Eres la mayor basura del mundo respetable.
-Entonces dime, señor honesto ¿Por qué tu gobierno deja operar a más organizaciones como la mía? ¿Por qué permiten que pase el tiempo a pesar de que las pruebas están a la vista y hay funcionarios actuando con nosotros?
Bastian no responde a esas acusaciones y es que lo que dice es completamente cierto. El gobierno francés, en muchas ocasiones, permite que esas organizaciones actúen por conveniencia económica, muchos funcionarios hasta protegen a los lideres de esos grupos y Bastian sabe que eso ocurre más seguido de lo que podría querer.
Las horas pasan y los golpes de aquellos que se han levantado se multiplican. El edificio entero es rodeado:
-Parece que esas cosas no se detendrán. -dice el mafioso.
-Sin comida ni agua. No hay comunicación ni manera de salir. Parece que es nuestro final. -dice el policía.
-¿Y te llamas a ti mismo un policía? Demasiado pesimista.
-O quizás tu eres positivo. No ves la realidad en la que estamos.
-Quizás.
A través de la ventana ven que ya es de noche y siguen golpeando la puerta. La férrea madera no cede, permitiendo un poco más de tiempo para aquellos dos desesperanzados hombres:
-Oye, policía. ¿Tienes esposa? ¿hijos? ¿mascota?
-¿Acaso te importa?
-No realmente pero antes de morir prefiero tener una buena conversación.
-Tengo…o tenía…ya no se…una esposa y tres hijos, dos niños y una niña. Luban de 4, Cissa de 9 y Alan de 13.
-Robert de 9 años. Un rufián bueno para nada en este negocio, pero sus dibujos, que un puto rayo me parte son geniales.
-Creo que hizo lo correcto.
-¿Qué cosa?
-No haber heredado tus dotes para los negocios oscuros.
-Jajaja, estoy seguro que sí y me alegro por ello.
-Jajaja.
-Dime ¿tus niños decidieron que serán de adultos?
-Luban es pequeño aún, pero Cissa me ha dicho que quiere ser panadera y Alan…me admira al punto de que me pidió ser parte de la fuerza cuando terminase los estudios. Supongo que no tuve tu suerte. -sonríe incomodo.
-Hasta yo sé que será una muy mala idea, pero ¿Quién soy yo para opinar al respecto?