Shingen- No puedo dejar que lleves a un ángel al infierno.
MC- ¡Shingen, estás aquí!
De repente, todo se movió rápido. Shingen blandió esa gran y pesada espada contra Kennyo con una fuerza física que desafiaba la velocidad.
Kennyo- ¡No!
Kennyo bloqueó el golpe con su bastón, plantando sus pies y su fuerte cuerpo para detener a Shingen. Pero Shingen volvió a blandir su espada, como si fuese una pluma, aunque el áspero sonido del metal decía lo contrario. Kennyo me soltó; era la única forma en que podía soportar el feroz asalto de Shingen. Tan pronto como lo hizo, me separé de él.
Shingen- Ven, mi ángel.
MC- Estoy justo aquí.
Corrí al lado de Shingen.
Shingen- Mis disculpas por todo lo que has sufrido. No te preocupes. Voy a ponerle fin a esto.
Se paró delante de mí, protegiéndome. Miré la espalda ancha de Shingen, ese cuerpo como un superhéroe con la actitud adecuada.
(Shingen me ha protegido de muchas cosas. Si yo fuera un ángel, usaría cualquier gracia celestial que tuviera para protegerlo ahora.)
Kennyo- Debe ser el destino que nosotros dos luchemos hasta la muerte.
Kennyo quitó la cubierta de su bastón de oración, mostrando una afilada espada en su interior.
(¡Tiene un arma ahí dentro!)
Vi a Kennyo y a Shingen cara a cara, mi corazón latía en mi garganta.
Shingen- Suficiente sobre el destino. Claramente tienes algunos problemas de ira. Te ayudaré a superarlos, por los viejos tiempos.
Kennyo- No más charlas. ¡Peleamos!
(¡Shingen, por favor, ten cuidado!)
Los anillos del bastón de Kennyo sonaron cuando la espada cortó el aire. Su sonido en movimiento era como un aullido sobrenatural. Shingen no se movió mientras la espada de Kennyo buscaba su garganta, desviando el ataque en el último segundo.
Shingen- ¿Cuándo empezaste a llevar una espada ahí dentro? Sé que no es así como te enseñaron a pelear.
Shingen desvió el enfurecido ataque de Kennyo, elegantemente blandiendo esa espada que era casi tan alta como él. Cuando llegó el siguiente golpe, Shingen lo detuvo de nuevo con gran facilidad. Suavemente apartó el arma de Kennyo como si pudiese cepillar un mechón de cabello detrás de mi oreja.
Shingen- ¿Oyes ese zumbido de lamento? Tu báculo está llorando. Tu herramienta de oración se ha convertido en un arma, pero eso no es cierto.
Kennyo- ¡No me sorprende que tu lengua no se detenga en batalla!
Había rencor en su voz cuando Kennyo retrocedió para poner espacio entre ellos. Espacio en el que Shingen deslizó un pie con fluidez...
(¡Whoa!)
En un instante, Shingen golpeó el centro del bastón de Kennyo con suficiente fuerza que la madera casi se dobló. Kennyo gruñó mientras luchaba por aferrarse a su arma y mantenerse en pie. Seguía dejando espacio entre él y Shingen, esquivando hacia atrás mientras se negaba a soltar su bastón.
Shingen- Yo no iría mucho más lejos, Kennyo. Lo único que hay es una pendiente pronunciada y una fuerte caída.
(Es verdad. Hay un acantilado adelante.)
Era casi invisible en la oscuridad, excepto por la ausencia de ese brillo nebuloso donde la luz de las estrellas se reflejaba en el suelo. Impulsado por Shingen, los pies de Kennyo finalmente tocaron el árido acantilado.
Kennyo- Míranos, Shingen. Al borde de un abismo. Este lugar nos sienta bien, ¿no crees?
Kennyo miró hacia atrás. El viento soplaba tan alocadamente como su risa.
Shingen- Si estás insinuando que nos hemos pasado de la raya, bueno, tus bromas siempre fueron un poco sombrías.
Podía escuchar los ecos de miles de viejas conversaciones mientras hablaban, y mi corazón sufría al verlos así.
(Esto parece tan triste.)
Shingen- Un abismo no me asusta ahora. Tengo un ángel y ella me ayudará a volar.
(Metafóricamente, quizás, pero por favor no pongas a prueba esa teoría en la práctica, Shingen.)
Los sombríos ojos de Kennyo me vieron.
Kennyo- Ella es un ángel, ¿dices? Siempre dices tonterías.
Había una nota de calidez en su voz. Frágil, débil y cansada, pero estaba ahí. Aún tenían sus armas, pero ni Shingen ni Kennyo se movieron para atacar ahora.
(Por favor, deja que hablen de esto.)
Shingen- Kennyo, si estás preocupado por el abismo, mi ángel y yo probablemente podamos volar llevando a uno más. No quiero verte caer en el infierno. Dame tu mano. Te subiré.
Kennyo- ...para. No digas nada más.
La cara de Kennyo se retorció de dolor.
Shingen- Ríndete, Kennyo. No te entregaré a Nobunaga. Haré un trato con él para protegerte. Estarás a salvo.
Kennyo- ¡He dicho que no digas nada más! Te he traicionado. Yo ordené los disparos que casi te matan.
Shingen- Lo sé. Hirió a muchos de mis aliados. No lo he olvidado.
Los ojos de Shingen, iluminados por la luna, no podían transmitir su luz a los ojos oscuros de Kennyo.
Shingen- Quiero que vivas y te expíes. Yo te ayudaré, si estás listo... No importa cuánto hayas cambiado, siempre serás mi amigo más querido.
(Incluso después de la traición de Kennyo, Shingen aún quiere recuperar su amistad...)
El viento azotó la túnica de Kennyo. Su voz era un leve murmullo.
Kennyo- Tú y yo perdimos valiosos aliados por Nobunaga. ¿Dónde se bifurcaban nuestros caminos?
Shingen- Eras un hombre muy bueno. Cuando tu dolor se vuelve demasiado, se convierte en ira incontrolable. Un alma gentil como la tuya nunca podría soportar herir a otros. Tuviste que dejar entrar un demonio en tu corazón para poder hacerlo... Pero esa historia se acaba ahora.