Shiraz

Capítulo 1: El nacimiento de una estrella

              Persépolis, Palacio del Sol. Antigua Persia

              —Majestad— El corpulento hombre se puso de pie, la comadrona inspiro, tuvo que correr para llegar al salón del trono— Ha nacido— Le dijo en un suspiro final de decepción, no le hacía falta saber mas, su primer hijo no había sido varón. Aún así había esperado mucho para ese día.

              Iban rápidamente por los pasillos de palacio, Mahvash llevaba casi toda la noche y buena parte de la madrugada de trabajo de parto, así que estaba bastante preocupado, tanto por ella como por el bebe, nadie le perdonaría otro parto fallido.

              Había ascendido al trono de Persépolis a sus 20 años y para entonces ya estaba casado con ella, un matrimonio que no había sido bien visto por su madre, ni por otros miembros de la realeza y el pueblo en general la odiaba, la favorita a reina había sido una princesa de Kisra que había muerto un año después de la boda por neumonía. El pueblo luegoachacó este trágico evento a su reciente boda, así que Mahvash no lo había tenido tan fácil, a veces se compadecía de ella, era frágil, mucho mas que cualquier mujer.

              Justo después de la boda habían tratado por todos los medios de tener hijos, ahora, 10 años después, finalmente lo habían conseguido.

              Llegó a la habitación, Mahvash estaba acostada, a su lado, la cosa más pequeña que hubiera visto en su vida, lentamente se sentó en el borde de la cama, tenía miedo que de hacerlo muy rápido comenzara a llorar

              —¿Estás bien?— Le preguntó casi en un susurro, tenía la frente perlada de sudor y se le veía agitada

              —Después de verla mucho mejor— La reina pasó una mano delicadamente por el negro y espeso cabello de la niña, había merecido la pena toda la odisea anterior. Pero ahora tenía miedo, Ardeshir habías esperado mucho para ser padre, y el primer hijo vivo salido de sus entrañas había sido mujer

              —¿Es niña…?— Volvió a preguntar el Shah, el rey, quería cerciorarse, quería estar seguro de las decisiones que debía tomar a partir de aquel momento 

              Mahvash solo movió la cabeza—¿Has pensado algún nombre?— Preguntó, ella hubiera querido llamarla como su madre, Sahara, pero las reglas eran inflexibles, los nombres eran escogidos por el rey. Así que se resignó a cual sea que fuese el nombre escogido por su marido

              Emir estaba en un rincón de la habitación, nadie podía verlo, pero el intuyó a aquella niña desde el momento exacto de su concepción, una palabras habían surgido a sus labios “Serás madre de naciones, imperios se arrodillarán a tus pies”.

              Sabía que había esperado mucho por aquel heredero, se le veía feliz, por mucho que fuera niña, Ardeshir había visto lo mismo que él en aquella bebe, fuerza. Entonces, cuando vio la luz del sol reflejada en la pequeña cara de la recién nacida susurró aquel nombre a su hermano, Jorshid, “Sol” ella sería un sol iluminando todo Persépolis y él se encargaría de protegerla, quizás así cumpliría por fin cualquiera que fuese aquello que lo ataba a aquel plano terrenal. Quizás gracias a aquella niña podría descansar completamente. Así que la ayudaría a ser reina.

              Pero quizás Emir no sabía que con aquellas palabras había puesto una marca en el destino de la pequeña Jorshid, una marca que le daría poder, pero le quitaría tantas otras cosas

              Ardeshir sonrió. Se giró entonces a la comadrona —Di a Kurosh que lo anuncie, que mi heredera ha nacido, y se llama Jorshid—

              

              Persépolis, 3 años después

              Mahvash corría por todo el jardín detrás de su pequeña hija, Jorshid tenía demasiada energía, muchos le decían que lo mejor era contratar un ama de cría, ella prefería cuidarla personalmente, darle el pecho, mimarla y acurrucarla en su cama en las noches. Se sentía bastante pequeña en aquel palacio como para también dejar que alguien se hiciera cargo de su hija y esta creciera viendo a su madre una vez por semana. Se detuvo un momento dejándose caer sobre el pasto, la niña de 3 años regresó con las manos detrás de la espalda

              —¿Qué traes ahí?— Preguntó la reina con voz dulce

              —Para ti— Le extendió la mano y le ofreció una florecilla silvestre

              Mahvash tomó la flor y besó sus pequeñas manos, la cargó y puso sobre su regazo, la menor le dio un fuerte abrazo. Las dos miraron el cielo

              —¿Qué son?— Jorshid señaló con un dedo hacia arriba

              —Son nubes… ¿lo ves? Forman figuras— Mahvash la volvió a abrazar, estaba feliz, pero su corazón no descansaba tranquilo desde el momento de su nacimiento cuando supo que aquello que había cargado en su vientre por nueve meses había sido una niña. Una niña que tal y como muchas otras debía cumplir con las demandas de los hombres y algún día contraería matrimonio y sería borrada de la historia, olvidada, como si nunca hubiera existido. “Quiera Dios que tu futuro sea diferente al nuestro”— Susurró mientras pasaba una mano por el largo cabello de la niña

              

              3 años más tarde

              —Debes agarrar las riendas con fuerza— Le decía su padre mientras la cargaba y subía en aquella yegua alazana. Ardeshir adoraba pasar tiempo con ella, aunque no disponía de mucho

              —¿Si las agarró con fuerza no le hago daño?

              —No, mi querida hija, no le haces daño, pero si no las aguantas bien sí que puedes hacerte daño tú— Subió entonces al caballo, se colocó detrás de ella— ¿Estás lista?

              La niña miró hacia atrás con su hermosa sonrisa y en sus ojos color miel una chispa divertida, el mismo tono casi ámbar de todos en la familia. Movió la cabeza de forma positiva.

              Le había prometido desde hacía semanas aquel paseo, sus labores como rey se lo habían impedido, pero el nuevo estado de gravidez de Mahvash le impedía un poco hacerse cargo de Jorshid, no quería que la pequeña se sintiera tan sola. Su esposa la había malcriado demasiado y ahora la niña no sabía estar lejos de la madre, pero aquello era lo normal, las hijas solían comportarse así. A veces pensaba que haría el día que contrajera matrimonio, si llevaría a su madre consigo. Aquella era una broma que solía hacerle a Mahvash.




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