Quizá yo lo había inventado, o era un conjunto de casualidades que me hacían pensar eso.
La librería maldita, era el apodo que le había dado a la tienda de libros enfrente del Daiso* y el súper a la que yo y mi familia frecuentábamos los fines de semana, raramente, ese lugar era testigo de cosas que me sucedían tentando a la suerte.
En este tiempo, la había visitado 5 veces desde la primera vez que vine, hace casi dos meses, el tiempo pasaba volando y yo seguía sin aceptar a Japón del todo. Una de esas cosas, era, exactamente, esa librería, donde había sido acosada, regañada, humillada y robada, siempre que pasaba, a la semana siguiente iba con la idea de que eso no pasaría de nuevo… esta vez, ya iba mentalizada para golpear si era necesario y acompañada por Kento que era el único que sabía las anécdotas de la librería.
Ahora iba en la búsqueda de dos libros para colorear y una historia corta para jóvenes, entrenar mi lectura a través de los libros era una buena y mala idea a la vez, sin embargo, Kento me ayudaba a pronunciar las palabras correctamente y enseñaba kanjis que no conocía, había estado subiendo el nivel sobre los libros que compraba, mi meta, era leer un libro especializado en cualquier tema, libros de universitarios.
Hasta ahora llevaba 3 libros gráficos para niños -dónde el texto sólo era en kana- 2 clásicos -el principito y Hamlet- y ahora venía por una o dos novelas juveniles, una de ficción y otra más relajada. Evité el pasillo de romance, como siempre, fui directo al de misterio, dónde trataba de escoger el libro perfecto.
—Eres bastante, oscura— me dijo Kento cuando vio los libros que llevaba, los examinaba para saber si era bueno en referencia a mi nivel de japonés, lo hojeaba del principio y mitad, leyó la contraportada y buscó una reseña en internet, al final, ambos libros pasaron la prueba.
—Perdón que no me guste el romance— respondí rodando los ojos, ahora él buscaba un libro que le llamara la atención, hablábamos en japoinglés, causando que las personas que nos escuchaban voltearan la mirada al cambiar de idioma tan fácil, el cambio era liderado por mí, que de japonés viajaba al inglés en cuestión de segundos, Kento me lo había pedido el primer día, ya que quería entrenar su oído y que su cerebro cambiara de idioma con rapidez. Todavía le fallaba un poco, pero en todo este tiempo había mejorado notablemente.
Pagamos y salimos de la tienda, no podía con mi sorpresa, no había pasado nada esta vez, quizá todo lo que me debía pasar ya estaba, sonreí un poco, pero, justo cuando íbamos a salir, una tormenta nos alcanzó, retumbó el lugar con un trueno que hizo que algunos presentes gritaran, mi sonrisa se borró, dando paso a un bufido —me lleva la…— Kento acariciaba mi espalda, no habíamos ido en auto ya que queríamos caminar un poco, mala decisión, pésima decisión. Todos hablaban sobre qué harían, yo mientras me fui al área de libros reflexivos, eran el último estante, Kento me siguió.
—¿Qué haces? —preguntó cuando me vio mirando al piso.
—Esto tardará un rato, quiero esperar sentada— dije mientras me dejaba caer en el piso y me recargaba en la pared, él no se movió, di unos golpecitos a lado mío —hay mucho piso, sírvete.
Dudando un poco, se fue sentando hasta que quedó igual que yo, saqué de la bolsa un libro, tenía que matar el tiempo, leer era la mejor manera, así, ni siquiera me daría cuenta del paso de los minutos, Kento se acercó más a mí, su trabajo era ayudarme después de todo. Comencé a leer en voz alta, lo suficiente para que el chico a lado mío no tuviera problema en escucharme a través de toda esa lluvia y truenos -y uno que otro grito de las mujeres que se encontraban en la tienda-.
La sombra de alguien nos hizo cortar la lectura y levantar la mirada —oh, mierda— dije mientras mi rostro mostraba una especie de cansancio. Unos ojos burlescos me miraban desde arriba, su cabello estaba sin peinar y vestía casual, muy casual, odiaba a ese hombre, solo lo veía unas cuantas horas a la semana y ya lo odiaba.
—¿Profesor Akiyama? —preguntó Kento distraído, el profesor dejó de mirarme y centró sus orbes en los de mi hermano, quien parecía, además de distraído, un poco nervioso, le tomé la mano para calmarlo.
—Yamashita Kento ¿no es así? —el nombrado asintió mientras, torpemente, se inclinaba al hombre que nos tapaba la entrada de luz —¿cómo se conocen ustedes? —dijo sonriendo un poco.
—que le valga— contesté antes de que Kento lo hiciera, él por su parte, me golpeo el hombro ligeramente, no me quejé, el rostro del profesor mostraba burla de nuevo, había decidido que no me gustaba esa mirada. Akiyama-san se inclinó hacia mi rostro, examinando cada gesto de él, un extraño sentimiento se instaló en mi sistema, pero, ni mi rostro ni mi postura cambiaron. Duró apenas unos segundos y se separó de mí con un suspiro, —¿qué cree que hace? —dije al ver como se acomodaba a mi lado libre, se recargó en la pared antes de verme y responder:
—Escucharé la historia, no hay nada más que pueda hacer ahora— respondió, me miró y agregó: —prometo no molestar…mucho— bufé, volví mi vista al libro y seguí leyendo, mientras Kento me ayudaba.
…
Volvimos a casa casi sin mojarnos, la lluvia había bajado y no tenía pinta de que fuera a parar, así que, convencí a Kento de que aprovecháramos que ya no era una tempestad para lograr nuestro camino a casa más a salvo, me había tomado tiempo, al parecer los japoneses se derretían con el agua o algo así.
—Kento, si esperamos a que se detenga jamás llegaremos a casa. —expuse tratando de que comprendiera, él miraba afuera y luego a mí —No pasa nada, es agua no ácido radioactivo.
Parados frente a la puerta del local, esperamos un buen momento para salir, cuando lo fue ambos pusimos un pie en la alfombra haciendo que la puerta se abriera, sin embargo, antes de salir, un jalón de mi brazo me hizo regresar a tropezones, choqué contra algo, desubicada busqué al causante, mirando primero a Kento, pero al ver que se encontraba confundido, elevé la mirada un poco encontrándome con Akiyama-sensei.