Shoganai

Capítulo 7. Paguen el psicólogo.

 

Nadie sabía sobre que Alex y yo daríamos clase de inglés. Era un pacto que teníamos, además, estábamos seguros que los profesores no se lo dirían a los estudiantes, sería vergonzoso, confiábamos ciegamente en los mayores, de verdad lo hacíamos.

Era viernes, la primera clase sería hoy, las clases pasaban como normalmente lo hacían, pero, había notado algo importante, los profesores no dejaban de verme, aun cuando tenía la vista en mis apuntes podía sentir sus ojos sobre mí, suspiré, háganlo más obvio.

Para la comida, Alex y yo hablábamos como normalmente lo hacíamos, evitando lo que haríamos hoy, se quejó sobre el profesor Yamada quien les había puesto un examen sorpresa, yo no mencioné nada, simplemente me burlé de él. Terminamos nuestros platos y caminamos un poco por los pasillos, Aina y Tomoya venían con nosotros hablando o más bien peleado sobre el profesor Akiyama.

—¡Es un idiota, Aina! —dijo Tomo a mi amiga, asentí de acuerdo.

—Es un idiota, Aina— dije calmada, ella abrió los ojos en mi dirección, parecía muy sorprendida.

—¡¿Eh?!— exclamó y se puso frente a mí deteniendo mi caminada —¡¿cómo puedes decir eso?! ¡Él te salvó el otro día! —puse los ojos en blanco, era verdad, pero aun así lo seguía odiando.

—Es su deber como profesor— respondí encogiéndome de hombros con un tono que señalaba la obviedad del asunto —En serio, ¿qué le ven? —pregunté mientras la rodeaba para seguir con mi camino, escuché a la chica bufar y a los chicos reír bajito.

No había olvidado que el profesor me había ayudado, pero, como ya dije, es su obligación, sin embargo, recordé cuando me lo encontré en la librería la semana pasada, como no había sido tan molesto y nos había ayudado a Kento y a mí a regresar a salvo a casa, él no tenía porque hacerlo, entonces, mi mente revivió cuando hablamos en la tienda de mascotas el día siguiente, cómo no le había respondido mal, cómo él no se comportó como un imbécil. Inclusive me había hecho sentir cómoda, después de todo, hablábamos de un libro que deseaba, había sentido un calor en mi pecho, estaba feliz y él, mirándome tan atento a cada palabra.

Pero eso no cambiaba mi forma de verlo, era un idiota que se creía el mejor y no me gustaba su personalidad, me caía mal, podría incluso decirse que lo odiaba.

Aina, Tomo y yo regresamos al aula, aun seguían peleando sobre el profesor, pero decidí ya no meterme, Aina estaba enojada conmigo, así que no movería nada hasta que se le pasara, que posiblemente sería mañana, pero como no la vería me enteraría el lunes. Sakura notó el distanciamiento, yo sólo le negué con la cabeza, el profesor entró al salón, todas las chicas hicieron un ruido, pude notar que Aina no lo hizo, nos levantamos y saludamos para volver a tomar asiento.

Inmediatamente comenzó la clase, saqué mis apuntes para hacer nuevos y, al igual que había pasado con los demás profesores, sentía una mirada sobre mí, suspiré, pero continué resolviendo el ejercicio. La clase pasó entre trabajos y miradas penetrantes, era el único que la intensidad de su mirada me ponía nerviosa, los demás profesores me miraban más débilmente, pero él, por los dioses, quería hacer un hoyo en mi cabeza.

Al terminar la clase me sentí aliviada, Aina se acercó junto a las demás chicas que siempre “ayudaban” a recoger los materiales del profesor, entre comillas gigantes, no le ayudaban en nada, solo estaban para molestar, Aina no hablaba, simplemente se acercaba para escuchar todo, escucharlo a él. En cuanto la chica se paró de su asiento para ir directo al escritorio, Sakura y Kyosuke se acercaron a mí.

—¿Qué sucedió? —preguntó la chica colocando su mechón de cabello detrás de la oreja, solté un suspiro.

—Está molesta conmigo porque le dije que Akiyama es un imbécil— respondí, ambos chicos abrieron la boca sorprendidos, les expliqué todo lo que le había dicho, parecían comprenderme, pero de igual manera me regañaron por decirle eso.

—¡Adiós, Akiyama-sensei! —gritaron las chicas cuando el profesor traspasó la puerta, recargué mi cabeza en mi mano mientras negaba, poniéndose en vergüenza solitas. Un escalofrío recorrió mi espalda, inmediatamente me erguí en mi lugar, dirigí mi mirada al lado opuesto del aula, donde estaba el pasillo y lo vi, seguía mirándome, le fulminé con la mirada y lo siguiente no me lo esperaba… me sonrió.

Me sonrió amable. No era una sonrisa burlesca como solía dedicármela, tampoco era una sonrisa malvada, no, era amigable. Mi rostro mostró sorpresa, pero de inmediato lo eliminé, quedándome completamente en blanco, no separé mi mirada de él hasta que desapareció, regresé mi mirada a mi escritorio.

¿Qué diablos?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.