Shoganai

Capítulo 10. Sustos… ¿Qué dan gusto?

Mil y un preguntas, cero respuestas. No les hablé, no les expliqué lo que había pasado, la insistencia de la profesora la ponía cada vez más nerviosa, pero yo me reservé calmada, el hombre del cabello castaño no dijo nada.

Ambos habían hecho esa mirada de susto al verme cuando una luz más potente pudo iluminarme de pies a cabeza, no sabía cómo lucía exactamente, pero podía darme una idea por la mirada de los mayores hacia mí.

Me subieron al auto y manejaron lejos del centro, hablaban entre ellos mientras tanto yo luchaba contra el sueño que me iba consumiendo. Cerré los ojos en un semáforo en rojo, estoy exhausta, los sillones son cómodos y la música de fondo me arrullaba, una pequeña siesta, me dije acomodándome mejor.

Cuando volví a abrir los ojos, ya no estaba en el auto, estaba en una base más acolchonada y tenía algo encima de mi cuerpo, no me levanté de inmediato, no me espanté, sabía perfectamente donde me encontraba -más bien una idea, sabía que estaba en una habitación ajena, más no sé de quién- y quienes lo habían hecho, relajada volví a cerrar los ojos, pero, una vez despierta es imposible que vuelva a dormir, así que me quedé ahí, acostada con los ojos cerrados. Me volteé completa para ver el techo, estiré mis brazos y ladeé la cabeza buscando mi celular, al no tener vista del aparato dejé salir un suspiro, quizá después de todo tenía que levantarme.

El cielo estaba oscuro, me preocupé, papá, mamá y Kento estarán preocupados por que no he llamado, ni nada. Encontrar mi celular era esencial después de todo.

Abrí la puerta de la habitación, noté que estaba silencioso, ¿qué hora es?, ¿están dormidos?, inhalé y exhalé, tranquila Eider, me dije a mí misma mientras caminaba por el pasillo, bajé las escaleras de puntillas y al llegar al último me di cuenta de que estaba sola, mordí mi labio inferior, escaneé la sala en donde encontré mi mochila, sin embargo, no había ningún rastro de mi celular, caminé un poco más hasta encontrar la cocina, estaba la luz prendida así que no era problema, entonces lo vi, estaba sobre la isla con una sonrisa ladeada fui por él.

—¿Qué rayos? —Susurré al ver que no había nada en la pantalla de inicio, nada de mensajes, nada de llamadas, me pregunté que había pasado. 21:00 era la hora que marcaba el reloj de mi celular, era tarde.

Tomé la libertad de sentarme en unos de los bancos que estaban ahí, dándole la espalda al comedor, entre al registro de llamadas y encontré la respuesta, a las 19:45 mamá había llamado, el símbolo decía que había contestado, por lo que no tardé en unir los puntos, la profesora Kamenashi o el profesor Akiyama había contestado por mí, seguramente le explicó lo que había pasado por lo cual no hay llamadas.

Escuché una risa, seguido de la puerta abriéndose, no me voltee, seguí revisando mi celular. —Eider-san— la voz melosa de la profesora me hizo regresar, giré sobre el banco para verla ahí parada a lado de la mesa, a su lado, el profesor Akiyama ponía unas bolsas sobre la base de cristal, esperé a que dijera algo más. —¿Te encuentras mejor? —asentí — ¿Te duele algo? —lo pensé, moví todo y volví a asentir. —¿Qué es? —parecía nerviosa de que no dijera una palabra, señalé mi vientre.

La mirada de ambos se transformó en miedo, claro que el hombre lo hacía un poco menos notable, pero, sabía de miradas, sabía como leer personas, Akiyama estaba furioso y lleno de miedo por como me veía, mientras que su compañera estaba solamente asustada por la situación. —¿Crees que podrías enseñármela? Para poder tratarla— asentí, parecía una especie de deja-vú. —Akiyama-san, ¿podría dejarme a solas con ella? —él asintió y se fue.

Elevé mi blusa lo suficiente para que la profesora lo viera, un grito asustado llegó a mis oídos, sus manos se posaron con cuidado en mi zona afectada, aproveché para echar un vistazo también, el moretón de la pelea escolar seguía ahí, ya no estaba tan oscuro, había disminuido y seguía morado, sin embargo, estaba rojo la parte de mis costillas por el reciente golpe en ellas.

—Mierda— susurré apenas audible, aun así, la profesora alcanzó a oírme pues estaba muy cerca de mi y salió de su trance.

—Eh, esto se ve muy mal, quizá el profesor Akiyama deba revisarte— me dijo apenada, elevé una ceja —él tomó un curso de medicina básica, ¿te importaría…? — dejé salir un suspiro y negué, ella fue corriendo por el profesor en lo que yo bajaba mi blusa, mi celular vibró.

Alex babas

¿Cómo estás?

Fui a tu casa, pero Kento me dijo que no estabas

Me contó lo que pasó



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En el texto hay: amor prohibido, japon, alumna y profesor

Editado: 15.07.2020

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