Akiyama Kaito
Era muy tarde cuando la reunión con los compañeros terminó, habían decidido juntarse para platicar sobre las clases de inglés que impartían nuestros alumnos extranjeros, todos mencionaban lo entretenidas que habían sido y que esperaban mucho de ellos.
—Alex-san es muy divertido, la forma en la que enseña es interesante, aunque me da miedo— dice Hayashi-san bebiendo de su café. Yamada-san también asintió a lo dicho por su compañero, no había olvidado lo que la chica les había dicho respecto al examen sorpresa, debo admitir que me burlé un poco.
Al finalizar Nanami decidió acompañarme al estacionamiento, le ofrecí llevarla ignorando completamente la manera en la que me miraba y la manera en la que se comportaba cuando estaba conmigo, sabía por medio de los alumnos y mis compañeros que ella tenía una especie de interés en mí, tampoco era como que Nanami lo ocultaba muy bien, pero, decidía mejor no mover nada, nada más allá de lo decente como ofrecerle llevarla a casa.
Caminamos hablando sobre el trabajo y alguna que otra cosa aparte, yo no la miraba directamente porque sabía que se ponía nerviosa, estábamos más cerca cuando algo captó mi atención. En una calle oscura había dos hombres peleando con una chica, ella parecía apañárselas bien golpeándolos, sin embargo, se me heló la sangre cuando vi a uno de los matones sacar algo brillante de su bolsillo, Nanami también se dio cuenta así que corrimos a la escena, no queríamos que eso terminara mal.
Aceleré mis pasos cuando vi al hombre más cerca de la chica, elevó los brazos y lo detuve ahí paralizándolo, estaba a punto de darle una patada en la parte trasera de las rodillas cuando él soltó un grito de dolor, se encogió, lo solté, dos golpes más llegaron a su cuerpo para después quedar tendido en el piso llorando, miré la escena con un poco de sorpresa, había pasado muy rápido. Elevé la mirada para ver a la chica, me quedé inmóvil, incapaz de hacer o decir algo, Eider estaba de pie ahí, con la cara magullada y con sangre, pero al parecer eso no le impedía sonreír con burla mientras mi acompañante gritaba de terror.
—Hola, Kamenashi-sensei, Akiyama-sensei.
Ella se negó a ser ayudada por nosotros, la insistencia de Nanami la hizo ceder sin más con la condición de que ella caminaría por su propio pie, era tan testaruda que de puro milagro seguía viva. La conducimos a mi auto, ella subió en la parte trasera de inmediato, después de todo ya había viajado en él, la profesora y yo subimos al asiento del piloto y copiloto.
Durante el viaje no mencionamos mucho, iba checando a la adolescente por el retrovisor, ella miraba hacia afuera, pero sus ojos poco a poco se iban cerrando, fue en un semáforo que no pudo luchar más y durmió, traté de no manejar tan brusco para que no golpeara su cabeza contra el vidrio, me di cuenta que no había preguntado a dónde la llevaríamos, simplemente seguí mi camino a casa, cuando sabía dónde vivía ella, cuando sabía dónde vivía Nanami.
De alguna forma no quería llevarla a casa en ese estado, no quería que la vieran así y estaba seguro de que Eider tampoco quería que su familia la viera así, ¿por qué entonces no manejé a casa de Nanami-san? Quizá por la cercanía, mi casa quedaba más cerca de donde nos encontrábamos.
Llegando a nuestro destino Nanami fue la primera en bajar, desaté el cinturón y miré a Eider a través del retrovisor, no quería despertarla, después de todo, estaba exhausta, yo sólo había visto una parte de la pelea, quizá había durado más porque eran dos hombres. Dejé salir un suspiro y bajé del auto, abrí la puerta de la que la chica estaba recargada, en cuando abrí, el cuerpo de Eider se vino con ella, afortunadamente había sido rápido y la tomé en mis brazos, cerré la puerta, Nanami miró a la chica preocupada.
—Deberías ponerla en la cama y limpiarle las heridas, cuando despierte darle una pastilla para el dolor— dijo para después caminar, la tomé del brazo.
—Quédate— alcancé a decir —No es como que no conoces mi casa, posiblemente ella se sienta mejor si hay otra mujer— dije seriamente, no quería que malinterpretara las cosas, Nanami me miró con un sentimiento que no pude identificar y asintió.
—De acuerdo, quizá debamos ir a buscar algo de comida para cuando despierte, si tu casa sigue igual que la última vez no tendrás nada en las alacenas— asentí.
—Quédate en la entrada en lo que la voy y dejo.
Abrí la puerta, subí las escaleras, abrí la puerta de mi habitación y la dejé en la cama con cuidado. El rostro de Luján estaba hinchado y con manchas de sangre, abrí un cajón donde guardaba una especie de primeros auxilios. Mojé un poco de algodón con alcohol para desinfectarle las heridas, ella se removió ante el contacto, pero no se despertó, proseguí después a limpiarle la cara con una toalla húmeda, pensé que había terminado, pero, ella se removió de nuevo adoptando una pose de lado y lo vi, en su nuca chorreaba poca sangre, pero había mucha más seca, me enfurecí de solo pensar en qué le habían hecho para ocasionar eso.