Conforme más pasaban los días y visitábamos lugares, más me enamoraba Kanagawa, es una ciudad costera, el calor estaba más concentrado que en Saitama, pero, la brisa era lo que hacía que no se sintiera, había miles de cosas que hacer aquí, o tal vez eran las vacaciones que hacía que se viera así, a final de cuentas, Saitama también tenía mucho para ver, pero las actividades de la escuela hacía que no pudiera recorrerla completamente.
Hoy era 24 de julio y al parecer habría un festival de fuegos artificiales, teníamos planeado ir a verlo, así que preparamos todo para pasar el día entero en la calle, escogí los tenis más cómodos que llevaba, que eran unos blancos y me puse un short y una playera que me quedaba grande, en mi mochila metí un suéter, pues en las noches se ponía el clima helado. Mamá estaba en el baño maquillándose mientras yo estaba frente al espejo completo peinándome, ya había pensado en cortarme el cabello, pues me desesperaba el durar mucho tiempo desenredando y peinándolo.
Una vez, por fin, pude hacerme el peinado que quería me recosté en la cama un rato y cerré los ojos, afortunadamente no me había enfermado, nada de tos, nada de nariz mocosa, me sentía perfecta, sin embargo, Kento si le había dado un pequeño resfriado, le presumí que yo tenía mejores defensas que él mientras le pasaba los pañuelos desechables. Sentí unos golpecitos en mi pierna, abrí un ojo y me encontré a mamá sonriéndome, solté un suspiro y me levanté, tomé mis pertenencias y salí detrás de la mujer.
—¿Qué vamos a comer? —preguntó Kento mirando el paisaje a través de la ventana del auto, rodé los ojos.
—Acabamos de desayunar, no la chingues. —dije mirándolo, papá achicó los ojos burlesco, mamá lanzó una risa pequeña y Kento me dio un zape en la cabeza, las calles estaban abarrotadas de gente, y ya había desviaciones, parecía que todos esperaban esta celebración, aunque no sé exactamente que se celebraba, pero una emoción crecía en mi interior con cada hora que pasaba, sería la primera experiencia de este tipo para mí en Japón después de casi 6 meses en el país del sol naciente. Papá estacionó el auto y nos apuramos a bajar, había muchas personas yendo y viniendo en diferentes direcciones, inclusive se veían a algunas chicas en las tiendas de yukatas, sentí un codazo en mi costilla derecha.
—Imbécil, te recuerdo que sigo golpeada— me quejé encogiéndome, no había sido tan fuerte, pero me gustaba asustar a Kento con eso, el nombrado rápidamente se disculpó mientras me abrazaba, rodé los ojos. —Ya quítate.
—Que amorosa— alargó mientras se alejaba de mí, las personas que caminaban a nuestro lado se nos quedaron mirando, pero como ya estábamos acostumbrados no hicimos nada. Kento tomó mi muñeca y comenzó a caminar siguiendo a nuestros padres, —¿piensas ponerte un yukata?
—No pienso morir de un golpe de calor, aun no vivo el invierno en su máximo esplendor aquí— respondí, escuché la risa de Kento y solo me quedó reírme también.
…
Papá dijo que quería comer hamburguesas americanas, yo le hice segunda de inmediato, quería algo con mucha grasa, que me ocasionara colesterol alto y me tapara una arteria… okey, no tan literal, pero el punto es ese, así que fuimos en busca de un McDonald’s para esa misión. Siguiendo el camino marcado por Google Maps terminamos en una calle de tiendas grandes, se lograba distinguir el logo de McDonald’s desde dónde estábamos, así que apresuramos el paso al restaurante.
—¿En serio te vas a comer eso? —preguntó mamá mirando mi menú. Había pedido un combo de dos hamburguesas grandes con carne doble y tocino-por que amo el tocino- que aparte venía con sus papas y refresco grande. A mi vista no era nada del otro mundo, no se me hacía una hamburguesa grande, era más como mediana. Asentí ante la pregunta de mamá. —¿Estarás bien?
—Sí— dije mientras abría la tapa de una de las hamburguesas para ponerle papas y en seguida más cátsup, la mirada de los 3 miembros de la familia estaban en lo que estaba haciendo, parecía que nadie había pensado en ponerle papas a la hamburguesa; le di un mordisco y sonreí, esa era la grasa que tanto estaba extrañando. No es que me hubiera hartado de la comida japonesa, pero, era muy sana para mí, el katsudon* era lo único que mamá me reclamaba por ser muy grasiento, pero ahora, viéndome comer dos hamburguesas grandes, su cara mostraba preocupación y reproche.
Al estar sentados a lado de la ventana podía ver a las personas pasar, era uno de mis hobbies favoritos, observarlos y tratar de averiguar su historia. Lo hacía desde que estaba en segundo de secundaria, mamá y papá en ese tiempo trabajaban casi todo el día, ella como maestra de universidad de tiempo completo y papá como secretario de economía, recuerdo que en verano, justo antes de pasar a segundo año me regalaron un libro, era uno de los tantos de Sherlock Holmes, recuerdo fruncir el ceño y preguntarme por qué me lo habían regalado, en ese tiempo no me gustaba leer libros, solo fanfics y al ver un libro de un volumen poderoso automáticamente decidí que no lo leería.