Shoganai

Capítulo 18. Eider es el otoño.

Alex Jones

La mitad del mes de septiembre pasó volando, nadie lo notó hasta que se anunció el festival de tsukimi, que consiste en mirar la Luna llena el primer día -o uno de los primeros días- de otoño. Invité a Eider a pasar el rato, pero ella negó diciendo que lo haría con su familia, al encontrarme con ellos en el parque ella no había ido y su padre nos explicó que no había querido asistir porque se sentía mal.

Estaba bastante preocupado. Cuando el otoño llegó a Japón y todo se puso más frío y seco, Eider lo hizo también.

No sabía lo que había pasado, pero debía ser serio, pero tampoco conocía a Eider, no pasaba tiempo con ella en México, yo la miraba como alguien fría y distante, se notaba en sus facciones llenas de seriedad y nada de sentimiento, pero sentía que eso sólo era por fuera y que por dentro era muy agradable. Tenía curiosidad de ella y si bien no quería saberlo todo de su persona, quería conocerla en verdad. Quizá Japón la había cambiado, quizá porque aquí nadie la conoce, o quizá no lo había hecho y sólo lo imaginaba porque me hablaba.

Aunque, pensándolo bien, la había visto en uno de sus ataques de ansiedad, había visto sus heridas las dos veces que se peleó y su arrebato de furia con los amigos de Kento, entonces, estaba seguro de que la chica de cabello castaño y bonitos ojos verdes escondía cosas, pequeñas o grandes, y estaba seguro que esta era una de ellas.

No la iba a abordar con preguntas, no la quería incomodar, por más que tuviera curiosidad, debía esperar a que me lo contara eso si yo tenía suerte y confiaba en mí, lo cual deseo,  pero, por ahora solo me dedicaba a verla, más fría y distante en las interacciones, no sólo conmigo, sino también con sus amigos y suponía que los profesores también se habían dado cuenta, pues en la clase de hoy me habían preguntado si algo le había pasado a la chica.

—No lo sé— respondí sinceramente encogiéndome de hombros a los alumnos de Eider —¿Por qué lo dicen? —dije haciéndome el curioso, bueno, si estaba curioso.

—Bueno, ella siempre se burla de nosotros y no ha sonreído ni una vez desde que comenzó el otoño.

Asentí y respondí que estaba bien y era el clima lo que la ponía así, ellos parecieron no muy convencidos, pero al final me agradecieron y se fueron, recogí mis cosas y salí del aula, posteriormente del edificio y ahí estaba la chica esperándome con una bufanda y gorro que le regalé, le sonreí, pero no me correspondió. —¿Qué te parece una bebida caliente en la cafetería de siempre? —pregunté a su lado y sentí que ella quiso sonreír, sin embargo, no lo hizo.

—Estaba pensando en eso— me respondió seria, como en la última semana, asentí y levanté mi brazo como señal para que comenzara a caminar y así lo hizo, el camino fue silencioso y por lo menos para mí, incómodo, no me gustaba el silencio, así que tararee en el camino una canción que vino a mi mente, pisaba las hojas secas y de vez en cuando jugaba a no pisar las líneas.

Cuando llegamos al café vimos que ya estaba decorado con cosas de Halloween, y es que octubre llegó de golpe, estábamos a 14 de dicho mes y a pesar de que Japón tiene festividades, les daban más peso a las extranjeras, como el Halloween. El chico que raramente se encontraba cuando nosotros íbamos, nos sonrío, como siempre, al haber un café especial decidí probarlo, sin embargo, Eider pidió un chocolate caliente y un pedazo de pastel de chocolate, nos fuimos a sentar en una de las mesas cerca de la ventana y de nuevo me inundaron las dudas.

El ver a la chica de cabello castaño y ojos verdes mirando hacia afuera del local le hacía preguntarse una y otra vez qué diablos había pasado, antes hablabamos sobre las clases, cómo nos había ido con los profesores y cuantas veces Eider había hecho bullying a estos mismos, ahora estabamos callados, ella con el rostro inmutable y yo con, posiblemente, uno de tristeza. Aun así, seguía firme con mi decisión de no preguntar.

—Sus ordenes —nos sacó de nuestros pensamientos la voz del chico de antes, nos sirvió a cada uno nuestro pedido, ambos agradecimos sin ganas, pero automáticamente lo miré y le dediqué una sonrisa, cuando él se retiró comenzamos a comer.

—Eider… —comencé —estás muy callada, más que de costumbre, me pones nervioso— dije en un intento de iniciar una conversación, ella me miró, se llevó la cuchara con un pedazo de pastel a la boca, suspiré.

—lo siento, Alex— respondió —es sólo que me siento presionada.

—¿Golpeaste a alguien de nuevo? —escuché una risa, muy, muy bajito, pero fue suficiente para mí. La de ojos verdes negó.

—Me hubiera encantado, pero no puedo. —Incliné la cabeza a la izquierda, curioso.

—¿Puedo preguntar por qué?

—Está en otro país y ya no me preguntes más— pidió, dejé salir un suspiro cansado y asentí, viviría con la pregunta hasta que ella me lo confesara.

Caminamos juntos hasta la calle en la que nos separábamos, ella se despidió y yo hice lo mismo y comencé a caminar, hasta que la voz de Eider me detuvo.

—Alex, necesito decirte algo— volteé a verla curioso, sin embargo, la chica me hizo una seña para que la siguiera y así lo hice, supe a dónde íbamos cuando estuvimos cerca de su casa y se desvió a la izquierda, sólo había dos cosas dando vuelta a la izquierda: el conbini y el parque, si Eider me iba a decir algo obviamente iríamos al parque.

Compramos unas bebidas y dulces en la tienda, ella había comprado dos leches chocolatadas, una para el camino y otra para cuando estuviéramos ahí, mientras yo compré un té helado, ya había oscurecido desde hace rato, el aire se tornó helado y las luces de los autos se mezclaban con los de los edificios. Cuando vi árboles supe que estábamos cerca, pues en esta área, los únicos árboles eran los del parque, se podían ver algunas personas paseando y muchas otras yéndose a su casa por la hora y el día, pues era todavía entre semana y eran cerca de las 9 de la noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.