Bueno, al final si me quedé en casa de Himura-sensei, mi familia no puso ningún pero al estar Alex conmigo, sólo se encargaron de que el profesor me pusiera en la misma habitación que el rubio y todo estuvo bien. Básicamente me hice cargo de los mayores, pues iban sin llenadera tomando las cervezas, afortunadamente nadie vomitó, pero todos se quedaban a mitad del pasillo dormidos, la casa del profesor tenía 4 habitaciones más, los dejé los chicos con los chicos y las chicas con las chicas en una habitación con un futón gigante, al ser más los hombres, se llevaron dos habitaciones mientras que las mujeres solo una, en la otra dormimos Alex y yo solos.
Sin embargo.
No sé en qué momento de la noche el profesor Akiyama entró.
Recordaba haber estado quedándome dormida mientras abrazaba a Alex y viceversa, pero, en la mañana que desperté estaba cómodamente entre los brazos del profesor, su colonia me inundó por completo y por alguna razón, en vez de separarme como siempre lo hacía me quedé ahí, disfrutando, siendo consciente de su aliento -todavía de borracho- golpeando mi cara, sus ojos cerrados con las ojeras decorándolos, su nariz tocando mi frente y sus manos grandes aferrándose a mi cintura, sonreí un poco ahora sí sin evitarlo. Alex se colocó detrás de la figura del profesor, me dedicó una sonrisa y levantó el pulgar, reí un poco y volví mis ojos al adulto.
—Disfruta, Eider, yo me encargo de que nadie los encuentre así— me susurró Alex para no despertar a Akiyama-sensei, le volví a sonreír y formulé un gracias, me acomodé mejor y cerré los ojos, dispuesta a entregarme por esta vez.
Para la segunda vez que desperté, seguía en la misma posición, sólo que ahora él estaba despierto y me miraba con asombro y ternura, le sonreí un poco, eso pareció tomarlo por sorpresa, pero después de unos pocos segundos también me sonrió, subió su mano de mi cintura a mi cabello y comenzó a acariciarlo, no podía negar que me encantaba ese gesto, no importaba quién lo hiciera, había descubierto que me gustaba que me acariciaran el cabello. Sin embargo, esto me ponía en una posición en la que debatía constantemente con mi ética -era la primera vez que me importaba la ética- ¿por qué?, no lo sabía. —Eider— su voz era un murmullo suave, contesté con un sonido —Tengamos una cita— dijo, abrí un poco más los ojos sorprendida, ¿una cita?, el nerviosismo se instaló en mi sistema, él seguía mirándome de la misma forma y seguía acariciándome el cabello, paciente, esperando mi respuesta.
Es una salida Eider, vamos.
Tragué saliva y sin poder encontrar las palabras comencé a asentir, pude ver en su rostro que le invadió la sorpresa, sus ojos se iluminaron y una sonrisa grande comenzó a formarse en sus labios, me acercó más a él abrazándome, sí, no había nada de qué preocuparse.
…
Alex y yo habíamos preparado el desayuno junto a un jugo de naranja y medicamento que habíamos comprado en la farmacia de la esquina, ya nos hacíamos una idea de que tendrían un dolor que no aguantarían ni su propia alma y si era necesario inyectarles el jugo y la pastilla porque no quisieran tomársela lo haríamos -incluso había comprado una aguja para sembrar terror- lo cual funcionó y poco después todos se distribuyeron en coches para irse a su casa. Obviamente el profesor Akiyama nos tomó a mí y Alex, era todo lo que quería, pero la insistencia de la profesora Kamenashi me hizo aceptarla con tal de que se callara, entonces, el rubio y yo íbamos en la parte de atrás y la profesora adelante, ella intentaba platicar con Akiyama-san, pero este no le hacía mucho caso.
—Oye, Kaito, ¿por qué no salimos hoy? Hay un clima excelente— el chico aun vestido de diablo y yo intercambiamos miradas divertidas le bajé el volumen a la música que tenía en el celular, pues estábamos compartiendo audífonos, para que ambos escucháramos como el hombre le rechazaba. El que conducía soltó un suspiro, como si estuviera cansado de la pregunta.
—No puedo Kamenashi-san —uy, ¿era normal que la llamara por su apellido y no su nombre? Es decir, se conocían desde ya hace tiempo, se pueden considerar amigos, y los amigos se llaman por su nombre. Al parecer eso le pegó a la mujer, pues al instante sus ojos llenos de ilusión se apagaron en decepción, la sonrisa que tenía se borró y dejó de mirar al hombre para ver el camino frente a ella, Alex y yo volvimos a intercambiar miradas disimuladas, pues no debían enterarse que estábamos escuchando.
—¿Por qué? —Ahora la voz de la profesora era seria —No hay trabajo Kaito.
—Para ti— respondió dando vuelta a la derecha —que tú hayas terminado tus trabajos no quiere decir que yo también, tengo cosas pendientes— ouch. Yo sabía que eso había sido demasiado, se notaba que Kamenashi-sensei era una persona sentimental, sentía que en cualquier momento se soltaría a llorar, pero se contuvo, yo lo sé, porque el resto del camino se la pasó mirando a su ventana y no le dirigió la palabra al hombre. Cuando llegamos a un edificio de departamentos, la profesora se bajó y amablemente se despidió de Alex quién le correspondió, en cuanto a mí, ella no me dijo nada así que yo tampoco.
Mientras el rubio salía del auto para irse en el asiento del copiloto, pude ver cómo un hombre se acercó a la profesora y le abrazó, creo que la fuerza de ella duró hasta ese momento, sus hombros subían y bajaban velozmente, por lo que podía decir que estaba llorando, el hombre le abrazó y miró directo al auto, Alex se subió, se puso el cinturón y el auto comenzó a andar, mi mirada se cruzó con la del hermano de la profesora – era muy obvio, se parecían demasiado- y no la separé hasta que ya no lo tuve enfrente.
Cuando dejamos a Alex en su casa nos sonrió y dijo que no nos pasáramos de listos y si necesitábamos que nos cubriera contábamos con él, básicamente, Alex se había convertido en nuestro confidente y ambos estábamos agradecidos -más el profesor que yo- por lo que agradecimos la propuesta y me monté en el asiento del copiloto para comenzar el viaje que me esperaba.