Shoganai

Capítulo 32. Enamorarse

Akiyama Kaito

Como un hombre de 32 años, por supuesto que he pasado por el enamoramiento, he tenido parejas antes y conozco los efectos de que alguien te guste; las mariposas en el estómago, el nerviosismo cuando esa persona me mira y la felicidad que sube varios niveles cuando estoy con ella. Pero, creo que ninguna de las chicas con las que estuve anteriormente despertaba tanto ese sentimiento como lo hacía la castaña de ojos verdes.

Si me ponía a pensar ahora, no sabía porque había querido hacerle la vida imposible a Eider, no sabía porque tenía esa extraña obsesión por molestarla, burlarme de ella. Suelo ser muy duro con todos mis alumnos, quizá el hecho de ser extranjera me había hecho pensar que tenía el derecho de hacerla sentir inferior a mí en una clase sobre japonés. No, no lo sabía con exactitud. Sin embargo, recordaba perfectamente cuando comencé a sentir algo diferente, apenas logré ser consciente de ello hace unas semanas.

El verla golpeada aquel día me estrujó el corazón, quise gritarle, reclamarle por qué lo trataba como si nada, seguía burlándose de lo que sucedió y se negaba a recibir ayuda, la idea de que estuviera acostumbrada a eso me descolocó, de puro milagro lo contuve. Tenerla en mi casa herida, despertó en mí un sentimiento de protección, de cuidarla de todo y todos, en un momento cruzó por mi mente el que ella estuviera con los ojos llorosos y yo la tuviera entre mis brazos para susurrarle que todo estaría bien, que yo la protegería…

Pero era Eider. La chica más enigmática que había conocido en mi vida, una chica única, que no se dejaba de nadie y se mantenía firme a sus creencias, orgullosa ante las situaciones, en ese momento creía que era básicamente imposible verla llorar.

Por otra parte, estoy seguro de saber qué fue lo que me llevó a ver a Eider de otra manera. Su cabello. La primera vez que lo toqué fue en mi casa al ponerle la venda en la cabeza, se sentía como algodón entre mis dedos y el relajante olor que emanaba era simplemente adorable. No pude quitarme la idea de que la chica era adorable al ver que desprendía ese aroma a bebé y manzana, y eso trajo las consecuencias del verla acostada durmiendo en mi sofá. Su piel era igual o más suave que su cabello y su rostro era el de un ángel, un tierno y hermoso ángel, me costó mucho separar mi tacto de él.

Los tortuosos días siguieron y el verla ahí como si nada hubiera pasado me causaba una opresión en el pecho, no me ponía atención -no la que yo quería- no me hablaba más allá de las formalidades y el verla con el rubio hacía que la opresión se sintiera más fuerte, inclusive cuando ya sabía que no eran nada, aún cuando sabía que “princesa” no era con otras intenciones, pero igualmente me molestaba, ¿era el único que se estaba descontrolando?

Intenté alejar eso de mi mente, no podía dejar que me afectara. Sin embargo, los sueños que tenía eran con ella, Eider me sonreía, me abrazaba y en unos pocos me besaba. Despertaba bastante agitado en medio de la madrugada por ello, y sabía que se debía al haber conservado la almohada donde ella había postrado su cabeza, seguía oliendo a ella, cuando lo comprendí intenté deshacerme del olor, la quise lavar mil veces, pero al último momento me arrepentía, porque dentro de mí quería seguir teniendo esos sueños, dentro de mi quería sentir que la tenía conmigo.

El día que la encontré llorando en el gimnasio me regresó a la realidad, Eider era un humano, una persona que podía sentir dolor como cualquier otra y que tenía derecho a desahogarse, mi corazón latió desenfrenado al verla sollozar, sus bellísimos ojos no paraban de producir lágrimas que yo quería limpiar con mis pulgares, la abracé y aunque en ese momento no pude pensarlo, ahora ya lo hacía, tenía que hacer algo al respecto con lo que estaba experimentando.

Cuando llegaron las vacaciones me propuse con terminar esto, con enterrar estos sentimientos que comenzaban a florecer en lo más profundo, así que sí, utilicé a Nanami para ello, yo sabía que ella tenía un amor platónico hacía mi desde la preparatoria, pero para mí, ella era sólo una amiga, una especie de hermana pequeña. Salimos, nos divertimos, me sentí bien, pero mi imaginación no dejaba de poner a Eider en mis sueños que eran cada vez más realistas, porque ya sabía, no sólo como olía o cómo se sentía su cara y cabello, no, sabía cómo era tenerla entre mis brazos, sabía cómo se sentía cuando ella se recargaba en mi pecho. Y cuando las vacaciones terminaron me encontré asustado y a la vez emocionado de ver esos ojos verdes de nuevo.

Ya no me iba a mentir, estaba clarísimo que la quería, podría decirse que incluso la amaba, y me dolía que ella no se diera cuenta, que nos tratáramos como si nada, que Eider me siguiera mirando fríamente cuando yo esperaba otra cosa, entonces se lo dije directamente, aquel día en la biblioteca, dónde me abstuve de besarla con todas mis fuerzas y no dejarla ir.

Ahora, sólo me imaginaba a qué sabrían sus labios, imaginaba que sería algo suave como el resto del rostro y una sensación que no se podría comparar con nada del mundo, estaba convencido de que la tendría pronto, sin embargo, desapareció. Me había dejado aquí con ganas de besarla, y lo más importante, me había dejado preocupado, ¿está bien?, ¿qué pasó?, ¿por qué se fue?, no lo sabía y no lo descubriría hasta que ella regresara, entonces el miedo me invadió, ¿ella iba a regresar?

 




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