Capítulo 33. Nada.
Suspiré profundo, decían que eso ayudaba a calmarse, eso hice, sin embargo, no sabía por qué lo hacía, ¿de qué me estaba calmando si no estaba sintiendo nada?, estaba frustrada de lucir indiferente, estaba enojada conmigo misma de parecer que no me importaba. Maldita sea. No debía ser así, pero creía saber en parte la razón.
Mi familia.
Yo no tenía una relación cercana con la familia de ninguno de mis padres más que con la tía Erika de parte de mamá y la familia de mi prima Carol, su hija. No los odiaba, simplemente no me caían bien, sobretodo el hipócrita de mi tío Alejandro quien se creía el dueño de todo sólo por trabajar como gerente para una empresa importante de México, en todos estos días no le dirigí la palabra a nadie más que a Erika y Carol en la intimidad de mi casa, tampoco dejé que me abrazaran, les dediqué la mirada más fría del mundo, la mirada que le daba miedo a Allyson, era una advertencia de que si se acercaban los golpeaba.
Estaba bastante cansada, no había dormido nada desde que llegué de Japón, hice todo un día de viaje, cuando llegué era de mañana así que no podía dormir, dormitaba, sólo pequeños lapsos de sueño y después me despertaba, eso como unas 4 veces. Tenía unas horribles ojeras debajo de los ojos, mi piel estaba pálida, mi reloj biológico estaba hecho un asco por el jet lag*, me daba hambre a horas extrañas y si no comía ya no me daba hambre para nada, me había dedicado a tomar agua, mucha agua y pequeños snacks. Tía Erika me sonreía y decía que mañana todo estaría mejor.
Había estado de aquí para allá sin parar, afortunadamente Carol se hacía cargo de mí y su tierna voz me calmaba de sobremanera, era lo que necesitaba, no quería mucha presión, pero sabía que era mucho pedir, porque los siguientes días iba a tener que pasear por toda la ciudad haciendo miles de cosas.
Sacudí la cabeza cuando la voz de mi tío Alejandro me llamó al frente para decir mis últimas palabras, y despedirme. Mi tía Erika y Carol me dijeron que podía negarme, pero les susurré que estaría bien, fui al frente, eran apenas las 4 de la tarde, el sol estaba a nada de esconderse así que tenía que ser rápida, me posicioné justo al lado de la cosa que sostenía la cajita con las cenizas, fruncí el ceño, bueno, al menos les complacieron con eso, me limpié la garganta, di un paseo con mis ojos por todo el lugar, reconociendo a un par de personas y preguntándome quienes eran las otras.
—Sí bueno— comencé —Esto es una pérdida muy grande para mí, no conozco la historia, no sé lo que sucedió, hice básicamente un día de viaje desde Japón aquí, me encuentro afectada aunque no lo parezca y…— tomé aire —voy a extrañarlos —miré la caja que tenía una fotografía de mis padres juntos, sonreí un poco —fueron los mejores padres, siempre dieron todo de sí para dármelo a mí, hicieron lo imposible para que no me faltara nada, los que conocían a mi padre saben que era alguien muy trabajador, siempre contaban con él para lo que fuera, mi madre era una señora muy amable, que ayudaba en lo que podía a quienes lo necesitaban.
»Me siento mal de que, cuando regrese de mi año en Japón ellos no me van a recibir, nadie lo va a hacer, no estarán en mi graduación que está a unos pocos meses, madre no me dará consejos de amor y papá no se peleará con mi próximo novio— algunas personas reímos, lo hacían mientras lloraban —pero estarán siempre conmigo, claro que me hubiera gustado que duraran un poco más, pero el destino es caprichoso, no le echaré la culpa a nadie; a Dios, a la muerte, al destino, a ellos, nadie tiene la culpa, es natural.
» Madre, padre —dije volteando a ver la caja de nuevo— los amo y lamento no haber sido la hija perfecta, la que merecían, pero aún tengo tiempo, aun puedo cumplir mis sueños a su nombre. Las estrellas tienen escrito sus nombres— dije en japonés y sonreí, no derramé ninguna lágrima, pero todo el cansancio desapareció de mi sistema, respiré mejor y una brisa cálida se hizo presente como un abrazo, cómo si me estuvieran diciendo que me amaban también.
Guardaron la cajita entre los miles, los compañeros de trabajo de mi papá y los antiguos de mi mamá me dijeron cosas dulces, agradecí, algunos me dieron sobres con dinero y cuando el sol se comenzó a esconder le dije a mi tía que me llevara a casa.
—¿Estás segura? —preguntó y asentí, los últimos días había estado durmiendo en casa de Carol porque no querían que fuera a mi casa.
—Extraño mi cama, no he podido dormir bien, quiero descansar ahora sí. Además, tarde o temprano regresaría a casa, mejor temprano. —ambas mujeres asintieron y me llevaron a casa, estaba con las luces apagadas, Carol abrió la puerta, todo estaba en silencio, fui a la cocina a ver que había de comer, tenía hambre, encontré una sopa instantánea, la preparé, mi tía frunció el ceño.
—No comas eso, es malo para ti— seguí comiendo.
…
Eran las 2:36 de la mañana y seguía mirando al techo sin una pizca de sueño. Recordé cuando me llegó el mensaje, casi a la misma hora en Japón, sólo decía que mis padres habían tenido un accidente y que estaban muy graves, que debía venir para verlos porque ellos me llamaban, arreglé como pude una pequeña mochila con 3 cambios, mis cosas electrónicas y un par de zapatos, hacía mucho frío, miré si había un vuelo disponible de Japón a México, pero no había espacio, tenía que esperar al de las 7:20 de la noche del miércoles, no quería ir a la escuela, así que a esa hora salí de mi casa, dejé el wifi portátil.
—¿Eider-san? —preguntó aquel chico que había conocido en el conbini el día de la fiesta de Alex, estaba tan acelerada que mi japones estaba fallando y no recordaba su nombre, como pude le dije que, si me podía quedar, mi respiración estaba agitada y mi ropa no me cubría lo suficiente del frío, él pareció asustado que rápidamente me dejó pasar. Me dio una taza de té y cuando me calmé lo pensé todo.