Creo que pasó 1 semana y media cuando por fin pude terminar los papeleos que me tocaban, en varias ocasiones maldije al gobierno mexicano por querer tantas cosas, afortunadamente tuve el apoyo del trabajo de mi papá para lo suyo agilizando las cosas, cuando llegué ya habían hecho muchas de esas cosas, yo sólo tenía que presentarme a instituciones para que me dieran apoyo de sus seguros y seguir teniendo derechos cómo los de salud, los de mi mamá si fueron más difíciles pues no trabajó mucho tiempo.
Ahora venía lo difícil. ¿Quién se ocuparía de mí? Al parecer debía tener un tutor hasta cumplir la mayoría de edad, faltaba un año, pero era necesario antes de que me reconocieran como autónoma, porque, yo no trabajaba. Al parecer, sólo había 1 opción disponible, quedarme al cuidado del tío Alejandro porque de todos los familiares era el más apto para cuidarme, soltero, buen trabajo, buena paga, era un chiste, debía serlo. Lastimosamente no fue así, lo supe en el momento en el que pisó mi casa con su auto nuevísimo, carísimo de París.
—Eider— saludó, rodé los ojos mientras lo dejaba pasar.
—Tío Alejandro— dije igualmente, dio un paseo por la casa y supe que iba a criticarla, para mi sorpresa se mantuvo callado, bueno, según recordaba, él fue el que la compró luego de que mi familia nos mudáramos de Guadalajara a Monterrey, por las nuevas oportunidades de trabajo de papá, un puesto más alto y buena paga. Mi tío Alejandro se encargó de que estuviéramos bien, él fue el que me inscribió en esa estúpida preparatoria de paga, o colegio como le decían los de dinero, no soy malagradecida, pero me cae mal.
…
Después de, digamos, conocernos mejor, me di cuenta que no era una tan mala persona -si lo es, pero no tanto- me ha llevado a comer y a comprar algunas cosas, como ropa, zapatos y un nuevo teléfono porque no le gusta el que tengo, no mentiré, si me aproveché un poco de la situación, no mucho porque apenas tenía cabeza para pensar, pero no me arrepiento de mi nuevo reloj.
Llegando la noche y luego de que me despertara como 3 veces, eran las 4:15 de la madrugada, mi mente reproducía miles de recuerdos, no sólo con mis padres, sino también con Esmeralda y Allyson, con Alex, con Aina, Kyosuke, Tomoya, Sakura, en mis clases de inglés, mi cita con el profesor Akiyama. Este último ya tenía un lugar definido en mi cabeza, de la nada me llegaba su sonrisa, sus ojos burlones, su cabello largo.
Lamentablemente me estaba dando cuenta de algo, algo que no me estaba gustando para nada y que claramente me tenía nerviosa. No lo supe cuando hablábamos, tampoco cuando se reía, cuando me sonreía. Todo era normal, es parte de la socialización a la que estamos acostumbrados todos, o eso pensaba, porque yo no era sociable, y se notaba que él tampoco.
Comencé a sospecharlo cuando me dedicaba esas miradas tiernas y me hablaba con más dulzura que antes, bueno, cuando dejó de tener un tono distante y directo a uno más calmado; sentía mi corazón acelerar el ritmo y mi respiración hacerse todo un desmadre, sí, definitivamente algo aquí no era normal. Sin embargo, nunca lo consideré alguien importante.
Hasta ahora.
Sabía que una persona se convertía en alguien importante en mi vida cuando me imaginaba su cara de decepción y esta me dolía, la cara de decepción de alguien es lo que menos soporto en el mundo y me hace caer en pedazos.
Y sí, así me di cuenta que estaba cien por ciento jodida.
Cuando el sueño que tuve hace unos momentos se transformó casi en una pesadilla sólo porque Kaito me miró así, no recordaba todo el sueño, no sé por qué él estaba ahí, no recuerdo donde estábamos ni de qué hablamos, pero si recuerdo su rostro deformarse en decepción, yo casi lloré por ello.
Lo consideraba alguien importante cuando no debería serlo.
Estaba totalmente desesperada. Estaba totalmente acabada.
Creo que estaba enamorada de mi profesor.
¿Qué demonios iba a hacer ahora?
Por ahora agradecía estar a miles de millones de kilómetros lejos de él, me permitía pensar mejor sin miedo a ir a la escuela y encontrármelo, como las veces anteriores, ahora me permitía analizar la situación, porque, ahora estando aquí estaba consciente de las cosas que él había hecho conmigo, de las cosas que habíamos hecho juntos.
Me puse más fría y distante con él cuando pasó lo de su casa, porque, aunque él creyera que estaba dormida, estaba medio consiente, sentí las cálidas yemas de sus dedos en mi mejilla, aferrándome a su calor con el frío que tenía, sentí claramente cuando recorrió de mi mejilla a mi cuello y de regreso, me repetí que estaba bien, que estaba dormida, que no se enteraría. Pero aquello se mantuvo en mi mente todo el tiempo, me puse a la defensiva y estaba segura de que no volvería a suceder.
No contaba con que ese idiota haría de todo para mantenerse a mi lado. Su apoyo en el gimnasio, el día del cumpleaños de Alex en aquella plaza donde creí que me dejaría caer cuando en realidad se aferró a mi cuerpo, cuando me encerró entre su esencia y la máquina dispensadora preguntándome por qué siempre olía a bebé y manzana. Y finalmente, cuando se abrió ante mi para decirme lo que sentía, que yo le gustaba. ¿Era una broma no es así?, pero sus ojos brillando de preocupación y al mismo tiempo de amor, me hicieron tragarme las palabras, porque yo no le podía corresponder, no quería, no debía.
Entonces, ¿qué fue lo que cambió para que ahora dijera lo contrario?, ¿qué pasó que me hace querer ir a su lado y decirle que yo también lo quiero?, ¿Qué me hacía pensar que estar a su lado era lo mejor que me había pasado?
Ah, sí. Lo que pasó el día de la cita.
Porque durmió junto a mí aquella noche y despertamos juntos esa mañana, porque se quedó a mi lado a cuidarme en el hospital cuando pasó lo del ataque de pánico, porque se veía tan tierno ahí dormido apretando mi mano, por todas las risas y halagos, sí, en ese momento no estaba preparada para decirlo, no quería aceptarlo aún, pero ahora, ya lo había hecho, y se sentía muy bien. Una sonrisa escapó de mis labios, sí, definitivamente estaba enamorada de Akiyama Kaito.