Shoganai

Capítulo 36. Un invierno muy helado

 

Ya estaba muy frío el ambiente desde antes de Eider se fuera, pero, para aquellos que tenían una relación cercana con ella, el frío se intensificó a niveles nunca antes vistos. Claro que era desde su punto de vista, sin embargo, de alguna manera, el clima ayudó a que fuera más que mental. Ya habían mejorado todos en cuestión de hablar de la chica como si estuviera muerta cuando no era así, simplemente estaba desaparecida por su propia cuenta.

Todos mantuvieron la esperanza de que la chica llegara en Navidad, que a las doce en punto abriera la puerta, con una mochila y una sonrisa diciendo, “feliz navidad”, pero, de alguna manera, Alex creía que eso no pasaría, que estaba mal alimentar las esperanzas de esa forma, ¿podía ser pesimista tan solo un momento?, toda su vida siempre había sido el chico positivo, que todo tiene solución y de buena forma, pero esta vez quería ser pesimista, prefería mil veces mantenerse con la idea de que ella no regresaría para esas fechas para ponerse a brincar de alegría cuando ella regresara que decir que claro estaría para navidad y entristecerse de que no es así.

Alex no era malo, así que decidió guardarse ese sentimiento para sí mismo y no compartirlo con los demás, una cosa es ser pesimista para ti mismo y una diferente que tu energía acabe con la de los demás, y el rubio no era esa clase de persona, no, él quería la felicidad de los demás antes que la suya, siempre la quiso.

El único que compartía su pensamiento era Kaito, el profesor también se había convencido de pensar así para que todo lo malo se fuera en cuanto ella apareciera, no importaba si era con su rostro frío y distante, tenía que ver su rostro de nuevo. Kaito no era una persona de las que se emborrachaba, no era ni siquiera un bebedor social*, en cambio, desahogaba sus penas en la tina del baño, pasaba hasta 1 hora pensando y pensando, dejando fluir todo en la bañera, eliminando pensamientos estresantes, relajándose y después dormir con la esencia de Eider en su almohada, también había retomado su pasatiempo de cocinar al cien por ciento, lo mantenía ocupado, lo necesariamente ocupado.

Kaito había atendido a los pedidos de Hiroto y Rina, se alejó de Nanami casi por completo, enseñaban en la misma escuela, así que tampoco podía hacer mucho, pero en los descansos se las arreglaba para escapar y solía abandonar primero el aula en las clases de inglés. Inclusive había renovado su teléfono, esta vez no le pasó el número a nadie y se había hecho una nueva cuenta en LINE dónde sólo tenía al rubio, a Rina -porque era posible que Nanami revisara el celular de Hiroto- y Eider, dónde con esperanza había escrito un mensaje, que todavía no le llegaba.

Eider, este es mi nueva cuenta. No preguntes.

Aquí te dejo mi nuevo número también.

Por si me necesitas y porque te extraño

 

Era estúpido, lo sabía, pero que ella supiera que podía contar con él, porque en su corazón, ella podía llamarlo en vez de a Alex -no es que Alex le cayera mal, simplemente era celoso- además, el mensaje podía leerlo sí o sí.

Por otra parte, Nanami se encontraba entre feliz y enojada, curiosamente el estado en el que se encontraba ella y Akiyama-san ya no le puso triste como siempre, esta vez le enojaba, no podía hablar con él porque se escapaba, su número marcaba directo al buzón y no recibía los mensajes que le mandaba, ni los de texto ni los de LINE, los cuales ni siquiera le llegaban. Estaba muy feliz porque Eider no se encontraba para meterse en su camino, pero no podía disfrutar de esa felicidad cuando Kaito se ponía así.

¿Por qué es tan difícil tener algo?, ¿por qué es tan difícil ser feliz con la persona que quieres?, ¿por qué siempre la persona a la que quieres quiere a otra persona? Nanami ya no iba a ser esa mujer débil que lloriqueaba, no, ahora iba a ser una mujer fuerte, una mujer decidida, una mujer que acabaría con Eider en cuanto ella pisara la ciudad.

—¿Eider? —su prima Carol tocó la puerta de la habitación de la chica y entró en cuanto se escuchó la contestación, la castaña cobriza estaba acostada boca abajo, con un audífono puesto y la computadora encendida. —Eider, tienes que bajar a comer— dijo.

—Apenas es la 1:30— respondió la chica sin mirar a su prima.

—Igual tienes que comer, no puedes esperar hasta a la hora de la cena— se escuchó un gruñido, Carol sonrió un poco —es pizza— rápidamente Eider se levantó de la cama y corrió escaleras abajo, la pizza era algo que le gustaba mucho, no era su comida favorita, pero cuando había comía mucho.

Era 24 de diciembre ya y Eider se sentía mal de no pasar navidad con su familia de Japón, le resultaba curioso como es que la pasarían, pero había sido su decisión, aun no quería volver, no se sentía preparada, sin embargo, ella sabía que no debía tomar demasiado tiempo fuera, estaba a nada de terminar el curso. Pero esos pensamientos ya no tuvieron lugar en su mente en cuanto dio su primer mordisco a la pizza de pepperoni con tocino, no había lugar para malos pensamientos, malos ratos, cosas negativas, era víspera de navidad, uno de los tiempos más bonitos, independientemente de los hechos.

Eider debía mencionar que, raramente se sentía un calor hogareño, los niños de Carol jugaban con Orión en el patio, su esposo la ayudaba en la cocina junto a la tía Erika, el tío Alejandro había dejado su trabajo en el estudio para ayudar también en la cena, ya no vestía ese traje azul marino que le había visto Eider por la mañana, ahora estaba un poco más casual, incluso traía unos tenis puestos, algo con que nunca lo habían visto en años. Se escuchaban risas por las anécdotas de los presentes, se escuchaban canciones no sólo de navidad sino también de otros géneros, se escuchaba la felicidad.

—¡Eider! —el pequeño Sebastián le habló, ella volteó a verlo —¡Yo también quiero pizza! —ella frunció las cejas mirando al niño.




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