Entrecerré los ojos negándome a parecer asustada, aunque si lo estaba. Desconocía esta personalidad de la profesora, bueno, para empezar no la conocía, sólo me hacía la idea de que era una mujer muy sentimental y que le faltaba seguridad, pero algo había cambiado en el tiempo que estuve fuera, es decir, el hecho de que ella y Kaito no estuvieran tan juntos como antes siendo amigos me lo dejaba ver, tenía una hipótesis un poco extraña y era que Kamenashi-san le había confesado al profesor sus sentimientos y él la rechazó, tenía una ligera sospecha que el hombre había abierto la boca de más diciéndole que yo le gustaba, eso para mí tenía sentido y es por ello que quizá cambió demasiado cuando regresé, pero no estaba segura, era solo una hipótesis.
Nos miramos directamente a los ojos, puse la mirada fría de siempre, aquella que yo sabía le daba miedo, parecía que seguía teniendo efecto, pues noté un ligero temblor en sus manos, sin embargo, lo que me dejó impresionada fue que se recuperó de ello y me miró con más fuerza.
Definitivamente algo le hizo cambiar
Le sonreí de nuevo, socarrona, de alguna manera quería sacarla de sus casillas, sabía que las personas no pensaban bien estando enojadas, tenía la esperanza que cometiera un error, un error que yo podía tomar a mi favor y escapar. Ella por su parte apretó sus manos, y volvió a jalarme del cabello, nuestros rostros quedaron cerca, casi nos podíamos tocar con la nariz, ambas colocamos nuestra cara más seria y desafiante.
—No intentes burlarte de mí— amenazó y volvió a jalar mi cabello, esta vez más fuerte.
—No puedo evitarlo— deje salir una risa oscura —es divertido que una mujer esté peleando con una chica de preparatoria, pero aun desconozco la razón por la que estoy aquí.
—No te hagas la estúpida.
—No me diga que es por el profesor Akiyama— dije cansada, pero con un rostro burlesco que le enfureció. En un instante sentí la bofetada en mi mejilla derecha, el ardor llegó, del coraje le di un cabezazo, pues nuestros rostros seguían muy juntos, así como los que salen en las películas, el único inconveniente es que no te dicen lo doloroso que es.
Pendeja, pendeja, mil veces pendeja. Me regañé, cuidé no dejar salir ningún gemido de dolor, la profesora se quejó en alto, gruñó, mientras masajeaba la parte de su frente, eso me dio un poco de satisfacción, así que apreté los labios para evitar reír.
—Esto no se quedará así— dijo y del bolsillo de su abrigo sacó una navaja, mi sonrisa se borró al recordar la vez que me atacaron con eso, en su rostro brillo un sentimiento de malicia, definitivamente algo la había cambiado y tenía que ver conmigo. Ella estaba dispuesta a herirme por ello.
…
Escuché los pasos de la profesora alejarse y después abrir y cerrar la puerta, se escuchó cómo le puso llave a ésta, podía sentir el sabor de la sangre en mi boca, el olor en mi nariz y el cómo me recorría por la cara, pasando por mi cuello para finalmente meterse entre mis ropas, podía jurar que me encontraba horrible, no era necesario ver mi apariencia para darme una idea de cómo lucía después del ataque de la mujer, una vez ahí, sola y acabada, me di la libertad de sacar unas lágrimas, las lágrimas no eran malas, te liberaban de sentimientos fuertes, cómo la ira, la tristeza, la frustración, lo dejaban fluir y sentir paz, lamí mis labios saboreando el fluido rojizo brillante.
—¿Por qué? —me pregunté en un susurro débil —¿Qué es lo que estoy pagando?
Agradecí de sobremanera que Alex no me hubiera acompañado, el haberlo dejado ir con Kenshin, no me lo perdonaría jamás, nunca dejaría que alguien más sufriera por mi culpa de esta manera cruel. Era un poco divertido si lo pensaba bien, es decir, estoy segura de que había hecho sufrir a Kamenashi-san de alguna manera, pero lo hacía inconsciente. Sacudí mi cabeza. No, ella se lo buscó, ella es la que no ha aceptado que Kaito no la vea más que una amiga, yo no tengo la culpa, yo no la hice sufrir, hipotéticamente fue él, pero yo sabía que ella jamás, J A M Á S, le haría algo a el hombre de cabello largo, prefería terminar conmigo antes que herirlo a él.
El amor es extraño, no lo comprendo del todo. ¿Por qué hace que las personas reaccionen de esta manera?
Estas heridas se iban a infectar sí o sí, sonreí y negué con la cabeza varias veces. —En qué bonito lío te metiste, Eider, en qué bonito lío— me dije.
Poco a poco mis fuerzas se fueron acabando, estaba agotada, no tuve más remedio que entregarme a los brazos de Morfeo y pedir a los dioses o al universo que pudiera despertar al día siguiente.
Desperté con un dolor de cabeza muy fuerte, al igual que con el rostro entumecido. Duré como 15 minutos intentando abrir los ojos, pero me dolían, jo-der, esto era demasiado, incluso para esa mujer, había llegado muy lejos, agradecí eternamente que no tuviera un espejo donde mirarme porque había dos opciones: o me derrumbaba viendo mi reflejo o me encabronaba e iría por venganza, claro que, jamás le haría lo mismo, pero quizá un leve sustito le sería suficiente, inspiré profundamente, calmándome.
No, Eider, no pierdas la cabeza. Comencé a meditar en mi mente, mi cuerpo completo se relajó de un segundo a otro, imaginé un lugar que me tranquilizaba, nada de ansiedad, nada de preocupaciones, me olvidé de la situación actual por un momento y eso era lo que necesitaba antes de planear algo para salir de aquí. Me dejé llevar por la serenidad que me inundó en aquel momento, y sentí una vibra recorrer mi cuerpo, entonces sentí un golpe en mi vientre que me regresó a la realidad en un milisegundo.
Frente a mí se encontraba de nuevo la profesora, me sonreía con amabilidad fingida, fruncí el ceño mirándola fijamente a los ojos, ninguna habló en lo que fue un buen rato, rodé los ojos, Kamenashi-san borró su sonrisa de inmediato, por alguna razón me encantaba molestarla ahora, aunque fuera poco conveniente en mi posición, pero seguía pensando que si lo hacía alguna pendejada iba a hacer, sólo esperaba que no fuera una grave como navajearme toda la cara, otra vez.