Shoganai

05. Nuevo inicio.

20 de abril de 2024.

 

 Hace unos días fue mi cumpleaños número 19, lo celebre en compañía de mi abuelo, Kitada y Fujio. No hubo torta, no hubo fiesta, no hubo celebración. Solo fuimos nosotros cuatro visitando lugares turísticos de Tokyo, comiendo, bromeando, riéndonos, yo regañandolos a ellos tres por comportarse como niños de 5 años. Con ellos siempre sentía que yo era una vieja anciana amargada y ellos eran niños a los que yo debía cuidar y proteger.

 

 Sin embargo, hoy si me encontraba en una fiesta, hoy si había celebración y no, no celebraba mi cumpleaños. Era mi presentación, todos estaban conociendo que era nieta de Tamabayashi Hiromitsu, que mis padres biologicos eran Konomari Hiromitsu y Anae Sakurako, ambos actualmente muertos.

 

 Mi mente empezó a vagar por los recuerdos con mi madre creyendo que era mi tía. Perdí tantos años de tratarla como mi madre y nunca tuve la oportunidad de lidiar con mi padre, de ser una niña malcriada. La vida me había quitado la oportunidad.

 

 Bien está el dicho que dice, “a las personas buenas la vida, el destino, el universo, en lo que quieras creen son destinadas a no ser felices”.

 

 Era feliz con Kitada, mi abuelo y Fujio, pero no era suficiente. Los quería, daría mi vida por cada uno, pero hasta ahí, ellos no llenaban mi vacío, nunca podrían llenarlo, porque ellos no eran mamá y papá.

 

 Miraba a niños con sus padres, felices y jugando.

 

Sentí envidia. Pura envidia.

 

 Nunca pude vivirlo y nunca podré. Es algo que no conocía y nunca iba a poder conocer.

 

 —Vaya, vaya, no te ves muy feliz —su voz llegó a mis oídos.

 

 Sentí sus pasos hasta posarse a mi lado.

 

 La mire de reojo. Shirota Sakurako. 

 

 Analice sus palabras y forcé una sonrisa amarga, entendiendo que no estaba sonriendo y que todos se daban cuenta de mi estado de ánimo.

 

 —Prima adorada —dije a modo de saludo sin emoción.

 

 —¿Por qué no estás feliz? —cuestiono y casi me trago su preocupación por lo sería que sonó —Ya no serás golpeada —dijo con una sonrisa.

 

 —¿Por qué estás preocupada? —copie sus palabras —Ya no tendrás que verme la cara.

 

 Arquee mis cejas, recuperando mi calma habitual y mi postura intimidante.

 

 —¿O es por qué yo tendré lo que tú nunca tendrás? —no respondió, así que agregue —Mis propias empresas —empece a decir rodeandola como un cazador a su presa —Seré una de las magnates, lucharé por ser la más importante, tendre a gente que me sigan, no bajaré la cabeza nunca, no recibire órdenes de nadie, pero sobretodo —me detuve y toque con mi dedo índice su nariz —Seré una líder, no una jefa.

 

 Me miró confundida.

 

 —La diferencia entre ser un líder o un jefe es que, al líder lo siguen mientras que el jefe es lo más parecido a un dictador, el jefe ordena y los empleados obedecen, cuando eres líder cada quien decide si seguir tus ideales o voltearse y seguir su camino.

 

 Ella pareció entenderlo, yo volví a mi lugar inicial y seguí mirando a la gente.

 

 —Nunca supe quién era tu padre —hablo y yo me tense por la mención de uno de mis padres biologicos —Sí, sabía que eres hija de Anae, pero hasta ahí —me tense aún más —Y ahora lo entiendo.

 

 La mire.

 

 —Tu espíritu nunca se acabó porque eras una Hiromitsu.

 

 Arquee una ceja.

 

 —Nunca te cansaste sin importar las consecuencias, siempre luchaste, solo dejaste de luchar cuando fuiste conciente que tu castigo era nada en comparación al que recibía tu madre —me sostuvo la mirada —Eres una mujer admirable —señalo. Mi corazón se encogió —Y por eso te odio. 

 

 La mire incrédula, repansandola de pies a cabeza. 

 

 Shirota era la hija perfecta para Honda, además de todo lo que yo no soy, por eso me sorprendía que fuera ella, justamente ella quien tuviera las agallas para decirme esa verdad. Tenía la cabeza baja y los hombros encorvados, pero parecía haber encontrado su voz para decirme esas palabras. Por un momento me pareció que se preocupaba por mí, pero entendí al momento que era una despedida, ella se estaba despidiendo de mí y había aceptado que me odiaba. 

 

 Ya yo lo sabía. Shirota Sakurako me había odiado toda su vida, siempre buscaba la manera de meterse conmigo, aún así yo la quería, pero nunca lo había dicho con palabras.




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