Shooting Star

Capítulo 4

Enora Becker

Esto no era sano, no podía cerrar los ojos sin pensar en Tiago, debía dormir. Tengo tres horas despierta ya van a dar las dos de la madrugada, creo que iré a la cafetería. Por suerte hay cafetería nocturna, no soy la única estudiante con antojos de madrugada.

Uhhh pudin de chocolate, se ve delicioso, eso será lo mejor.

—Disculpe quiero el pudin. –le indique a la señora detrás del mostrador.

—Buenas noches Sonia, ese pudin es mío. –escuche a un chico decir, creo que no hace falta decir, que ese chico era Tiago, al parecer no soy la única que no puede dormir.

—Lo siento Tiago, el pudin es para la señorita. –le dijo Sonia a modo de disculpa.

—Solecito ¿Qué te trae por la cafetería a estas horas? –dijo Tiago al verme, por un segundo se le vio molesto, pero cuando me vio, su expresión cambio por completo, este chico tenia muchos cambios de humor, pero podría acostumbrarme.

Céntrate Nora.

—Tiago, que sorpresa, no podía dormir, asi que vine a comer algo, tal vez asi consiga que me de un poco de sueño.

Eso es, hazte la indiferente.

—Pues ya somos dos, aunque te acabas de llevar el último pudin, ese es mi favorito. –que quería ¿que se lo devolviera? Era mi pudin, haber llegado 5 minutos antes y era suyo.

—Lastima, creo que hay mas cosas en esta cafetería que pueden gustarte. –dije abriendo mi pudin y llevándome una cucharada a la boca.

—Solo hay una cosa más, pero no es comida precisamente. –casi me ahogué con el pudin cuando dijo eso.

—Eres un pervertido.

—Y tu una princesa. Perfecta combinación ¿no crees?

—Dime ¿dónde eso es una perfecta combinación?

—En mi mente lo es.

—Eres un tonto.

—Y tu una malcriada.

—No soy malcriada. –puse los ojos en blanco.

—Aja. –me miro de reojo y luego se dirigió a Sonia, que vergüenza había olvidado que ella estaba ahí- quiero una torta de chocolate Sonia, por favor. –ella le paso la torta y nos miró a ambos con una mirada pícara, estaba claro que la tensión entre ambos era notoria.

—Ven. –me dijo Tiago llevándome fuera de la cafetería.

—¿A dónde vamos?

—Camina y ya, no hagas preguntas.

—¿Cómo se que no vas a matarme si te sigo? –se volteó a verme y comenzó a reír.

—Solecito si quisiera matarte lo hubiera hecho en la fiesta, tuve la oportunidad, estuvimos mucho tiempo solos, pero aquí estas ¿no? –tenía un punto.

—Pues sí.

—Andando.

Eran las 2 de la madrugada y él me llevaba hacia su coche.

—Sube. –ordenó mientras abría la puerta del copiloto, lo miré con el ceño fruncido -no voy a matarte, sube ya princesa.

—Bien, pero si me matas Los Aiken te mataran a ti. –advertí, me subí al coche y él solo rió ante mi comentario, cerró la puerta y se fue al lado del conductor.

—Muy bien, ya que estamos aquí iremos a un lugar, volveras las de las 7, lo prometo.

—¿A las 7 de la mañana? ¿Estás loco? ¡Tengo clase a las 8! Necesito dormir tonto.

—Puedes dormir en el camino. –sugirió.

—¿Y arriesgarme a que me mates? No gracias.

—¿Vas a seguir? –suspiró- Solecito –si dirigió a mí y me tomo de las mejillas, no te voy a matar, lo que menos quiero es que te pase algo, prometí a los diablillos Aiken cuidarte y créeme que cuando prometo algo lo cumplo, además no podría vivir si algo te pasara. –y ese momento de sinceridad hizo que me relajara, aun tenía mis mejillas entre sus manos, estábamos muy cerca, esperaba una respuesta.

Un beso es una buena respuesta.

No es el momento.

Oh querida, con ese ser de otro mundo siempre es el momento.

Hagamos como que no estoy pensando nada mejor.

—Esta bien, vamos. –me soltó y nos fuimos.

Y respiré, no sabía que contenía la respiración.

Con él te pasan muchas cosas que no sabes.

Genial, ahora mi conciencia anda toda picarona.

...

Condujo como por 45 minutos alejándonos de la ciudad, llegamos a un paraje al aire libre, obviamente, era hermoso, el cielo estaba lleno de estrellas y la luna brillaba mas que nunca.

—Es hermoso. –dije asombrada.

—Baja. –por la madre Teresa que autoritario.

Nos bajamos los dos del coche y nos dirigimos hacia un árbol en la colina.

—Este es el lugar al que vengo cuando no puedo dormir, me ayuda a pensar, despejarme y la vista me encanta, el cielo se ve mas hermoso desde aquí ¿no crees?

—Si. –estábamos juntos, nuestras manos se rozaban, pero ya no había deseo entre ambos, había otro tipo de sentimiento, no lo entendía realmente.




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