Shooting Star

Capítulo 18

Enora Becker

Ya había vuelto a casa de la clínica y Tiago me había tenido súper consentida en las últimas dos semanas.

A Zack lo habían metido preso pero su padre pagó la fianza y salió, sin embargo tiene una orden de restricción y lo cambiaron de universidad.

Tiago insiste en que si pudo pagar fianza puede pagar a otros para que me hagan daño, entonces quiere contratar guardaespaldas, pero le dije que era un exagerado y quedamos en que no nos separaríamos a menos que sea estrictamente necesario, como para clases y eso, lo normal de siempre, no veía la novedad, ya nos la pasábamos juntos siempre, ahora teníamos la excusa para estarlo.

Es mediados de marzo, bueno 18, viernes, para ser exactos, hoy vamos a tener una cita donde vamos a hablar más de nosotros y me va a enseñar la luna llena.

Ya es de noche, las 9 para ser exactos y me estoy arreglando para salir con él.

—¿Ya estas lista princesa?

—Dos minutos. –le dije mientras buscaba una sudadera.

—¿Te presto una de las mías? –preguntó al ver que buscaba y buscaba y no sacaba nada.

—¿Me quedan?

—Tal vez si, tal vez no. –se acercó a mí- Ésta. –me paso una de Star Wars.

Miré la sudadera y luego lo miré.
—Tú y mi padre se llevarán de maravilla. –dije mientras me la ponía.

—¿Le gusta Star Wars?

—¿Qué si le gusta? Le fascina, la ve todo el tiempo, creo que me sé las pelis de memoria.

—Deberíamos hacer un maratón de Star Wars.

—Seguro. –le dije.

—Espera. –le arrugué la nariz como para saber que quería- Acabas de decir que vas a presentarme a tus padres. –me sonrojé de inmediato.

—Ya los conoces ¿no? Por skype –le recordé.

—Pero no es lo mismo, quieres presentármelos. –me cargó y me abrazó.

Entrelacé mis piernas en su cadera y nos quedamos mirando.

—¿Aún quieres salir? –le dije al notar que sus ojos no se movían de mis labios.

—Por supuesto, aunque podemos retrasarlo un poco. –me besó.

Como siempre, dulce, intenso, me pegó a la pared y apretó mis muslos, gemí ante ello.

—Te deseo como no tienes una idea. –me dijo mientras sus labios besaban mi cuello- ¿Me deseas?

No podía responder estaba demasiado perdida en sus besos y caricias.

—Dime. –ordenó.

—Si... Ah- dije en un jadeo.

—¿Si qué? –preguntó y me dio una nalgada, eso es nuevo.

—Te deseo James.

Me besó con intensidad en los labios, me apretó los muslos con fuerza haciendo que soltara un gemido fuerte y luego me dejó de besar.

—Nos vamos. –le fruncí el ceño.

—¿Es una broma verdad? –le dije eufórica.

—¿Qué? –me dijo como si nada.

—¿Acabas de calentarme y ahora no vamos a hacer nada? –me sentía indignada.

—Con calma solecito, ya habrá mucho tiempo para lo que quieres hacer.

—Es que no quiero hacer una cosa. –dije por lo bajo pero alcanzo a oírme y sonrió perversamente.

—Tendremos todas nuestras vidas para explorar cada parte de tu cuerpo y practicar lo que desees. –dijo y yo trague grueso- Ahora nos vamos.

Lo seguí a regañadientes por el pasillo y me puse roja al ver a los Aiken en la sala, entonces pensé si habían escuchado algo –que vergüenza- salimos de casa y nos subimos al Audi.

—¿A dónde vamos? –pregunté con apenas 5 minutos de camino.

—A un lugar, no empieces solecito, pareces una niña chiquita, me recuerdas a Katie. –su hermanita, genial, me comparaba con una niña de 9 años.

—¿Cuándo tendré el placer de conocer a Katie?

—¿Quieres conocerla? –dijo sorprendido.

—Tú conoces a mis padres, creo que lo justo es que conozca a los tuyos y a tu hermanita.

—Ya lo planificare, tal vez podríamos ir para su cumpleaños. –dije sugerente, reunión familiar.

¿En qué problema me metí?

—Eh... Claro. –dije nerviosa.

—Relájate princesa, solo es mi familia. –dijo tranquilo.

—Lo dices como si fuera lo más normal del mundo.

—Lo es, no son los locos Adams, aunque puedes considerarlos la familia monster.

—Dime dónde eso te suena más reconfortante.

—No lo sé, no lo pensé, pero son divertidos, probablemente les agrades. –dijo e hizo una pausa- A mi tío le agradaste. –añadió.

—¿De verdad? –asintió- Vaya, eso me alegra.

No dijimos nada hasta que llegamos, nos bajamos, estábamos en la colina donde me trajo la primera vez, aquella en la que paso de todo y luego terminamos peleados.




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