Santiago James
16 de abril, ayer busqué el collar que pienso darle esta noche. Se suponía que hoy estaríamos solos en casa, por eso le dije a los chicos que salieran, pero en estos momentos me encuentro con Nora en el auto camino al súper, aunque nunca he ido al súper. Pero igual, no quiero.
Llegamos al súper y bajamos del auto, me apresuré para abrirle la puerta.
—Muy bien solecito, supongo que sabes que comprar. –la vi de arriba abajo, se veía hermosa, igual que siempre- Porque la verdad es que nunca he ido al súper. –me vió como si una segunda cabeza saliera de mi cuello.
—¿Es una broma no? –negué- ¿Cómo es que nunca has ido al súper? –sonaba sorprendida, ¿acaso todas las personas han ido al súper menos yo?
Si genio, todas las personas que no están ahogadas en dinero hacen sus propias compras.
Oh genial, hola conciencia, gracias por salir de metida.
—Porque teníamos a alguien en casa encargado de eso. –dije obvio.
—¿Y cuando empezaste a vivir solo?
—Delivery. -¿ella no ha notado que desde que se mudó siempre pedimos delivery?
—¿Entonces por qué tienes una nevera? –buena pregunta.
—Para el agua y las bebidas. –y las drogas.
—¿Cuáles bebidas? –bueno, hora de la verdad.
—Las que dejaron de existir el día en el que te conocí. –le di un beso en la frente- Andando. -la guié, para que no pudiera notar que me tensé un poco al recordar aquello.
—¿Estás bien princesa? –estaba roja cuando entramos al súper.
—¿Eh?
—Estás roja.
—Sí. –me sonrió.
—¿Ahora qué? –dije una vez dentro.
—Tomamos un carrito para las compras. –buscó un carrito.
—Yo lo llevo. –me miraba como si fuera un niño pequeño, pero nunca había estado aquí.
—-Muy bien. –sacó su celular donde tenía una lista.
—¿Cuándo te dio tiempo de hacer una lista?
—Siempre la tengo lista. –sonrió con dulzura.
Estuvimos en varios pasillos y ya llevábamos pasta, arroz, algunos granos, vegetales, frutas, carne, pollo, salsas, pan...
—¿Aquí no hay chucherías? –pregunté.
Nunca he estado en un súper, pero cuando era pequeño le daba mi lista de chucherías a Darla –nuestra ama de llaves- quien venía al súper y me traía todo.
—En el siguiente pasillo amor. –dijo y se sonrojó cuando se dio cuenta de la última palabra que salió de sus labios.
—¿Amor? –le dije acercándome a ella.
—Estamos en un lugar público y si estamos de compras juntos lo más lógico es que piensen que estamos juntos. –la excusa más barata que he oído en mi vida.
—Pero obvio que estamos juntos princesa. –le dije y medio pasillo lo escuchó- Igual me gustó que lo dijeras. –le susurré, me acerqué y le planté un beso en los labios.
Se sonrojó inmediatamente y siguió caminando hasta que cruzamos al otro pasillo.
—Bienvenido al pasillo de las...
—¡¡Chucherías!!! –grité, lo admito, me emocioné.
—Sí, podemos llevar una o dos para no salir del presupuesto...-bla bla bla.
—¿Presu qué?
—Presupuesto James, el dinero que llevas predestinado para comprar ciertas cosas.
—Solecito si sé lo que es un presupuesto, ¿pero de verdad traes uno para las compras?
—Obviamente tonto, no es que sea millonaria y pueda llevarme todo el súper. –saqué mi tarjeta negra y se la dí.
—Ahora eres millonaria y podrás llevar todo el súper, o al menos podré llevarme todo el pasillo de chucherías. –Nora me vió boquiabierta.
—¿Me estás comprando? –me frunció el ceño.
—No princesa, solo que no te tienes que preocupar por cuanto gastar en el súper ¿sí? Yo pago.
—Pero si ya me dejas quedarme en tu casa, en tu habitación justamente... no quiero ser una carga. –dijo un poco triste.
Si se enterara que la idea de que viviera con nosotros y durmiera en mi habitación fue mi idea no estaría así.
—¿Tu de verdad crees que me molesta que duermas conmigo? Porque estas en un error muy grande y no es mi casa solamente, es tuya también, no es mi habitación, es nuestra. –sus ojos brillaron y se le llenaron de lagrimas- Lo mío es tuyo ¿lo olvidas? Yo soy tuyo. –y en ese momento las lágrimas en sus ojos se deslizaron por sus mejillas- No llores solecito.
—No son lágrimas de dolor. –sorbió su nariz- Son de felicidad, no dejas de sorprenderme Santiago James. –dijo abrazándome.
—Espero nunca dejar de hacerlo. –besé su frente- Te quiero solecito.
—Y yo a ti James y yo a ti. –dijo viéndome y volviéndome a abrazar.
Pasaron unos minutos y las personas empezaban a vernos.