Enora Becker
Domingo después del cumpleaños de Kat, fue divertido la verdad, fui una princesa y Tiago fue mi príncipe, los padres de Kat fueron reyes, los míos duques, Tam fue doncella y Tom fue un caballero real.
Estábamos en el aeropuerto con mis padres, para despedirlos.
—Ya llegamos. –dije triste.
—Pronto nos volveremos a ver mi cielo. –dijo mi madre para calmarme.
—Sí. -aseguré- Los quiero. –dije abrazándolos a ambos.
—Y nosotros a ti. –dijo mi padre- No podemos respirar Nora. –dijo casi sin aire.
—Lo siento. –los solté- Es que los voy a extrañar mucho.
—Nos puedes llamar cuando quieras.
—Lo haré. –aseguré.
No había caído en cuenta de cuánto extrañaba a mis padres hasta que volví a verlos este fin de semana, después de casi cinco meses.
—Adiós Tiago, fue un placer conocerte. –dijo mi padre y le estrechó la mano.
—El placer fue mío señor Carlos. –respondió con una sonrisa.
—Cuida a mi bebé Tiago, aunque contigo sé que está en buenas manos. –dijo mi madre.
—¡Mamá! –repliqué.
—Lo haré señora Ana.
—No me digas señora querido, me hace sentir vieja, Ana está bien.
—Muy bien Ana, le prometo que su hija va estar en buenas manos.
—Lo sé, confiamos a nuestra pequeña contigo. –le dijo mi madre y lo abrazó.
Empiezo a creer que les cayó mejor James que yo, que soy su hija.
Hasta a mi me cae mejor James que tú.
Le puse los ojos en blanco a mi conciencia y abracé a mis padres una última vez antes de que cruzaran para irse.
—Adiós. –dije despidiéndome con la mano y llorando- Los voy a extrañar. –murmuré y sorbí mi nariz.
—Lo sé solecito, pero aquí estoy yo, no estás sola. –James me miró y me abrazó.
—Y nosotros también existimos. –dijo Tam.
—Los quiero chicos. –dije sollozando y abrazándolos a todos.
Nos dimos un abrazo grupal, que duró apenas unos segundos, ya que Tom y Tam no se pueden abrazar mucho tiempo porque debe ser que les va a dar gripe o van a agarrar alguna infección si se tocan.
Ridículos.
—Hora de irnos. –dijo Tiago.
—¿Ya? –dijo Tam con fastidio.
—Si Barbie, son las 4 de la tarde y mañana hay clases. –Tam le puso los ojos en blanco y salimos del aeropuerto.
...
Llegamos a casa súper cansados, todos fuimos directo a las habitaciones para dormir.
—¿Te dormiste? –me dijo Tiago acariciándome la espalda.
—Sí. –le respondí sobre su pecho.
—No te has dormido, mentirosa.
—¿Qué quieres Tiago?
—A ti. –usó su voz seductora.
Pero el cansancio era más grande que las ganas que pudiera tener de cualquier cosa en estos momentos...
—Tengo sueño. –dije abrazándolo más fuerte- Duérmete. –le monté una pierna encima de las suyas.
—No puedo si tu mano está ahí. –dijo carraspeando.
Abrí mis ojos, no me había dado cuenta de que le había puesto la mano en su entrepierna.
—Lo siento. –dije quitándola rápidamente.
—No hay cuidado, pero ya despertaste ¿no? –insistió.
Me incorporé en la cama en flor de loto y lo miré.
—Sí. ¿Qué quieres? –dije frunciendo el ceño.
—A ti. –se volteó y se lanzó sobre mí.
Me empezó a besar y podía notar sus ganas, pero yo de verdad estoy cansada.
—James... -dije.
—¿Qué?
—Quiero dormir, vamos ¿sí? –le dí una mirada fulminante, pero asintió y se volvió a acostar donde estaba.
—Si las miradas mataran...-murmuró.
—Lo siento.
—No importa, solo que pienso que si te digo que no quiero, es que no quiero y ya. –soné algo molesta.
Y lo estaba, le dije que no quería, que tengo sueño, pero él insistió, no quiero y ya.
—¿Estás molesta conmigo?
—Sí. –le dije y me acosté viendo hacia la pared, dándole la espalda.
No dijo más nada y ahora estaba molesta, tenía ganas de llorar, realmente no es que molestara, porque me encanta cuando él es así, solo que la forma en la que insistió me hizo recordar cuando Zack...
Me dieron náuseas y me paré corriendo al baño, cerrando la puerta detrás de mí, comenzando a vomitar.
—¿Estás bien? –preguntó James del otro lado.
—Sí, no entres. –no quería que me viera así- ¿Tienes alcohol? –pregunté, aún sentía náuseas, necesitaba un algodón con alcohol.