¡sí, a todo!

Capítulo 2.2

Continuación

El camino hacia la mansión era largo, una carretera de un solo carril para cada dirección que atravesaba campos abiertos y montañas en la distancia. La lluvia golpeaba el techo del coche con un ritmo constante, como si tratara de arrullarnos.

Me recosté contra el vidrio, cerrando los ojos mientras trataba de ignorar el leve murmullo de mis primos, que poco a poco se habían ido calmando. Finalmente, parecía que el caos había terminado... o al menos, eso pensé.

De repente, el coche frenó bruscamente, haciendo que todos nos tambaleáramos en nuestros asientos.

El coche frenó de golpe, lanzándonos hacia adelante en nuestros asientos.

—¡¿Qué demonios pasa ahora?! —gruñó Héctor, enderezándose mientras golpeaba el bastón contra el suelo.

Samuel, el chofer, giró la cabeza, su rostro visiblemente tenso.

—Señor Héctor, nos cerraron el paso. Hay dos camionetas bloqueando la carretera.

La tensión en el coche era palpable. Miré por la ventana y vi las luces traseras de una camioneta negra que obstruía nuestro camino, mientras otra bloqueaba la retaguardia.

—¿Es un secuestro? —gritó Julián, llevándose las manos a la cabeza con puro dramatismo—. ¡No puedo morir ahora! ¡Aún no he comprado mi traje para mi funeral!

—¡Cállate, Julián! —gruñí, aunque mi propio pulso se había acelerado.

Fernando se inclinó hacia la ventana, frunciendo el ceño. —Es Joaquín Belmonte...Un silencio incómodo llenó el coche.

Finalmente, Héctor soltó un largo suspiro, pasándose una mano por el rostro.

—Maldita sea, Joaquín. ¿Qué estás haciendo ahora? —murmuró, antes de golpear su bastón contra el suelo—.

Samuel, ayúdame a bajar. El chofer obedeció rápidamente, rodeando el coche para abrir la puerta de Héctor y ofrecerle apoyo mientras descendía bajo la lluvia.

—¡Esto se está poniendo interesante! —dijo Julián, inclinándose hacia Gerardo con una sonrisa burlona—.

Seguro es por Bastián.—¡Abramos el quemacocos! —sugirió Fernando, ya presionando el botón antes de que alguien pudiera detenerlo.

—¡Déjenme ver! —gritó Julián, empujando a Fernando para asomarse mientras ambos forcejeaban por el mejor lugar.

Afuera, Héctor caminó hacia Joaquín, su figura tensa mientras la lluvia empapaba su saco. Joaquín, por otro lado, parecía completamente imperturbable, como si el clima no lo afectara en absoluto.

—¿Qué demonios estás haciendo, Joaquín? —gruñó Héctor, deteniéndose a unos pasos de él—. Esto es absurdo.

—Necesito hablar con tu nieto —respondió Joaquín con calma, cruzándose de brazos.

—¿Hablar? ¿Y necesitabas montar este espectáculo para eso? —replicó Héctor, su tono lleno de sarcasmo y frustración—. Entiendo por lo que estás pasando, pero estás perdiendo la cabeza. Deberías estar descansando, no montando un circo en medio de la carretera.

Joaquín dejó escapar una leve sonrisa, pero sus ojos no mostraban ningún rastro de humor.

—Esto no es un circo, Héctor. Es necesario.

—¿Necesario? —exclamó Héctor, alzando la voz—. Mira a tu alrededor. Lluvia, carretera estrecha, y tus nietos metidos en esta tontería. ¡Estás arrastrando a todos al caos!

Joaquín se mantuvo firme, ignorando por completo las palabras de Héctor mientras hacía un gesto hacia su camioneta.

—Valentina tiene algo que decirle a tu nieto.

Héctor soltó un suspiro frustrado, golpeando el suelo con su bastón antes de girarse ligeramente y hacerle una seña rápida a Samuel, que estaba junto al coche, esperando instrucciones.

—Samuel, dile a Bastián que baje. Ahora —ordenó Héctor, su voz tensa pero controlada.

Samuel obedeció, caminando hacia el coche y abriendo la puerta trasera.

—Señor Bastián, su abuelo lo necesita afuera —dijo, mientras los primos Balaguer observaban con evidente curiosidad desde el interior.

Bastián soltó un largo suspiro, pasando una mano por su cabello antes de bajar del coche. La lluvia lo golpeó de inmediato, empapándole los hombros mientras caminaba hacia Héctor y Joaquín.

—¿Qué está pasando ahora? —preguntó Bastián, deteniéndose junto a su abuelo y lanzando una mirada hacia Joaquín—. ¿Por qué tanto drama?

Héctor resopló, girándose hacia él con un gesto de exasperación.

—Pregúntale a Joaquín. Parece que su especialidad es crear escenas —gruñó Héctor, señalando a Joaquín con un gesto rápido.

Joaquín, imperturbable, señaló hacia la camioneta que tenía detrás.

—Mi nieta tiene algo que resolver contigo, Bastián.

Bastián alzó una ceja, claramente desconcertado.

—¿Conmigo? ¿Qué hice ahora?

Antes de que alguien pudiera responder, la puerta trasera de la camioneta de Joaquín Belmonte se abrió, y un guardaespaldas ayudó a bajar a Valentina. Su expresión era una mezcla de molestia y resignación mientras evitaba mirar a Bastián directamente.

—No pienso disculparme —dijo, cruzándose de brazos mientras me miraba con odio.

Desde el quemacocos, Julián soltó una carcajada.

—¡Esto es mejor que cualquier novela!

—¡Cierren eso y compórtense como adultos! —gruñó Héctor, girándose hacia el coche con una mirada fulminante.

Joaquín ignoró el caos detrás de él y se inclinó ligeramente hacia Valentina.

—Hazlo ahora.

—¿Por qué debería? —replicó Valentina, girándose hacia él con desafío—. No hice nada malo.

—¡Lo hiciste todo mal! —gruñó Joaquín, su tono tan bajo y peligroso que incluso Héctor levantó una ceja—. Te has comportado como una niña malcriada, y ahora todos los Belmonte se ven afectados por tu actitud.

—Por favor, Joaquín —intervino Héctor, rodando los ojos—. Ya sabemos que tu nieta es una malcriada. No necesitamos un espectáculo para confirmarlo.

Joaquín lo ignoró por completo, su mirada fija en Valentina.

—Discúlpate. Ahora.

Valentina dejó escapar un bufido, girándose hacia mí con los dientes apretados.

—Lo siento —dijo, aunque su tono era tan frío que casi me hizo reír.



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En el texto hay: amor prohibido, drama romantico, juvenil +18

Editado: 19.12.2025

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