Apresurada dejo el edificio y corro por la calle, las lineas de salida estàn a punto de cerrar, miro a mi alrededor buscando atajos pero todo parece llenarse de gente antes de siquiera pensar entrar por ahí, el distrito rojo a la distancia, grupos de oficinistas borrachos en los bares, oficiales de policía patrullando e incluso construcciones terminándose en estos momentos, una ciudad donde el pasar del tiempo no existe, y la noche no puede màs sino confundirse con el día, sólo me genera dolor de cabeza pensar en eso.
Veo la estación a la distancia, sin dudarlo salto las escaleras con impulso y corro rápidamente hasta la taquilla, busco mi billete de metro y en un apuro saco mi carné y la tarjeta de recarga de mi bolso.
No encuentro ni mierda- “Una recarga de 10 por favor” - Expreso mientras la señora de la taquilla me mira de arriba abajo con desprecio- “no hay servicio”- Exclama.
“¿No hay servicio? Pero si no hace un minuto la vi atendiendo a alguien más”- Manifiesto indignada. La doña de la taquilla vuelve a posar sus ojos sobre mí, mientras lentamente gira el cartel de cerrado y repite pausada y despectivamente – “NO - HAY – SERVICIO”.
No puedo creerlo, miro cómo el último tren ha llegado, faltan 5 minutos antes de que deje la estación, observo a la señora nuevamente y en mi enojo saco el dedo medio en señal de insulto- "maldita vieja" -pienso en mis adentros, hasta que sorpresivamente escucho a la doña de la taquilla replicar - vieja su abuela niña pendeja- m*rda, una cosa sobre mi, no sè còmo controlar mi maldita lengua cuando pienso fuertemente en algo.
No hay tiempo de ahondar en eso. Poso mi mirada en los torniquetes y salgo a toda prisa en dirección a ellos. Escucho a la vieja de la taquilla gritar a la distancia – “¡Hey! ¡Deténganla!”
Sosteniéndome de las barandas laterales de los torniquetes salto ante la mirada atónita de los guardas del tren, pasando sin pagar pasajes, tal parece que todos esos años huyendo han valido la pena al menos por un día.
“¡Hey! ¡Alto ahí!” – Oigo gritar a los azules en lo que sigo ampliando mi distancia.
No tengo tiempo para esto - Me repetía una y otra vez en lo que vi cómo la puerta del tren se abría para dejar salir a los pasajeros, corro rápidamente en dirección a ellas y antes de entrar al siguiente vagón mi cuerpo choca contra alguien.
No puedo evitar ver cómo las tarjetas caen lentamente de mis manos mientras mi cuerpo es sostenido de la cintura por aquel extraño sujeto del choque, evitando lo que hubiera sido una fuerte caída contra el suelo de la estación.
“¿Estás bien?” – Le escucho decir. Levanto la mirada a punto de disculparme, pero una sensaciòn extraña me congela, no pude articular palabras, casi como si el aire hubiera sido arrebatado súbitamente de mis pulmones. Su reacción me hizo pensar que la sensación fue mutua. Justo en ese momento, sentí que este podría ser el evento más inusual de mi vida hasta ahora.
El agarre de aquel extraño se afianzó a mi cuerpo por cada segundo que mis ojos no apartaban su mirada, las palabras inspeccionads y desnuda, ahondaron de golpe mis pensamientos, pero extrañamente, también una seguridad que no había sentido desde mi infancia. Por un breve momento sentì miedo de soltar ese recuerdo, pero somos dos extraños que no volveràn a verse jamás, sólo aquella fracción de momento, algo fugaz, un evento que no está destinado.
Mi trance se dispersó con el sonido previo al cierre del tren, los guardas gritaban a la distancia mientras se aproximaban a gran velocidad - "Deténganla" - ese grito me terminó de despertar, miré al extraño y noté cómo una mueca de desprecio asomaba su rostro mientras sus ojos se desviaban a los guardas. De repente regresa su mirada y sentí que su agarre se suavizaba, como si fuese el momento más doloroso de aquel momento, agaché mi cuerpo rápidamente y agarré con velocidad la única tarjeta que logré divisar, giré sobre mis talones y salté al interior del tren antes de que las puertas se cerraran, dejando a esos azules por fuera golpeando el tren. No puedo evitar sonreír, ahora sì puedo respirar aliviada de haber alcanzado el último tren de la noche, reviso el carnet de mi mano y el susto vuelve a recorrerme...- pero qué mierda ...- Tenìa en mi mano la tarjeta del metro, ahora posiblemente mi carnet se hallará en las manos de aquellos oficiales, revisaràn mi còdigo y una multa cuantiosa multa llegará en regalo a mi trabajo, ¿debí haber aceptado que mi jefe me llevara a casa? No, no está en mis planes que conozcan tan a fondo mi vida, sólo estoy ahí por una razón, y no voy a mezclar las cosas, tal vez debí haber tomado un taxi y caminar el resto, ughh tampoco... a esta hora posiblemente me ofrecería un trato para dejarme en casa y no pararía de acosarme, bueno, al menos ahora ya me encuentro en dirección a casa...
Aún asì... recuerdo el tacto de aquel extraño, tal vez debì quedarme un momento más o...què hubiera pasado ¿Habría sido tan malo perder el tren?