Si fueras ella

CAPÍTULO 1

RIO DE JANEIRO

ALEXANDER

El teléfono suena de nuevo. Al ver el nombre de la persona que llama, siento un dolor en mi corazón; es mi madre. Sé que su amor es incondicional, pero también tiene que entender que no soy un niño y que necesito mi espacio. Suspiro, porque sé lo que viene. Oprimo el botón de aceptar.

—¡Hasta que por fin contestas el teléfono! —su tono es claramente molesto—. Quiero saber de ti y, en lugar de eso, evitas mis llamadas. Necesito que regreses a México. Sé que es difícil, pero debes superarlo. El pasado jamás regresará y debes seguir adelante. Por ti, por nosotras.

Cierro los ojos, sé que tiene razón, pero no sé si estoy listo para enfrentar mi realidad.

—Lo sé, mamá... —Mi silencio lo dice todo—. No es fácil.

—Sé que necesitas tiempo y sanar las heridas, pero no estás solo, aunque no lo notes. Te necesitamos. —La escucho llorar y me duele ser el causante de su dolor—. Espero que vuelvas, hijo

El sonido me indica que la llamada ha terminado y eso me hace sentir aún peor. Sé que tiene razón, pero es difícil seguir adelante cuando mi mundo era ella. Sin embargo, no puedo seguir así; no puedo detener mi vida. Así que decidí regresar y llamé a mi secretaria.

—¡Señor! —Siempre pendiente.

—Necesito el avión para mañana —le ordenó y cuelgo.

Volver a México... regresar a nuestro lugar y revivir los planes que teníamos trazados. Sin embargo, un accidente cambió mi vida. Creer que un amor que parecía destinado a durar toda la vida puede herir el alma profundamente.

Al año del accidente, arrestaron al hombre que conducía. No fue suficiente; el dolor seguía. No puedo seguir adelante, no sin ella. Me levanto de la silla y voy a la terraza del hotel. No puedo dejar de admirar la belleza de este país, sus playas y su gente. Me encantaría volver y quedarme más tiempo; estoy enamorado de este lugar.

Recibo un mensaje de mi secretaria con la hora de salida de mi avión. Entró en mi habitación y me acosté en la cama. Cierro los ojos y solo está ella en mi mente. Se niega a olvidarla. Con el corazón destrozado y miles de recuerdos, me duermo.

***

La alarma suena y me levanto, caminando hacia el baño. Una punzada en la cabeza me hace quejarme. Reviso la hora; son las cinco de la mañana. Me desvisto y me baño; no tardo mucho, pues no quiero retrasarme. Al salir, comienzo a vestirme. Cuando estoy listo, salgo de mi habitación. Mi guardaespaldas toma mis maletas.

Al salir del hotel, la limusina me espera. Me alivia esto; odio los retrasos. Me subo, tomo mi teléfono y le envío un mensaje a mi madre. Recuesto la cabeza y alcanzó el agua, bebo un poco, luego me coloco los lentes y le digo al chófer que encienda la radio. Comienza a sonar una balada. Hay tráfico y eso me molesta; no quiero llegar tarde.

Pasaron más de veinte minutos hasta que llego al aeropuerto. El chófer me abre la puerta y se encarga de mi maleta. Caminamos hasta la pista de abordaje. La chica que me atiende toma mi equipaje y lo sube al avión. La sigo, disfrutando de la buena vista, que no estaba nada mal, aunque no es mi tipo. Es rubia, y ese tipo de mujeres está descartada para mí.

—¿Necesita algo más, señor? —Su coquetería me hace sonreír.

—No, todo está bien.

Me siento, dejo mi maletín a un lado, abro mi portátil y comienzo a trabajar en unos proyectos que tenía planeado para el futuro. La señorita me avisa que estamos a punto de despegar; apago el dispositivo y lo coloco en la mesita. El avión comienza a elevarse y, al mirar por la ventanilla, una nostalgia inunda mi corazón. En pocas horas estaré en México. Esta situación es tan difícil para mí; trato de seguir adelante, pero se me hace tan complicado. Cierro los ojos y me permito que mi mente regrese aquel día, el día que la conocí.

Flashback

Estoy molesto y herido. ¿Cómo puede hacerme mi padre esto? ¿Cómo se le ocurre dejar a mi hermano a cargo de la empresa? Él sabe muy bien que es un alcohólico y se gasta el dinero en mujeres. En cambio, yo, su hijo menor, siempre estoy ahí, pendiente de cualquier problema que pudiera surgir y trabajando arduamente para sacar la empresa adelante.

Caminaba sin rumbo fijo, deseando regresar a la empresa para hacerle entender a mi padre que la decisión que estaba tomando no era la correcta. Pero estaba ciego y no quería reconocer la clase de hijo que tenía. Sumido en mis pensamientos, sin darme cuenta, choque con alguien; el impacto nos hizo caer al suelo, y ella quedó encima de mí. Gruño, molesto por la situación, mientras ella, por el contrario, no para de reír. Elevó mi mirada y me encontré con la mujer más hermosa; su sonrisa ilumina todo a su alrededor, haciéndome sentir pequeño ante su presencia. Sus ojos son del color del mar, con un brillo especial que me hipnotiza. Ella comienza a moverse y entonces me doy cuenta de la posición en la que nos encontramos. Me mira y una sonrisa aparece en mis labios. La ayudó a levantarse.

—Deberías fijarte por dónde caminas y evitar lastimar a mujeres indefensas. —dice, mientras se cruza de brazos.

—¿Dónde está esa mujer? —preguntó. Ella respondió con un ceño fruncido, un claro signo de su molestia.

Cuando estaba por irse, agarró su mano.

—¡Espera! —le ordenó, sin poder apartar la mirada de su rostro; es hermosa—. No te molestes. ¿Te parece si te invito a tomar un café?




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