VIOLETA
Luego de la encantadora conversación que tuve con mi madre esta mañana, todo indicio de alegría se esfumó. Mi madre tiene el don de hacerme sentir lo peor del mundo con una facilidad increíble. Sé que le fallé con lo que hice, pero no es razón suficiente para tratarme como si fuera una extraña y no su hija. Me acuesto y abrazó la almohada, imaginando que la vida me devuelva a la madre cariñosa que tenía antes de todo lo sucedido. Me quedé dormida pensando en todos los recuerdos bonitos que llegué a compartir con ella.
****
La alarma suena y abro los ojos, alarmada. <<Dios, ¿cómo pude dormir tanto?>> Me levanto y, desorientada, golpeo mi pie contra la orilla de la puerta, chilló de dolor. Voy al baño, cepillo mis dientes y lavo mi cara.
Salgo de mi habitación y voy a la cocina. Me preparo algo rápido para almorzar, ya que hoy visitaré a mi mejor amiga. Enciendo mi teléfono y le envío un mensaje a Talia, confirmando por tercera vez que sí iré a su casa.
"Nos vemos más tarde”.
Talia y yo nos conocemos desde que llegué a esta ciudad. Ella solía visitar con frecuencia el lugar donde trabajaba, ya que ambas vivimos en la misma zona. Me esperaba y nos íbamos juntas. Somos un complemento perfecto de una sana amistad; el único problema es su pareja, Daniel.
Ese hombre solo tiene en mente una sola cosa: hacer sentir mal a mi amiga. Varias veces he hablado con ella sobre el comportamiento de Daniel, y su respuesta siempre es “Él es así”. Decidí no decirle nada más; está enamorada. Solo espero que abra los ojos y se dé cuenta que ese hombre no le conviene.
Me preparo un pan con jamón y queso, y lo acompaño con jugo de naranja. Agarro mi plato y voy a mi habitación. Me siento en la cama y disfruto de esta delicia. Es algo sencillo, pero exquisito.
—Violeta —me río, Marcos pasa más tiempo aquí que en su casa—. Aquí está lo más precioso de México.
—¿Qué quieres?
—Quería invitarte a una tarde de cine —se sienta en la cama y me roba un pedazo de pan.
—Quisiera, pero hoy no puedo.
—¿A dónde vas?
—Veré a Talia. ¿Quieres venir? —le digo en tono de broma.
Su rostro se transforma al escuchar el nombre de mi mejor amiga. No responde a mi comentario gracioso y continúo arreglándome. Talía y Marcos mantienen una relación de odio con un toque de amor incluido. Al principio, esos dos se gustaban muchísimo; incluso pensé que tenían más que una simple amistad, como ellos me hacían creer. Todo se complicó cuando ella lo rechazó y él quedó con el corazón roto. Desde ese momento, no pueden verse y mucho menos estar en el mismo lugar, sin arrojarse pullas y hablando mal uno del otro. Es algo lamentable para mí, porque ambos son mis mejores amigos y, a menudo, me veo obligada a dividir mi tiempo.
Marcos se ofrece a llevarme y se lo agradezco; no estoy de ánimo para irme caminando. Termino de arreglarme, agarro mi bolso, junto a mi teléfono y las llaves del departamento.
Subimos al auto y, mientras reviso mi teléfono, me suelta una bomba que me deja sin palabras.
—Me gusta alguien, Violeta —dejo caer mi teléfono en el asiento y lo miro con la boca abierta.
—¿Cómo? ¿Estás seguro? —se ríe y gira a la izquierda.
—Nos estamos conociendo y veremos hasta dónde podemos llegar —dice, con mucha ilusión—. Pero hablaremos de eso luego.
Miro por la ventana y ya hemos llegado a casa de Talia. Nos despedimos con un abrazo y salgo del auto. Al entrar, al ver las escaleras que debo subir, me dan ganas de llorar. Según me comentó mi amiga, el ascensor lleva más de un mes fuera de servicio. Todo sea por mi mejor amiga. Subo las escaleras y, al llegar a su piso, me siento agotada, sudorosa y con el corazón a punto de salirse de mi pecho. Toqué la puerta.
Esta mujer debe tener, por lo menos, agua en esta casa; de lo contrario voy a llorar. Tengo la garganta seca. La puerta se abre y Talia me recibe con un fuerte abrazo que me roba la poca fuerza que me queda.
—Al parecer, alguien me extraño —comento, acariciando su cabello con ternura.
—No sabes cuánto, mi moradita —ruedo los ojos; detesto cuando me dice así—. Vamos, entra —Su sonrisa se hace más grande al mirarme y, debo admitir, ya me está dando miedo — ¡ESTOY EMBARAZADA!
El momento se vuelve un poco tenso. De verdad estoy feliz por ella; lo que no acepto es el padre que eligió para ese bebé. Daniel es un enfermo, un golpeador y, Dios sabrá qué otras cosas más.
—¿Cómo recibió la noticia, Daniel? —pregunto, tomando mi mano y llevándome al pequeño lugar que tiene como sala-comedor.
—No de la mejor manera —solloza, y odio verla así—. Llevo dos días sin saber nada de él.
—Cuentas conmigo, Talia.
Por pensar en dónde estará Daniel y preocupada por él, no ha comido en todo el día. La envié a su habitación para que se bañe mientras le preparaba una sopa. Le dije mil veces que tuviera cuidado de no salir embarazada de un hombre tan detestable, y aunque esté molesta, no puedo dejarla sola. Es mi mejor amiga.
Limpio un poco el desastre que hay en la cocina. Acomodo los utensilios y comienzo a preparar la sopa; por lo menos tiene todo lo que necesito. El olor inunda todo el apartamento y Talia sale de su habitación, sentándose en la silla de madera que tiene. Agarro un platillo que ya tengo servido para ella y lo colocó en la mesa.
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Editado: 11.08.2025