Si fueras ella

CAPÍTULO 9

VIOLETA

El chico resultó ser un encanto de persona. Se llamaba Gustavo y era dueño de un taller mecánico junto a su padre; se lo presenté a Marcos y le cayó bien. Aunque el tema de conversación con Gustavo y Marcos estaba interesante, no dejaba de buscar de una manera desesperada a Alexander. Después que le dije esas palabras, no se acercó a mí; aunque mi cuerpo deseara ser tocada nuevamente por él, no lo podía permitir, porque sabía muy en el fondo de mi corazón que saldría herida si me ponía a jugar con fuego junto a un hombre como él. Era mejor alejarme y olvidar lo sucedido esta noche.

Era cerca de las tres de la mañana, nos despedimos de Gustavo y unos amigos que nos había presentado; me pidió mi número, se lo anoté en un pequeño papel que le pedí a Marcos, no pasaría nada, solo era una amistad.

Salimos de la discoteca, me coloqué nuevamente su chaqueta, hacia un frío terrible, llegamos donde habíamos dejado el auto y nos fuimos a casa. No me permití beber mucho, no quería levantarme con una resaca que no pudiera soportar. Me dejó en mi departamento, besé su mejilla y subí rápidamente antes que la dueña me viera y me dijera el sermón del año, no permitía que llegáramos a estas horas; así que, con cuidado, abrí la puerta de mi apartamento sin hacer el menor ruido, entré y pude respirar mejor. Saqué de la nevera un vaso de agua, me fui quitando la ropa y dejándola en el camino, mañana acomodaría todo; me metí en la cama, recibí un mensaje de Marcos que ya había llegado, puse el teléfono a cargar y me dormí.

****

La alarma no paraba de sonar, no me acordé de guardarla en lo profundo del armario. De un manotazo la tiro al suelo, tocará comprar otra después. Enciendo mi teléfono y eran las nueve de la mañana, era todavía temprano, me meto nuevamente bajo las sábanas y siento la puerta abrirse. Marcos aparece en mi campo de visión, sudado y con cara de horror, me levanto de un salto y me acerco a él.

—¿Qué pasa?

—Talía está en el hospital, me acaba de llamar una de sus vecinas.

Me levanto y comienzo a vestirme, agarro mi teléfono y salimos al hospital. Oré a Dios para que todo estuviera bien con ella y con él bebe. Debí ir a su casa e insistir más para saber cómo estaba, si algo le pasaba, jamás me lo perdonaría; siento una mano tomar la mía.

—Todo estará bien, no te preocupes.

Llegamos al hospital, fui a recepción y di su nombre completo, nos informan en qué habitación está y salimos corriendo. Al llegar, ella está mirando por la ventana. Cuando nos mira, mi corazón late con fuerza, pero de la rabia que me está consumiendo en este momento. ¿Cómo pudo ese desgraciado hacerle eso? Ella se encoge y lágrimas empiezan a caer de su rostro, me acerco y la abrazo, ella se desploma, llora y dejo que se desahogue. Su cara estaba toda golpeada, parte de su cuerpo estaba con moretones. Daniel era un monstruo, ¡cómo fue capaz de llegar tan lejos! Marcos se mantiene un poco alejado de nosotras, sé que se siente molesto al ver a Talía así, pero por ahora, no podemos hacer nada al respecto más que estar con ella.

—¿Él bebe está bien? —Mi pregunta sale de mis labios con miedo.

—Sí —Suspiro—. Aunque no lo creas, traté de defenderme como pude, aunque no lo logré.

—Pero no entiendo ¿Qué pasó?

—Ni yo misma entiendo, Violeta —Su voz se quiebra— Llegó borracho, empecé a decirle que estaba mal en desaparecer; no le gustó, me dijo que era una zorra que quería amarrarlo con un niño. Le grité, ¡tenía tanta rabia!, no le gustó y me golpeó, hasta que se volvió loco y no paraba de agredirme.

—¡Dios mío! —Llevé mis manos a mi boca— ¡Jamás pensé que fuera así de violento!

—No es nada comparado con todo lo que he vivido —Llora—. ¿Por qué no vi que todo el mundo tenía razón con respecto a él? ¿Por qué no me alejé a tiempo? Ahora no sé qué haré, dónde viviré, estoy sola.

—¿Y nosotros qué? —Tomo su mano— Estaremos aquí para apoyarte, además, como es eso que no tienes dónde vivir ¿Qué pasó?

—Debía cinco meses de renta, jamás me lo dijo. La dueña del edificio ya no me quiere más ahí. Estaba cansada de las peleas constantes que teníamos.

—Vendrás conmigo —Iba a negarse—. No quiero un no por respuesta, eres mi mejor amiga y estaré contigo en todo momento.

Marcos y ella decidieron levantar la bandera de la paz, en estos momentos solo queríamos estar juntos. La enfermera dio de alta a Talía, nos anotó los medicamentos que necesitaba comprar, eran muchos y a mí no me pagaban hasta mañana. Marcos me quita la receta y me dice que él se encargará de todo. Ayudo a Talía a vestirse, salimos y Marcos nos espera en el auto; se sienta atrás y yo delante, sé que se sentiría incómoda al estar junto a Marcos, así que quise evitar todo tipo de incomodidad entre ellos.

Todos estamos en silencio, aunque no lo diga, mi amiga estaba sufriendo. Agarré su mano, ella me sonríe, pero ojalá llegara a sus ojos. Marcos se para en una farmacia y se baja. Talía me dice que hace días atrás había ido al médico y tiene 3 meses de embarazo, al parecer, era niña; igual teníamos que esperar para estar más seguros. Me llevé mis manos a mis labios y empecé a chillar de la alegría. Como pude, me pasé para los asientos de atrás y la abracé, no paraba de estar feliz y hablar a su barriga, estaría con ella en todo momento. Ese idiota jamás le volvería a tocar un pelo, mientras yo esté aquí no se lo iba a permitir. Tarde o temprano las pagaría, una persona así termina pagando todo en esta vida; aunque estuviera mal, me alegraré cuando suceda, hombres como él, no merecen nada bueno.




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