Si fueras ella

CAPÍTULO 12

VIOLETA

Hoy terminaba mis días libres. Me levanté por obligación y porque hoy me pagaban. La verdad necesitaba el dinero, ya la encargada del edificio me está cobrando el alquiler.

Decido ponerme un vestido color morado y mis gomas, sujeto mi cabello en un moño alto, agarro mi bolso junto con el teléfono y otras cosas. Talía estaba todavía dormida, le preparo el desayuno rápido y le dejo una nota que nos veremos al salir del trabajo; el mío me lo llevo, no me daba tiempo. Marcos no podía llevarme hoy, salgo lo más rápido posible del apartamento, agarro un taxi y le indico donde llevarme. Me pongo mis audífonos y me dejo llevar lejos con la música, pienso en Alexander y mi piel se me eriza de una manera que jamás pensé sentir después de él, pero alejo esos sentimientos; no podía caer en el infierno junto a él. Sería volver al pozo que decidí jamás caer, nuevamente, por un hombre que no valía la pena; y Alexander era ese tipo de hombre, que no le importa dañar a las demás personas y hacerlas sufrir. No quería eso para mi vida, menos en mi futuro; quería ser feliz.

No me percaté de que ya habíamos llegado, el taxista me mira, esperando su pago y yo le sonreí tímida; qué pena, le di el billete y bajé. Saludé a los chicos de seguridad y entré a la casa. La Señora Daniela estaba en la sala viendo algo en su teléfono, le doy los buenos días.

—Por fin llegas, Violeta —Se levanta—. Tengo que ir a la empresa, pero no quería dejar a Alexander completamente solo; sé que no es tu trabajo, pero ¿Puedes estar pendiente de él? Amaneció con malestar y con un poco de fiebre.

—Bueno... —No sabía qué decirle— Está bien, no se preocupe.

—Gracias. Ross está durmiendo. Nos vemos ahora.

Se va. ¿Será que a mí no me puede pasar algo bueno en esta vida? Ahora en vez de cuidar a Ross, tengo que estar pendiente también del amargado de su hermano. El ama de llave me dice que, si puedo llevarle un té al Señor; sin ganas le digo que sí y subo para mi tortura de la mañana. Antes de tocar la puerta, respiro un poco y le pido a Dios paciencia.

Doy unos suaves toques y escucho un pase de su parte. Abro y entro, al verme, se sorprende, le dejo el té en la mesita de noche.

—Un té para aliviar un poco el malestar —Le digo.

—Muchas gracias, no debiste molestarte —Se acomoda mejor en la cama— ¿Puedo pedirte un favor?

—Claro, dime.

—En el baño hay unas pastillas, la tapa es azul ¿Me las puedes pasar?

Asiento y voy al baño, busco en el botiquín las pastillas que me dijo, las encuentro. Salgo y se las paso, coloca una pastilla en su boca y toma del té. Siento su mirada en mí, pero me entretengo mirando su habitación; ni un color, todo es negro, hasta las sábanas. Las ventanas están cerradas completamente. Veo una de las mesas de noche y una foto de una mujer muy bella, blanca, ojos color azules intensos. ¡Era extraordinariamente hermosa! Me quedo mirando la foto un buen rato hasta que escucho un carraspeo de su parte; salgo de mi trance, lo veo mirarme fijamente. No soporto más y me voy sin despedirme.

Camino hacia la habitación de Ross, ya está despierta, sale del baño y viene corriendo hacia mí; me abraza y dice que me extrañó mucho <<¿Por qué el hermano no puede ser así?>> Termino de ayudarla a vestirse y vamos al comedor para que desayune. Nos sentamos, saco lo que traje de mi casa y empezamos a desayunar; me cuenta que empezará a recibir clases en casa, porque la escuela donde ella va pasó algo muy grave y lo están solucionando, no le pregunte más.

La escuchaba hablar y quejarse de una de sus amigas que era muy mala porque no quería decirle dónde compró una muñeca muy linda que ella quería. A pesar de ser una niña, ese asunto era para ella muy grave. Suena el timbre de la casa y entra un hombre, era el mismo que vi aquel día peleándose con Alexander, su hermano; saluda a Ross y se me queda mirando y no me gusta.

—¿Tú eres? —Me sonríe— Jamás te había visto, hermosa.

—Soy la niñera de Ross, me llamo Violeta.

—Soy Diego, un gusto conocerte.

En todo el desayuno no dejó de preguntarme mi edad y en dónde vivía; estaba muy incómoda con su presencia aquí. No me gusta que me hagan preguntas sobre mi vida como si tuviéramos años conociéndonos, me desagrada; solo soy abierta con Marcos y Talía, porque se lo ganaron. Acompaño a Ross a la sala para que vea sus comiquitas, nos sentamos y su hermano viene detrás de nosotras <<¿No tiene otra cosa qué hacer?>> Me siento en el sofá junto con Ross a mi lado, él lo hace en el otro y queda de frente, no deja de mirarme; tomo mi teléfono y le envío un mensaje a Talía.

—Me harías feliz si me dieras tú número, Val —¿Val? ¿Desde cuándo tanta confianza?

—No me gusta dar mi número a desconocido, perdone, Señor.

—¿Señor? No soy tan viejo, además, no tiene nada de malo.

—Sí, pero...—¿Por qué tiene que ser tan intenso?

—Te dijo que no ¿O no entiendes Diego?

Casi me caigo del mueble cuando escucho la voz de Alexander, ve a su hermano con enojo. Ross está tan sumida en la televisión que no se percata de la riña entre sus dos hermanos y era lo mejor, no quería que se pusiera mal como la otra vez por estos dos idiotas.




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