ALEXANDER
Todavía sentía rabia en mí al ver cómo Diego tenía a Violeta. ¿Quién se cree que es para molestarla? Era un completo idiota.
No podía apartar mi mirada de ella, estaba totalmente concentrada en su teléfono. Mi celular suena y es Ignacio preguntando cómo estoy, le respondo y me llega otro mensaje, pero está vez de Serena, en quince minutos estará aquí. Aunque le dije que estaba bien, insistió en verme; tecleo rápido una respuesta y guardo el teléfono. Una de las sirvientas me ofrece una taza de café y se la acepto. Le doy la orden que le traiga uno a Violeta. Ross se acomoda conmigo en el sofá, son las once de la mañana. Le traen el café y Violeta le agradece sin quitar su vista del teléfono, se lo toma; mi mirada baja a sus labios y me tienta, justo en este momento, acercarme y morderlos.
Esa mujer tiene algo que me atrae, me vuelvo loco; me enoja sentirme así por una chiquilla como ella. Solo tiene veinte años y me pone a mil. Necesito que Serena llegue, no soporto esta sensación que ella está causando en mí al estar cerca. Suena el timbre, la sirvienta va a abrir y entra Serena como si estuviera en una pasarela. Físicamente, ella es la mujer perfecta, tiene un cuerpo que volvería loco a cualquier hombre; pero la vida le arrebató, de la manera más cruel, la dulzura que ella tenía. Se acerca a mí y me besa, veo a Violeta mirarnos. Buena jugada querida amiga. Saluda a Violeta y a Ross que no le hace mucho caso.
—¿Ya estás mejor, amor? —Toca mi frente —Fiebre no tienes.
—Sí, creo que solo fue un pequeño resfriado que agarré, pero gracias por preocuparte.
—Sabes que siempre lo haré —Me abraza.
Esta mujer sabe cómo llegar. Me levanto del mueble y agarro la mano de Serena para ir a mi habitación. Entramos a mi cuarto, la acerco a mí y la beso. Le quito ese vestido que, desde que entró, me cautivó; disfruto de su cuerpo. Por Serena jamás habrá un amor, jamás soñaremos con casarnos y mucho menos con tener hijos; lo de nosotros es esto ¡Sexo! Sexo para aliviar nuestras penas. Sexo para olvidar un pasado que nos sigue doliendo. Sexo para no entregar nuestro corazón a manos equivocadas. Solo nosotros podemos tratar de construirlo, así nos cueste en el proceso. Llegamos al orgasmo, la siento en mis piernas y le doy un beso en la frente, ella me abraza. Un día dejaremos esta vida, pero será difícil salir adelante sin la ayuda que por años nos hemos dado. Se levanta y entra al baño, me recuesto en la cama; después de varios minutos sale con una toalla alrededor, se viste y se coloca nuevamente el vestido. Se arregla el cabello, cuando termina, voltea a verme y me sonríe.
—Me iré de viaje mañana —Se acerca—. Vine a despedirme. Regreso en una semana.
—¿Quién va a darme una tremenda ronda de Sexo? —Beso su cuello.
—Puedes usar tu mano, soy testigo que hace maravillas —Me río.
—Solo te pido que te cuides, sabes que si algo te pasa... —No podía sin ella.
—Nada me va a pasar. Hierba mala nunca muere.
Siempre me decía lo mismo cuando se le ocurría irse de viaje de repente, como ahora, con sus amigas. Es una manera para ella aliviar un poco el dolor que siente. Tomo su mano y salimos de la habitación, me cuenta que Ignacio sigue con la insistencia de una cita; ese hombre en verdad está enamorado de Serena, pero me prometí que no me iba a meter más en eso. Al llegar a la sala, mi madre está hablando de un tema con Violeta, no me percaté de que tenía todavía la mano agarrada de Serena, mi mamá al vernos sonríe y se acerca.
—Hola mi niña, ¿Cómo estás? —Besa su mejilla.
—Bien Daniela ¿Y usted?
—Muy bien preciosa ¿Hace rato que llegaste?
—Sí, vine a despedirme de Alexander, mañana me voy de viaje.
—¡Ay, querida! —Mi madre la abraza—. Espero que te vaya bien, no te olvides de nosotros y mucho menos de Alexander.
—Jamás, su hijo es mi vida —Serena me ve y sonríe.
La invitamos a almorzar y gustosa acepta. Ross no estaba nada feliz y Violeta habló poco. Mi mamá empezó con sus preguntas incómodas, terminamos de comer y mi madre fue a la sala con Serena.
Violeta jugaba con Ross en el patio, tenían un balón, las veía por la ventana. Ross me grita que vaya y sin más, me acerco, al final terminamos los tres jugando futbol. Violeta tenía la pelota e iba corriendo mientras que mi hermana se la intentaba quitar. Yo reía, me dice que le ayude; agarro de la cintura a Violeta, comienza a quejarse e intentar zafarse de mí. Un fallo de nosotros nos hace caer estando ella arriba de mí. Cuando levanta la cara quedamos sumamente juntos, mi mirada baja a sus labios y la tentación de besarla me atrae mucho. Cuando mis labios están a segundos de besarla, escucho un grito, mi hermana se sube arriba de Violeta; terminamos riéndonos, ella se levanta y cómo podemos, lo hacemos nosotros dos. Violeta no me mira y llama a Ross, las dos se van y me quedo viéndolas irse. Me río, entro a la casa y mi mamá sigue hablando con Serena.
—Bueno —Se levanta—. Ya es momento de irme, tengo que preparar la maleta, nos vemos para esa cena pendiente —Abraza a mi mamá— Y tú, señorito, espero que no hagas desastre en mi ausencia —Me abraza— Me cae bien mi suplantación, pero ojo, es rubia; esa es de las que te roban el corazón con una mirada.
Terminé riéndome, me besa y se va. Tiene razón, Violeta sería una buena opción para poder liberar mi rabia estando lejos Serena; un juego más, sin amor y mucho menos sentimientos de por medio.
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Editado: 02.09.2025