VIOLETA
No sabía cómo sentirme al respecto, estaba llena de rabia y quería matar a Alexander, picarlo en pedazos y dárselo al perro de mi vecina que me caía tan mal como el amargado de mi jefe. Por eso fui a su habitación a hacer lo que hice, para que le quedara claro que no me importaba en lo más mínimo lo que hiciera. Pero la realidad era otra, obviamente no soñé con flores y un vivir felices para siempre, pero sí algo más reservado. Pero Alexander no es de ese tipo de hombre de una sola mujer. Con lo que vi, me lo hizo entender claramente, pero no solo me molestó verlo allí con otra mujer, había celos, celos de que ella estuviera disfrutando de ese hombre que se me estaba metiendo de una forma rápida en la piel. Lo deseaba más de lo que quiero aceptar. Tengo miedo de empezar un juego con él y termine entregando más que mi cuerpo, mi corazón.
Fui a la habitación de Ross a ver cómo estaba y así olvidarme que tenía mi mente hecha un lío.
Entré y vi a la señora abrazando a Ross mientras ella dormía; me hizo pensar en mi madre. Llevaba días sin hablar con ella, ni una llamada para saber cómo estaba la menor de sus hijas. Muchas veces le recriminé por qué no me quería, pero su respuesta de siempre era que me amaba al igual que mis hermanos. Pero sabía que eso no era cierto, siempre fui testigo de la manera que mi madre elogiaba a mis hermanos. Nunca escuché algo bonito salir de sus labios hacia mí; cuando fui creciendo, me dejó de doler su manera de actuar conmigo. La Señora Daniela nota mi presencia y acomoda mejor a Ross en la cama y se acerca a mí.
—Tienes la tarde libre hoy, me quedaré con ella hasta que esté un poco mejor. Se me olvidaba —Me entrega un sobre—. Tu pago, ayer se me olvidó dártelo.
—No se preocupe, Señora; me retiro entonces. Cualquier cosa que pase con Ross, me envía si no es mucha molestia.
Me despido, agarro mis cosas y salgo de la habitación. Al llegar a la sala no veo por ninguna parte a Alexander, debe estar todavía en su habitación; me despido de las chicas.
Al salir de la casa, le envió a Marcos a ver si puede venirme a buscar; me dice que está cerca y que ya viene para acá. Cuelgo la llamada y espero, me pongo a conversar un rato con el jardinero, es un hombre de 50 años que lleva años trabajando con la familia. Me cuenta unas anécdotas de Alexander de pequeño, no paraba de reír, suena la bocina de un carro y al fijarme, era Marcos. Le digo que nos vemos mañana y que tendremos tiempo para esos cuentos, se echa a reír, me monto en el auto y nos vamos.
—¿No crees que es muy temprano para salir?
—Ross está enferma. La señora me dio permiso para salir hoy temprano ¿No fuiste a trabajar?
—No, salí con mi hermana hacer unas compras. Sabes que es la única manera de tener por más tiempo el auto, siendo de mandadero —Se ríe.
Encendí la radio y pasaba una canción del grupo Sin Bandera. Le di todo el volumen, la empecé a cantar a todo pulmón, me encanta.
—¿Puedes llevarme al supermercado?
—Claro que sí.
No había revisado la cantidad de dinero que me había pagado la Señora Daniela, abrí el sobre con cuidado y mis ojos se salen al ver la cantidad que me pagó, quedé impresionada.
—¿Esta gente paga esa cantidad de dinero? Creo que buscaré empleo de niñera —Golpeo su hombro y me río.
Llegamos y salimos del auto. Agarré un carrito y, por primera vez, no me impedí nada; todo lo que quería lo depositaba en el carrito, por supuesto, lo que necesitaba. Terminé de comprar todo lo necesario y pasé por caja a pagar. Marcos me ayuda con las bolsas, que eran varias, y las montamos en el carro. Ahora sí, al departamento, hoy quería pasar todo lo que quedaba de la tarde durmiendo.
Al llegar bajamos las bolsas y subimos. Me encontré a la dueña y le pagué los meses que debía y adelanté uno. Jamás me sentí también como hoy. Al llegar, tocamos la puerta. No podíamos abrir por las bolsas. Talía abre, se hace a un lado y entramos, llevamos las cosas a la cocina y la dejamos ahí; me tumbé en el mueble y me acosté, estaba agotada.
—¿Atracaron un supermercado? —Talía revisa cada una de las bolsas.
Chilla cuando ve una caja de sus galletas preferidas, le hago seña que son de ella y me lanza un beso desde la cocina, río y le devuelvo dos.
—Talía, ¿por qué no nos preparas una de esas comidas que nos hacen ver el cielo? —Pregunta Marcos.
—Solo porque los amo —Mi amigo se sonroja al escuchar esas palabras salir de la boca de mi mejor amiga.
Marcos busca una buena película y así comprarla. Se decide por una de misterio, me habían hablado hace tiempo de esa película, pero jamás le di el chance para verla, pero hoy sí. Espero que sea buena, si no, perdería mi tiempo. Talía está en la cocina, mientras que Marcos y yo estamos en la sala. Sin motivo alguno, se me sale preguntarle sobre la chica con quien estaba saliendo. Veo de reojo que mira a Talía; ella sigue con su labor de cocinera que no se percata de que mi amigo está viéndola como un tonto enamorado. Carraspeo y él me mira, me dice que las cosas no funcionaron y decidieron dejarlo hasta ahí. Me sorprendió su respuesta, pensé que las cosas iban bien entre ellos. No le di más vueltas al asunto, nos pusimos a arreglar la mesa para comer, nos sentamos. Cuando mi boca prueba la comida siento el cielo, esto está delicioso; entre risas y bromas pasamos toda la tarde.
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Editado: 26.08.2025