VIOLETA
¡Como odiaba enfermarme! Estoy encerrada con Talía de niñera y eso es peor que estar así. La fiebre no me quería bajar y me dolía la garganta.
Marcos estaba para la farmacia comprándome los medicamentos que la Señora Juana, una enfermera que vivía en el edificio, me recetó. Cuando recibí el mensaje de Alexander me sorprendió, pero no niego que hubo cierta emoción en mí, estaba hablando con él; hasta que no recibí más mensajes, no le di importancia y me acosté, tenía todavía demasiado sueño. Tocan la puerta y entra Talía con una sonrisa.
—¡Tienes visita! —Me dice.
—¿Quién? —No creo que la Señora Daniela fuera tan considerada con sus empleados.
Se aleja un poco de la puerta y aparece el guapo de mi jefe, mis ojos no paran de mirarlo y creo que hubo cierta incomodidad porque carraspea, me sonrojo y Talía sale dejándonos solos.
—¡Esto sí es una gran sorpresa! —Me acomodo mejor en la cama.
—¿Cómo te sientes? —Besa mi frente y creo que acabo de sentir mariposas en mi estómago.
—Un poco mejor, solo es el virus.
—Me sorprendí cuando no te vi esta mañana en la casa —Se acerca—. Se sentía extraño no verte.
—¿Me extrañaste? —Me río— Eso es nuevo.
—¡Como un loco! —Me besa.
Mi mejor medicina justo en este momento son sus labios, coloco mi mano en su cuello y lo acerco más a mí, ahora necesito otro tipo de beso, quiero más de él. Agarra mi cintura, nos besamos como si fuéramos a morir y no tuviéramos vida para seguir disfrutando, se aleja un poco, me ve y sonríe.
—Es mejor que me vaya, aunque quiera seguir con esto —Pasa sus dedos por mis labios— Necesito volver a la empresa.
—Está bien, nos vemos.
Se despide y sale de mi habitación. Tocó mi corazón, creo que va a salirse de mi pecho, me río; entra Talía como una loca para que le cuente todo lo que pasó.
—¿Lo hicieron? —Su mirada refleja picardía.
—¡Dios mujer, claro que no! Solo fueron unos besos y ya.
—Hace rato le hubiera entregado mi corazón y otras cosas más —Le tiro una almohada.
Seguimos hablando de Alexander hasta que llega Marcos con los medicamentos. Talía se encarga de hacer el almuerzo; me levanto y voy a la sala, estaba cansada de estar encerrada. Me siento y Marcos me pasa la pastilla con un vaso de agua, me la tomo y enciendo la televisión. Busco una película y, por un momento, dejo solos a los tórtolos en la cocina. Talía no para de reír, veo como Marcos le toca la barriga y ella lo mira con amor, ¡merecen ser felices!
La tarde pasó demasiado lenta. Marcos almorzó y se fue, su hermana lo necesitaba. Talía y yo nos quedamos viendo un programa de chismes. Escuchamos golpes en la puerta, nos miramos, ella se levanta a abrir y al ver, era Daniel, el ex de Talía. Me levanto, no quiero dejar sola a mi amiga con ese hombre.
—Alista tus cosas que nos vamos, Talía —Intenta agarrarle la mano, pero ella se aleja.
—¿Estás loco? Después de que me dejaste casi inconsciente en nuestro departamento y te largaste, ¿vienes con esto? ¡Te largas, porque no te quiero ver más en la vida!
—No me hables así o si no… —Se calla cuando me ve.
—¿O si no qué, Daniel? Si no quieres que llame a la policía, es mejor que te vayas de mi casa. No te lo diré dos veces.
Mira a Talía y se va, ella se acerca a mí y yo la abrazo, sé que tiene miedo. Hasta cierto punto yo igual.
Después de todo lo sucedido con Daniel, Talía no paraba de llorar. No sabía qué hacer, la dejé en la habitación y llamé a Marcos, le conté toda la situación y dijo que venía en camino; entro al cuarto de nuevo y está todavía mal. La puerta se abre y entra Marcos. Al verlo, Talía se le tira encima y él la abraza, creo que sobro aquí. Salgo y voy a la cocina para tomarme la pastilla que me tocaba, ya la fiebre había bajado, pero sí me dolía un poco el cuerpo y la garganta; me acosté en el mueble. Veo la hora en mi teléfono y eran las cuatro de la tarde, tengo ganas de un café acompañado de un postre así que me levanto y voy a mi cuarto. Me pongo una chaqueta para ir a una cafetería que queda a dos cuadras de donde vivo, agarro las llaves y salgo, así los dejo un momento a solas. Salgo del edificio y camino, había poco sol, agradezco eso. Al llegar, está un poco lleno, hago la fila y espero mi turno; cuando me toca ordenar me sorprende la persona que está.
—Que de tiempo Violeta, ¿Qué deseas? — Gustavo me ve y sonríe.
—Hola. Un café y una torta de chocolate.
—Listo. Te lo haré llegar.
Me siento en una de las mesas que está cerca de la entrada. Mientras espero mi orden, agarro mi celular y le envió a Ross, me llegó su mensaje cuando estaba con su hermano y se me olvidó responderle. Me llaman y es Gustavo con mi orden. Me levanto, me pasa el café y la porción de torta; sin permitirle hablarme vuelvo a mi mesa, es mejor no tener contacto con él y menos si es amigo de Daniel.
Cuando estoy por probar un poco de mi torta suena mi teléfono anunciando un mensaje, es Marcos preguntándome dónde estoy. Le envío que estoy en la cafetería, los espero, ya que vienen para acá. Guardo el teléfono de nuevo, ahora sí, lo pruebo y es lo más rico.
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Editado: 11.09.2025