VIOLETA
Ignacio era un hombre sumamente encantador. Su forma de hablar y hacerme reír. Mis amigos todavía no habían llegado, así que decidí compartir mi tarde con él, pidió un café, pero la presencia de Gustavo me tenía incomoda. Aunque traté muchas veces de ignorarlo, no podía, porque llegaba a mi mesa a preguntarme si quería algo más.
–¿Lo conoces? —La pregunta de Ignacio me sorprendió—. Puedo dejarle claro que no queremos su presencia en nuestra mesa.
—No quiero causar problemas —Lo miro—. Lo conozco. Hace semanas atrás fui a una discoteca, al principio me cayó bien, pero un día llegó a la casa diciendo que mi mejor amigo le había dado mi dirección y era mentira. Además, supe cosas de él que no me agradaron en lo absoluto.
—Si viene nuevamente hablaré con él. No te preocupes.
No quería que Ignacio se metiera en problemas con Gustavo por mi culpa, pero pude respirar cuando lo vi salir con sus cosas; nos quedamos un rato más hablando hasta que llegaron Talía y Marcos. Nos despedimos, tenía que regresar a su trabajo, no sin antes pedir otro café para llevar, me guiña un ojo y sale de la cafetería. Mi amiga estaba más tranquila, Marcos le compra unas donas y un café para los dos, yo había quedado bien con lo que compré. Platicamos un poco y le conté que Gustavo trabajaba aquí, se quedaron sorprendidos y me dijeron que tuviera cuidado. Terminamos todo y decidimos irnos al departamento. Marcos se despide de nosotras, tenía varias cosas que hacer. Como era todavía temprano fuimos un rato al parque ya que quedaba cerca, llegamos y compramos unos helados y nos sentamos.
—Perdón por ponerme así temprano y no confiar en ti para decirte lo que verdaderamente me pasa —Me mira—. Tengo miedo de que me quite a mi hijo, que me haga daño Violeta.
—Nos tienes a nosotros. Nada te va a pasar —La abrazo.
Le cuento sobre Ignacio, cuando le digo que es el mejor amigo de Alexander, abre la boca.
—No sé qué decirte, los dos están buenos —Se ríe — Lo más importante es tu felicidad.
—No tengo nada que decidir. Lo de Alexander es…—Me callo, no hay palabras para definirlo —. Complicado y lo de Ignacio es el inicio de una amistad, más nada.
Ella solo me mira sin creerme nada. Hasta yo estoy dudando de mis sentimientos hacia Alexander. Ya era un poco tarde, es hora de regresar. Cuando estábamos de camino a la casa sentí que alguien nos estaba siguiendo, me detuve por un momento, pero no había nadie, solo serán ilusiones mías. Llegamos al edificio, está el Señor Pedro, un hombre de 69 años que vive con su nieta, lo saludamos y seguimos nuestro camino. Abro la puerta y Talía va corriendo al baño. Hoy decidimos pedir pizza, marco el teléfono de la pizzería y ordeno una con todo; cuelgo y voy al cuarto de Talía, le pregunto si tiene efectivo para pagar, me pasa el dinero y justo tocan la puerta. El chico me saluda, le paso el dinero y agarro la pizza, la abro, quedo encantada, la pongo en la mesa y llamo a Talía; saco los vasos y el jugo que había comprado Marcos temprano. La veo salir con una chaqueta encima, según ella, tiene mucho frío, nos sentamos en el mueble, ponemos una película y empezamos a comer, teníamos demasiada hambre. Suena su teléfono. Al ver, una sonrisa aparece en sus labios, se disculpa y se va, recojo todo y limpio la cocina. Estaba cansada y sin fuerzas, me acosté en el mueble.
Al cerrar los ojos, Alexander aparece en mi mente, me despierto y me levanto, no puedo seguir así. Voy a mi habitación y me quito la ropa para un baño, me meto en la ducha, el agua está fría, pero se siente bien, termino y me cepillo. Me pongo un poco de crema en el cuerpo, salgo y busco mi pijama, me acuesto y agarro el teléfono para enviarle un mensaje a Marcos y que lo lea cuando termine de hablar con Talía. Necesito que me lleve al trabajo, no quiero que la señora Daniela piense mal de mí al usar su chófer como si fuera mío, prefiero irme caminando. Cuando me acomodo mejor, el sueño llega y me vence.
******
La alarma de mi teléfono suena y sigue sonando, pero el sueño está mucho mejor.
Talía toca mi puerta, me levanto y abro.
–Marcos está aquí, si te tardas se irá.
–¡ERES UN IMBÉCIL! —Grito para que me escuche—. Ya voy.
Talía se ríe y se va a la cocina. Me pongo la ropa, los zapatos y recojo mi pelo. Al salir, está mi querido amigo esperándome, nos despedimos de Talía y salimos. Nos subimos en el carro, como tenía sueño todavía, me acomodé un poco mejor y dormí un rato más, pero no duramos mucho, ya habíamos llegado. Salgo y camino hasta la casa, saludo a los chicos y al entrar está Ross viendo sus muñequitos junto a Alexander, ella grita mi nombre y viene corriendo hacia mí, la abrazo, la extrañaba demasiado.
Alexander no me mira y me parece extraño, se despide de Ross y se va ¿Qué le pasa? No le presto atención y voy a la cocina, una de las chicas me prepara el desayuno, ya Ross había desayunado. Dejo mi bolso en la sala, Ross sigue viendo la televisión, me pasan mi desayuno y comienzo a comer; suena mi teléfono y es un mensaje.
“No seas ingrata, puede no interesarte ninguno de nosotros, pero mamá no. Un mensaje no estaría de más, Violeta”
Ella es Fernanda, mi hermana mayor, la que me juzga y me critica, para ella todo el mundo es perfecto menos su hermana menor. Una de las razones por las cuales me fui era su manía de sacarme en cara mis malas decisiones; no soporté más y decidí estar lejos de ellos. Leí otra vez el mensaje y lo borré, estaba mejor que nunca para que ella viniera a dársela de la mejor.
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Editado: 11.09.2025