VIOLETA
Él me miraba sin poder creer que estuviera huyendo de él. No era así, bueno, solo un poco. Tiene que entender que me pone nerviosa y pierdo la noción del tiempo cada vez que estamos cerca, es como si mi cerebro no reaccionara.
—Solo venía a devolverte esto —me entrega una de mis tantas pulseras— la dejaste en el carro.
—Gracias —mis dedos rozan los suyos y mi corazón se acelera— perdón por no contestar tu llamada, estaba un poco ocupada.
—No te preocupes, nos vemos el lunes y espero una respuesta— besa mis labios y se va.
Respiro una y otra vez. ¡Este hombre es perfecto! Entro al edificio y camino hasta mi apartamento. Al abrir, Talía está viendo una película, cuando me ve, toma el control y apaga la televisión.
—¿Cómo estuvo tu día con Alexander? —a veces se pasa de curiosa.
—Bueno… —no sabía cómo empezar— estuvimos a punto de tener Sexo en su auto ¿Puedes creerlo? —me levanto— ¡esta no soy yo!, ese hombre me tiene atrapada.
—¡Solo disfruta!, por primera vez hazlo y hazme sentir orgullosa de que mi amiga tenga el mejor orgasmo de su vida —me abraza, mientras nos reímos.
Mientras que Talía comienza a hacer la cena, voy a mi habitación a darme un baño y así descansar un poco. Mientras busco mi pijama, mi mente no deja de pensar en la proposición de Alexander; lo deseo de una manera que me enloquece, pero tengo miedo de sufrir.
La puerta de mi habitación se abre y aparece Marcos, besa mi mejilla y se sienta en la cama.
—¿Cómo estás? —su pregunta me sorprende.
—Bien, gracias por tu ayuda y estar conmigo en todo momento. —tomo su mano.
—Siempre te ayudaré en todo, Violeta, pero... —se queda callado por un momento—. cuidado con tu jefe, no eres una niña y sabes lo que es bueno y malo, pero no quiero que termines dañada. Esa clase de hombre solo busca una sola cosa y es ¡Sexo! no te enamores, porque la perjudicada serás tú.
Cuando estaba a punto de contarle lo que estaba pasando con Alexander, Talía nos avisa que la cena está lista.
Nos sentamos en la mesa. Aunque el ambiente estaba alegre por los chistes de mi amigo, así no me sentía yo. Las palabras de Marcos las tenía grabadas en mi mente, él tiene razón, sé lo que busca Alexander; no puedo exigirle más, tengo que estar clara en lo que él me puede dar, pero ahora mi mente no sabe qué hacer y siento miedo de equivocarme.
Marcos nos invita a comer unos helados, Talía y yo vamos a cambiarnos sin prestarle atención a los gritos de mi amigo que dice que así estamos bien; nos vamos a arreglar, al estar listas, salimos. Miro a Talía, está guapísima, su hermosa barriga la hace ver espléndida.
Salimos del apartamento y nos subimos al auto de Marcos, nos decidimos por la heladería de Doña Clara, eran buenísimos y el ambiente era agradable los fines de Semana. Al llegar, estaba un poco lleno, pero una de las chicas que estaba atendiendo nos consiguió una mesa al fondo, nos sentamos y pedimos.
—¿Qué sucede con el dulce que tienes de hermana? —me pregunta Marcos— no ha parado de llamarme y preguntarme por ti.
—Me escribió diciéndome que tenía que enviarle un mensaje a mamá, ¡sabes cómo es, y lo horrible que me trata! — suspiro y no dejo que las palabras que me dijo me sigan lastimando— Estoy cansada de que para ellos sea lo peor del mundo.
—Pero no lo eres, Violeta —Ahora es Talía que me mira con una hermosa sonrisa— Eres una excelente hija, aunque tu madre no lo vea, nosotros somos testigos de lo hermosa y noble mujer que eres.
—Me vas a hacer llorar —La abrazo— Gracias por estar conmigo y apoyarme, pero nada de estar triste.
Después de disfrutar de nuestros helados nos quedamos un rato más. Al escuchar la campana que avisaba un nuevo cliente, miro hacia la puerta y entra Daniel con sus amigos y entre ellos, está Gustavo, ¡lo que nos faltaba! Así que decidimos que lo mejor era irnos. Al levantarnos y tomar nuestras caminamos hacia la salida, al estar sumamente llena la heladería pudimos salir tranquilos sin que nos vieran; regresamos a la casa olvidando ese momento.
Marcos se despidió de nosotras, entramos al apartamento. Talía tenía los pies hinchados, le puse a calentar agua para que pudiera meter los pies, al estar todo listo, la llevé al mueble y le quité las sandalias; coloqué sus pies en una pequeña ponchera y ahí se quedó un rato. Agarré unas galletas y nos las empezamos a comer, eran de coco. Cuando ya estaba mejor del dolor que tenía, la ayudé a levantarse y llevarla a su cuarto. Aunque me decía que podía sola no quería arriesgarme, la dejé en la cama, besé su mejilla y salí de su habitación.
Fui a la cocina y empecé a recoger un poco el desastre que había, apagué las luces. Al estar en mi cuarto, acomodé la cama y saqué del armario otra sábana más porque estaba haciendo un frío en la madrugada. Me bañé y me puse un poco de crema en todo el cuerpo, me metí en la cama y como no tenía sueño me puse a leer un libro romántico que me había recomendado una de las chicas del trabajo; ya iba por el capítulo dos cuando suena mi teléfono. Al ver, era una llamada de un número desconocido, no contesté, no me gustaba; por equivocación se lo di a Gustavo pensando que era un tipo agradable, no me vuelve a pasar, deja de sonar.
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Editado: 11.09.2025