VIOLETA
Desde que Alexander había salido esta mañana con Serena, no había regresado y lo agradecía, no deseaba verle la cara de cínico que tenía. ¡Hombres como él no deberían existir en este mundo! Es una tortura para nosotras las mujeres, que con una sonrisa ya estamos a sus pies ¡Estúpido! Ya era hora del almuerzo, las sirvientas estaban preparando todo, la señora Daniela estaría presente.
Ross me estaba enseñando la muñeca que le había regalado Serena, ¡hasta en la sopa la tengo que soportar!, nos levantamos para ir a comer y justo la Señora aparece; necesito hablar con ella para pedir unos días libres e ir a Texas a visitar a mi familia, aunque no tengo muchas ganas, no quiero escuchar a mi madre decirme lo mal hija que soy por no ir, es mejor enfrentar el pasado de una vez por todas. Nos saluda y nos sentamos, la comida estaba riquísima, hasta que la Señora Daniela interrumpe.
—Violeta —me llama— La semana que viene solo vendrás el lunes y martes, por cuestiones de trabajo, tendré que viajar y Ross vendrá conmigo, así que tendrás la semana libre.
—Perfecto, justo tenía que viajar a Texas —le comento.
Ella asiente y me sonríe.
Daniela se levanta, pensé que volvería a salir, pero le ordenó a la sirvienta que le llevara un té a su habitación. Esperé que Ross terminara, me preguntó que, si podía darle uno de los ponquecitos que hicimos a su mamá, le digo que sí, se levanta y corre hacia la cocina en busca de uno y se lo lleva a Daniela. Creo que con orgullo puedo decir que soy una excelente repostera, pero solo lo tomo como un pasatiempo.
Decido tomar uno, me quedo un rato hablando con las chicas de servicio hasta que Ross aparece con el balón en las manos, me ofrece una linda y angelical sonrisa, tomo su mano y salimos al jardín. Ross hacía que me olvidara un poco de lo que me hacía sentir su hermano, escucho una risa y al girar, estaba Ignacio mirándonos, me acerco y tomo su mano.
—No te permito que te rías de nosotras, ven —él asiente y se deja guiar por mí hasta donde está Ross esperándonos.
Ignacio no paraba de hacerme reír, mis pies se enredan y Ignacio, al intentar agarrarme, terminamos en el suelo, él arriba de mí; no paraba de reírme y él de mirarme, cuando veo a Ross correr hacia la puerta y al fijarme, Alexander nos miraba nada feliz con la escena.
Ignacio me ayuda a levantarme, me pidió disculpas, yo le sonreí mientras que nuestras manos seguían unidas. Ross empezó a correr alrededor de nosotros mientras gritaba ¡Son novios! yo estaba roja de la pena e Ignacio un poco incómodo, pero feliz. Alexander reprendió a la niña y la mandó hacia adentro, después miro hacia su amigo y le dijo que hablarían más tarde, él lo miro sin entender qué pasaba, pero no se quedó a recibir explicaciones, se despidió de mí con un beso en la mejilla y se fue. Yo no me quedaría a ver la furia de mi jefe, así que caminé para entrar a la casa, cuando pasé por su lado, me agarró del brazo.
—Tú y yo necesitamos hablar —veo en sus ojos enojo.
Me suelto y me alejo.
—Las cosas entre nosotros dos están más que claras —lo mire— acepto su propuesta —una sonrisa aparece en sus labios.
—No te quiero cerca de Ignacio, ¡eres mía, Violeta¡ —se acerca, pero yo pongo mi mano en su trabajado abdomen.
—Lo que yo reciba de ti, es lo mismo que vas a recibir de mí, no me voy a alejar de él, es mi amigo, lo de nosotros es un simple juego, una necesidad, solo eso.
Él se me queda mirando sin creer todo lo que le estoy diciendo, le doy un beso en sus provocativos labios y me voy. Me gusta, me gusta mucho, pero estoy más que segura que él no siente nada por mí, más que un simple deseo. Quiero jugar, quiero sentirme deseada y él es el hombre perfecto para eso; para no dañar mi corazón prefiero no entregarlo y mucho menos a él.
Al llegar a la sala, está Ross sentada en el mueble un poco triste, Alexander es un idiota, le empiezo hacer cosquillas y hacerla feliz, vemos entrar a su hermano, va directo a su despacho sin mirarnos, no le hago el más mínimo caso, suena mi teléfono y es un mensaje de él.
“Hoy te llevo a casa, no aceptaré un no como respuesta”
Me río por lo mandón que puede ser a veces. Le envío a Marcos para que no se moleste en venir por mí, no me pregunta nada y se lo agradezco, sé que no le agradará en lo más mínimo lo que estoy haciendo, pero no puedo cambiar, además deseo estar con Alexander.
Pasé con Ross toda la tarde en la piscina, ella se estaba bañando, mientras que yo la supervisaba, ella intentaba aprender a nadar, pero no sabía y yo solo me reía por sus intentos. Alexander aparece en todo su esplendor y darme la dicha de disfrutar de su cuerpo. De repente siento un calor, se mete en la piscina y enseña a Ross a nadar, ella a veces lo toma en juego y él la regaña, así pasan horas hasta que Ross agarra el ritmo y aprende rápido.
Alexander la deja disfrutar y se acerca a la orilla en donde estoy yo sentada leyendo un libro en mi teléfono.
—El calor es insoportable, ¿estás segura de que no deseas disfrutar un poco? —me dice.
—Gracias por la oferta, pero no, será para la próxima.
Aparece su madre y él se aleja.
—Tienes una llamada importante hijo.
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Editado: 11.09.2025