ALEXANDER
Me despierto ¿Dónde estoy? Llevo mis manos a mi cabeza, todo me da vuelta, el cuerpo desnudo de una morena me tiene abrazado. No recuerdo nada, al verla dormida, aprovecho para salir de la cama, comienzo a vestirme, abro la puerta de la habitación y salgo. Este apartamento me parece conocido, busco mis zapatos, y los encuentro en la sala, los tomo, cuando salgo caigo en cuenta que es el edificio de Serena. Salí del departamento de la morena, y caminé hasta el de Serena. Necesitaba bañarme y quitarme el olor alcohol que tenía, presiono el timbre y espero, escucho unos pasos, abre y se asombra al verme, pero me deja pasar.
—¿Qué haces aquí? Dios —Tapa su nariz—. Hueles terrible.
—Desperté con una morena muy hermosa —Ella rueda los ojos— pero no recuerdo absolutamente nada de lo que pasó anoche.
—No vuelvas a lo mismo, Alexander —Sé a lo que se refiere, toma mi mano—. Vamos a mi habitación, te bañas mientras te preparo una sopa.
Me deja en el baño, me quito la ropa, y la dejo a un lado. El agua empieza hacer su efecto, mi memoria se llena de imágenes de lo que pasó ayer, dejé a Violeta plantada ¡Soy un completo idiota! Necesito verla y explicarle lo que pasó, no puedo alejarla, termino y salgo. Serena me dejó una toalla y ropa para ponerme, comienzo a secarme, me visto y salgo de su habitación. Serena está en la cocina, me siento y ella me pasa un plato con sopa, se lo agradezco y comienzo a comer, se cruza los brazos y sé que espera saber lo que me pasó.
—Dime —Está molesta—. No puedes volver a ese hábito, tienes que sentar cabeza.
—¡No quiero regaños, Serena! —Termino la sopa—. Solo recuerdo que estaba en un Bar y una morena, muy hermosa —Ella me tira un trapo—. Solo digo, Dios, amanecí con ella, vive en el piso de arriba.
—Eres un imbécil Alexander —Retira mi plato— Si quieres, puedes descansar —Me sugiere.
—No —Me levanto—. Necesito ir a la oficina, tengo mucho trabajo, pero antes pasaré por la casa a buscar unos papeles.
No era toda la verdad, necesito ver a Violeta. Me gusta demasiado para perderla por una estupidez mía, me acerco a Serena y la beso.
—¡Eres un cerdo! —Pasa su mano por su boca—. No hagas eso, no sé en qué parte estuvo tu boca anoche.
Salgo del edificio, al ver mi auto, respiré, abro la puerta y me subo, pongo música, había mucho tráfico; desesperado quise buscar por otra vía, pero no encontré, estaba loco por llegar a su casa y hablar con Violeta. Salí de esa cola que me estaba estresando, pasé por su casa, esperé, ya era hora que tenía que bajar, pero nada. La veo venir junto a su amiga ¿No va a trabajar? La llamo. Cuando su mirada se conecta con la mía, en su mirada, veo decepción. Me ignora y entra a su edificio ¡Dios, está más que molesta! Decido dejarla tranquila y esperar que se calme y hablar con ella, manejo hasta mi casa y no había nadie. ¿Dónde estaban todos? Fui a la cocina y le pregunté al ama de llaves.
—Su madre salió con Ross, para donde su tía Cecilia, no vienen hasta la tarde —me informa.
—¿Qué sabes de la Señorita Violeta?
—Por lo que escuché, Señor, no viene, está enferma.
Asiento y subo a mi habitación. Llamé a Ignacio, hoy se encargaría él de la empresa. Le dejé indicaciones de unos papeles que tenía que revisar y llevárselo al abogado, me dijo que no había problema, colgué y me acosté un rato, quería dormir un rato. En la tarde, iría a ver a Violeta, tenía que escucharme.
*****
Me levanté con un fuerte dolor de cabeza, será la última vez que tome de esa manera. Voy al baño, me lavo la cara y me cepillé. Bajé a la sala, al ver la hora en mi teléfono, eran las dos de la tarde, pedí que me hicieran un café para pasar todo esto; intento llamar nuevamente a Violeta y la llamada me lleva al buzón, me tocará ir a su casa. Me traen mi café y me lo tomo, espero y me haga efecto, debo evitar beber así, no puedo tener sexo con una mujer desconocida cada vez que me emborrache, debo ponerme límites. Voy por mi billetera y me cambio de ropa, por algo más casual, agarro las llaves y salgo, subo al auto, espero y esté de buen humor.
Al llegar a su edificio, me bajo del auto, me pongo los lentes y camino hacia su apartamento. Cuando estoy frente a su puerta, empiezo a tocar y nada, así que decido esperarla aquí el tiempo que sea, escucho pasos y risa. Es ella, al verme, veo que no le agrada que esté aquí, su amiga le dice algo al oído y nos deja solo.
—¿Qué haces aquí? —Cruza sus brazos.
—Necesitamos hablar, Violeta, me surgió un problema y no pude llegar.
—Ya no importa, Alexander —Que me perdone, me costará caro—. No deseo seguir con el tema, no tenías la obligación de ir, pero me hubiera gustado que me llamaras, estuve esperando por ti como una completa idiota.
—Sé que debí llamarte —Me acerco—. Solo… me olvidé ¿Estás ocupada? Quisiera que saliéramos y hablar mejor.
—La verdad —No me va a gustar nada lo que me va a decir— Quedé con alguien, tengo una cita.
Yo venía por ella, y como un estúpido, ella me dice que no puede, esta mujer está jugando con fuego; me acerco y quedo solo a nada de poder besar nuevamente sus labios, pero ella pone sus manos y me aleja, me sorprendo ante la negativa. Lleva sus labios a mi oído y me estremece el contacto.
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Editado: 01.10.2025