Si fueras ella

CAPÍTULO 39

VIOLETA

Estaba en mi habitación preparando mi equipaje. Talía me preguntó si estaba segura, ella sabía la situación con mi familia, pero no podía ignorarlos para toda la vida. Así me olvido un poco de todo lo sucedido con Alexander anoche. No niego que fue la mejor experiencia sexual que tuve, estuvo maravillosa, pero me lastimó ver que se fuera y me dejara tirada. Pensé que se quedaría, pero me equivoqué, debo entender que él no es esa clase de hombre. Mi vuelo salía a la 1:00 de la tarde, apenas eran las 11:00 de la mañana. Marcos estuvo temprano aquí para despedirse y que cualquier cosa que pasara, no dudara en llamarlo. Sé que es así, por eso mi familia, la mayoría, no se lleva bien con Marcos, según ellos, él solo me tapa las cosas. Sí, mi familia me ama.

Cuando llegó la hora de irme, Talía se rehusaba a salir de su habitación, no quiere despedirse de mí, el embarazo la tiene mucho más sensible de lo normal. Agarro mi bolso y guardo el pasaporte, mis llaves, unas galletas que me regaló Marcos, mi celular y cargador; salí con mi maleta y la puse en la sala, caminé hasta su cuarto, toqué varias veces.

—¡Ábreme, por favor!, no quiero irme así —Le dije.

—¡No! —Me grita—. No quiero que te vayas y menos con esa horrible familia.

—Oye, yo soy parte de esa familia —Me rio— ¿Soy horrible?

—No, lo único bueno que salió de allí, eres tú — Abre la puerta y se me lanza encima— ¡Te voy a extrañar!

—Lloraré por tu culpa —Nos separamos—. También lo haré, cuídate y cuida a mi sobrino —Me arrodillo y beso su barriga— no hagas locuras.

La abrazo nuevamente y salgo del apartamento. Al salir, el taxi esta esperando por mí, el señor me ayuda con las maletas y me subo. Respiro unas cuantas veces, espero poder tener unos días tranquilos y sin tantos problemas en casa de mi madre.

Llegamos al aeropuerto, abro la puerta del auto, busco en el bolso el dinero y le pago, va bajando del auto mi maleta, se despide y entro. Veo las pantallas y mi vuelo está a punto de salir, voy rápido para verificar mi pasaporte y mi tique de vuelo. La chica que me atiende me devuelve el pasaporte firmado y sellado, dejo las maletas y me subo al avión. La mayoría de los asientos están ocupados, a lo último, veo uno, me siento y me acomodo. Ruego a Dios para que nadie más suba al avión y poder quedar más cómoda con dos asientos disponibles, cuando viajo así, prefiero hacerlo sola; la mayoría de veces siempre me ha tocado personas que solo molestan en todo el trayecto.

El avión está a punto de despegar. Dicen algo por los altavoces que no logro entender mucho y de un momento, ya estamos en el aire. Siempre me ha encantado ir de viaje en avión, la experiencia es maravillosa y plena. Cierro mis ojos y decido descansar en todo el viaje, porque sé que al llegar, todos seríamos una bomba a punto de explotar.

*****

Un voz me llama, con toda la pereza y el sueño que tengo logro abrir los ojos, una chica me mira con molestia.

—Ya vamos a aterrizar —Asiento y se retira.

Busco en mi bolso un pequeño espejo que tengo y reviso que todo en mí esté perfecto, lo guardo y espero. Al ver por la ventanilla no puedo detener las lágrimas, mi dulce hogar, que al final se convirtió en mi pesadilla. Nos dicen que ya podemos ir bajando, tomo mi bolso y salgo, voy a buscar mi maleta, cuando la tengo salgo del aeropuerto. Busco un taxi, quiero llegar y descansar un poco, no pasa ninguno, veo la hora y son las tres de la tarde. Siento que me llaman y al voltear, es Sean, corro hasta él y lo abrazo, jamás pensé que él también vendría, es abogado y trabaja en los Ángeles, nos separamos y me sonríe.

—¿Cómo estás, flaca? Tenía dudas de venir —Me ayuda con la maleta—. Pero, cuando me informaron que estarías por aquí, no dude en venir y ser tu guardián.

Él fue el único que me creyó cuando dije que no había sido mi culpa, solo él estuvo para mí, cuando nadie más lo hizo y se lo agradezco. Vamos a su auto, nos subimos y empezamos a hablar de muchas cosas. Me contó que le va excelente en ese empleo, además, de que conoció a una chica que lo trae loco, sus palabras, no las mías.

—¿Y tú? ¿Qué has hecho? —Comienza a manejar—. La agridulce que tienes como hermana, me dijo que estabas desempleada que, si me llamabas para pedir dinero, no te diera nada.

A veces me sorprendía, lo cizañera que podía llegar a ser Fernanda.

—No le hagas caso. Sí, tuve varios días sin empleo, pero Marcos me consiguió uno como niñera —Al salir esa frase de mi boca, me mira—. Sí, como lo oyes, de niñera, yo también quería gritar cuando lo supe, pero me va bien y la niña es un ángel.

Texas no ha cambiado nada, al entrar a la residencia donde antes vivía, mi corazón late. Muchas cosas que viví estando aquí y otras que me dolieron mucho, alejo esos pensamientos, no puedo permitir que el pasado domine mi vida nuevamente. Llegamos a la casa de mi mamá y bajé. Sean deja mi maleta en el suelo y la arrastra hacia mí, toco la puerta y mi madre abre, pero ahora es ¿Rubia? me le quedo mirando.

—¿No te parece que me queda genial? —Me sonríe.

—Pues —Me quedo un momento en silencio—. Sí, luces diferente.

—Llegas tarde, sube a tu cuarto y cámbiate, me ayudarás en la cocina mientras llega tu hermana.

Saluda a Sean y hablan de su empleo mientras entran a la casa, todo está como lo dejé hace años, cuando me fui destrozada y embarazada.




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