Si fueras ella

CAPÍTULO 41

VIOLETA

Nada había ocurrido y todo estaba tranquilo, no podía negar que me sentía extraña, era entendible por todo lo que había sucedido. Ayudo a mi madre en la cocina.

—¿Cómo vas en el trabajo? —Me sorprendo ante su pregunta.

—Bien. La niña es un ángel y me pagan muy bien.

Amo a mi madre, pero siempre fui más apegada a mi papá. Murió hace cinco años a causa del cáncer, fue un momento fuerte, más para mí. Cuando supe de su enfermedad, mi mundo por completo se vino abajo, lo quería conmigo mucho más tiempo. Creo que, si él estuviera vivo, las cosas conmigo hubieran sido distintas, pero no fue así. Dejé mis pensamientos a un lado y seguí cocinando.

Sean estaba en el cuarto que era de mi hermano cuando aún vivía aquí. Tocan el timbre, limpio mis manos y al abrir, mi hermano me mira con la boca abierta y me abraza, lloro, porque de todos es el más considerado y tiene un corazón de oro. Me alejo y le doy un beso a mis gemelos, uno de ellos, Esteban, me muestra sus apenas dientes y no puedo dejar de besar sus regordetes cachetes; el otro, Simón, me mira un poco tímido y se esconde en el cuello de Karla, mi cuñada, la saludo.

Ver a mi hermano me hace darme cuenta cuánto lo había extrañado. Muchos decían que yo era adoptada, si no fuera la copia de mi padre pienso que, en su momento, lo hubiera creído. Mis hermanos eran de piel morena, cabello negro y un poco más altos, yo era la única rubia de mi familia; bueno, contando a mi papá, no era muy alto, pero era rubio en todo y de ojos azules, en todo, salí yo a él.

Mis sobrinos jugaban por toda la casa mientras que mi madre le decía a mi hermano, una y otra vez, que estuviera pendiente. Como a mí, también puso a mi cuñada a ayudarla en todo lo que se necesitara por hacer. Mi celular suena y es de nuevo Alexander, sé que estoy haciendo mal al no contestarle ningún mensaje, pero no sé qué decirle y mucho menos cómo hablarle después de todo lo que pasó entre nosotros; no solamente fueron besos y caricias, esta vez, fuimos demasiado lejos.

Además, llevo un año que dejé de tomar la píldora, aunque dudo que pueda salir embarazada, no quiero arriesgarme. Por eso y otras razones, no he querido hablar con él. En cambio, al único que sí le respondo los mensajes es a Ignacio, se ha portado de maravilla conmigo y me gusta, de cierta manera, hablar con él, es atento y me hace reír y en medio del caos que estoy viviendo con su amigo sus tonterías a veces me alegran el día.

Terminamos. Cuando voy a mi habitación, suena el timbre, mi hermano va a abrir, escucho su voz y se me amarga el día, hasta se podría decir que los años. Entra a la sala y me ve, no dice nada, solo se queda ahí, mirándome fijamente, buscando tal vez algo hiriente para decirme.

—¡Hasta que te dignaste a venir! —Justo como lo pensé.

No le digo nada, volteo a ver a mamá y le pregunto si me puedo ir a mi cuarto, asiente, me lavo las manos y salgo de la cocina dejándola con la palabra en la boca. Subo y me encierro, me acuesto y dejo que la rabia se me vaya un poco. A veces no entiendo a Fernanda, ¡Dios, soy su hermana menor! En vez de apoyarme y estar para mí, lo que hace es juzgarme y hacerme sentir de lo peor. Lágrimas empiezan a caer y odio que me haga sentir como la peor, cuando no lo soy. Ella sabe muy bien cómo pasaron las cosas, me hago bolita en la cama y con el corazón completamente roto, me quedo dormida.

****

Tocan la puerta como si la fueran a romper, abro los ojos, me levanto y abro, me encuentro a Sean.

—¿Se puede saber qué te pasa? Llevo horas llamándote —Toca mi frente— ¿Te sientes bien?

—Claro que sí, solo me quedé dormida ¿Ya llegaron todos? —Me siento en la cama.

—Sí, solo faltas tú —Besa mi frente—. Te espero abajo, flaca.

Sale de mi habitación, me doy un baño rápido, escojo un vestido que compré con Talía, llegaba hasta las rodillas, pegado al cuerpo y dejaba la parte de atrás descubierta. Me hice un moño y me maquillé solo un poco, al verme en el espejo quedé totalmente satisfecha con el resultado. Me puse las sandalias, lista. Agarré mi teléfono y bajé, estaba mi mamá, mi hermano y su esposa, los gemelos, dos tíos que venían de visita y unos primos. Saludo a cada uno, hablé con mis tíos y me preguntaron qué tal estaba mi vida en México, me preguntaron si estaba trabajando, ya que mi bella hermana hizo la tarea de decirle a todo el mundo que yo estaba sin trabajo y pasando necesidad. Estaba molesta con la actitud que estaba teniendo hacia mí, mi madre nos anuncia que vamos pasando a la sala, la cena ya estaba lista.

Mi hermana se levanta y dice que esperemos un momento, que falta alguien. Nos extrañamos, no sabíamos quién podía faltar, si ya estábamos todos. Tocan el timbre y ella sale corriendo a abrir, al entrar esa persona, todos se quedan en silencio y muchos exclaman por la sorpresa. Cuando levanto mi mirada entiendo el porqué, justo en frente de mí está el hombre que me destrozo la vida y que hizo de mí vida un infierno. No podía creer que mi hermana me hiciera esto después de todo lo que pasó entre nosotros y me dolía saber, que mi dolor, fuera causa de burla para ella.

No dejé que su presencia me afectara, la cena transcurrió entre risas por parte de mis tíos, yo no paraba de reír. Sentía cierta mirada en mí y sabía que era él, la cena terminó y me levanté para ayudar a recoger los platos. Al pasar por su lado, cuando voy a agarrar el suyo, toma mi mano; lo miro, aparto su mano bruscamente y me fui a la cocina. ¡Cuánto lo odio! No sé cómo pude dejarme envolver por un hombre como él, jamás debí entregarle mi corazón, sabiendo cómo era.




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