Si fueras ella

CAPÍTULO 42

ALEXANDER

Violeta no salía de mi cabeza y las ansias de verla, aumentaban. Mi secretaria me llama para informarme que el avión estaba listo, preparo la maleta, no estaré muchos días, solo quiero saber de Violeta y traerla conmigo. Teniendo todo listo, agarro mi maleta y bajo, nadie estaba despierto, solamente el chófer que me iba a llevar al aeropuerto. Al salir de casa el frío me recibe, estos cambios de clima suelen estresarme mucho, me subo al auto y nos vamos, el viaje se me hace tedioso.

Al llegar, solo esperan por mí. Subo al avión y reviso el teléfono, pero no había señal de Violeta. Serena era la única que sabía de este viaje, no quise comentarlo con mi madre, no quería que me hiciera mil preguntas al respecto; la quiero, pero a veces me estresa.

Me informan que ya vamos a despegar, me acomodo y me coloco el cinturón, le digo a una de las chicas que me traiga algo para comer. Instala la mesa y coloca mi desayuno junto con un jugo de naranja, le doy las gracias y se retira, empiezo a comer mientras leo el periódico. Por lo general, siempre dicen algo de mí en la página de entretenimiento; al parecer, encontraron a alguien con peor reputación que la mía. Termino, retiran todo y me relajo, espero no equivocarme en lo que estoy haciendo, cierro mis ojos y me duermo.

****

Escucho de fondo una melodía que me encanta, abro los ojos, necesitaba esas horas de descanso.

Me levanto para ir al baño, me lavé la cara y salí, mi guardaespaldas me informa que ya vamos a aterrizar, me coloco nuevamente el cinturón. Cuando ya estamos en tierra, empiezo acomodar todo y verifico que no esté dejando nada, bajo junto a mi guardaespaldas. ¡Jamás pensé hacer esto por ella! Debo estar muy loco o muy idiota, solo estoy seguro de que la deseo y estoy ansioso por tenerla nuevamente junto a mí, tocar su piel y besar sus labios. Me río, esta mujer solo llegó a trastornar más mi vida. Me subo en el auto, el chófer me pregunta a dónde vamos. Aunque quisiera descansar, deseo ver a Violeta y pedirle explicaciones, le digo la dirección.

Su casa quedaba un poco retirada, tardamos en dar con su ubicación hasta que llegamos. Raúl, mi guardaespaldas de hace años, sale primero, me coloco mis lentes de sol. Frente a mí está una casa lo bastante grande, color pastel y una pequeña reja, abro y entro. Busco el timbre, pero no hay nada, así que toco la puerta, escucho ruido, cuando abren me encuentro con una señora de unos cincuenta años o menos, morena y de baja estatura, me ve fijamente.

—Buenas ¿A quién busca? —Cruza los brazos.

—Buenos Días, señora —Me presento—. Soy Alexander, quisiera hablar con Violeta.

—¿Qué tiene que hablar con mi hija? —Una versión adulta de Violeta, genial.

Cuando estoy por hablar, Violeta se presenta y se pone pálida al verme, me río, ¡la había extrañado!

—Alexander ¿Qué haces aquí? —La noto nerviosa.

—Quería hablar contigo, ya que no contestas mis llamadas, creo que esta fue la mejor solución que encontré.

—Violeta —La señora mira a su hija—. Creo que merezco una explicación.

—Y te la daré mamá, pero más tarde —Agarra mi mano— Vamos.

Su madre mira sorprendida a su hija, Violeta me saca casi a empujones de su casa.

Nos detenemos a unas cuantas cuadras lejos, ella me mira enojada.

—¿Qué haces aquí? Estás loco —No entiendo su molestia.

—Vine por ti y ¿así me recibes? Además, me puedes explicar ¿por qué razón le contestas todos los mensajes a Ignacio? Y yo como un estúpido, esperando así sea una llamada.

—¿En serio estás molesto por eso? —Se queja—. Estuvimos juntos, no obtuve una llamada ni un mensaje de tu parte, la molesta debería ser yo. ¡Eres un descarado, Alexander!

—¿Un descarado? —Me acerco a ella—. Seré todo lo que tú quieras, pero vine solamente a verte e intentar arreglar las cosas contigo, te hago sentir única y cada parte de tu cuerpo se enciende bajo mis caricias.

—No lo niego —Sus labios son una provocación—. Pero lo que provoco en ti es mayor, si no lo fuera no estarías aquí.

Me río, acerca sus labios a los míos, extrañaba tenerla así, paso mis manos por su cuello y la atraigo más, necesitaba sentirla, todo mi cuerpo la desea, quisiera tenerla ya, nos separamos.

—¡Te necesito! —Beso sus labios.

—Igual yo, Alexander.

Agarro su mano y la llevo hasta donde está estacionado el auto, el chófer nos abre y subimos. Raúl se fue en el otro auto, queríamos estar solos, la beso nuevamente mientras acaricio sus piernas. Ella mira al chófer, me río, ¡a veces suele ser tan inocente! La acerco a mí mientras la abrazo.

Llegamos al hotel en donde me hospedaré, bajamos y tomo su mano, noto a Violeta un poco ansiosa, su mirada va a todos lados como si quisiera evitar ser vista. Llegamos a recepción, digo mi nombre y el chico lleva mi maleta hasta mi habitación, llegamos. Abre la habitación, le doy su propina y se retira, me causa risa la cara de asombro de Violeta.

La habitación es perfecta, la abrazo, busco sus labios y la beso, no es un beso ansioso, era delicado, quería disfrutar de ella, sentir cómo su piel se eriza a cada uno de mis toques, quiero verla disfrutar. Fue una tortura para mí irme y dejarla sola, pero algo más pasó, algo que mi corazón no quería aceptar y era, que le había entregado mucho más. ¡Jamás había sentido esto con otra mujer! ¡Lo que siento con Violeta me asusta! Lo que me estaba haciendo sentir, estaba confundido, no sabía cómo reaccionar a estas nuevas sensaciones, pero de algo estaba seguro, no quería alejarme de ella, la miro a los ojos y disfruto este momento.




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