Si fueras ella

CAPÍTULO 43

VIOLETA

¡La noche con Alexander fue maravillosa! La manera como me hizo suya, sus labios me hacían sentir en otro mundo, donde solo estábamos nosotros dos. A su lado me sentía segura, después de tener ese momento tan especial nos quedamos dormidos.

***

Abrí mis ojos, ya había amanecido, quise moverme e irme, pero Alexander me tenía agarrada de la cintura, una sonrisa se formó en mis labios. Hasta que la burbuja en la que estaba se rompió y caí en la cruda realidad.

—Anne, Anne… —Alexander no dejaba de llamarla a ella, a su esposa.

Susurraba su nombre con tanto anhelo e intensidad que algo muy dentro de mí se rompió. Me levanté y me cubrí mi desnudez con su camisa, revisé mi teléfono y tenía varias llamadas perdidas de mamá, Sean y mi hermano. A través de las ventanas veo lo hermoso que es Texas, sus calles y su gente. Siempre decía que jamás me iría de este lugar, pero a veces, el dolor hace que tomes decisiones rápidas, sin pensar en las consecuencias. Busqué mis cosas por toda la habitación, me vestí y salí.

Todo lo que pasé con Rodrigo me enseñó a no dejar que ningún hombre me hiciera sentir menos. Alexander causa en mí una debilidad, a sus encantos y a todo lo que en mí produce. Al salir del hotel estaba lloviendo, no me importó mojarme, quería estar sola, para pensar bien lo que haría con respecto a toda esta situación. Caminé un rato por el lugar, cuando levanté la mirada estaba frente a mi casa. Respiré, porque sabía todo lo que se venía cuando abriera esta puerta, pero antes que lo hiciera, mi mamá la abrió junto a mi hermana, se me acercó y me dió una cachetada.

¡No sabía cómo reaccionar! Estaba sin palabras.

—¿No te bastó con arruinar el matrimonio de tu hermana, sino que también te acuestas con un hombre solo por dinero? —¡Jamás la vi tan molesta!

La ignoro y entro a la casa, escucho sus gritos, subo a mi habitación y comienzo a recoger mis cosas, no podía soportar más humillaciones de parte de ella.

—¿Te vas? La verdad duele ¿Cierto, hermanita? —Dice con sarcasmo—. ¡Eres una cualquiera!

—Si soy una cualquiera ¿Por qué tu perfecto esposo no para de buscarme y llamarme desde que llegué? —Me acerco—. Deberías amarrarlo, hermanita —Guardo todo y la miro— Rodrigo no sirve para nada, espero que no sea tarde cuando te des cuenta de que poner por encima lo que éramos, por él, nunca ha valido la pena.

Salí de la casa con mis cosas, estaba cansada de sus reproches. Tomé un taxi, me ayudó con las maletas y nos fuimos. Dentro de mí al venir acá, era para que todo se solucionara, pero ellos jamás me perdonarán lo que hice. ¡Sé que me equivoqué! pero él también falló. ¡Me lastima que me hagan ver como la peor! Solo había un lugar donde me aceptarían y estaban para mí, a pesar de los errores del pasado.

Llegué y al bajar, ella se encontraba regando las flores que tanto amaba; al verme soltó todo y abrió la puerta. Me abrazó, lloré, creo que lo necesitaba, sacar esta sensación de soledad y tristeza que a veces venían a mí con fuerza, me aparta un poco y besa mis mejillas.

—Si vas a llorar, hazlo porque no te compraste el vestido que deseas o porque se te partió una uña al tenerlas pintadas, pero jamás por personas que no merecen que estés así —Me rio.

Escucho una risa y al ver, era Emma, viene corriendo hacia mí y casi nos caemos.

—Vamos dentro, así nos cuentas cómo has estado —Entramos.

Emma estudió conmigo desde la preparatoria, supo desde el comienzo lo que estaba pasando con Rodrigo, era mi tapadera. Muchas veces me arrepentí por hacerle meter en este lío, no se lo merecía y más cuando Fernanda apareció aquí; pero a ella no le importó y me defendió, ha sido mi confidente y una excelente amiga todos estos años. Margaret era su abuela, los padres de Emma murieron cuando ella tenía seis años y ella se encargó de criarla, son dos personas sumamente maravillosas, me aceptaron como un miembro más.

—No puedo creer que tu hermana siga más idiota de lo que antes era. Rodrigo es un mal... —Margaret la mira—. Abuela, es la verdad y después de todo lo que me dijo.

—¿Qué pasó, Emma? ¿Te hizo daño? —No soportaría que algo así pasara.

—Sabes que sé defenderme y muy bien. Al tiempo que te fuiste y no supimos de ti, él fue a la universidad a buscarme, según él, quería que habláramos de lo que había pasado contigo, así que no me preocupé. Pero me esperaba en la entrada todos los días, incluso llegó a venir a la casa, me cansé y se lo dije, hasta que siguió en lo mismo y tuve que poner una denuncia en la policía —Me explica.

—¡No puedo creerlo! Mi hermana lo invitó a la cena que tuvimos en la casa, con solo verlo me daba asco. ¡No lo soporto! —Pasé mis manos por mi cara.

—Deberías irte lo más pronto de aquí, hija —Margaret me agarra las manos— Si estás tranquila lejos de aquí, es lo mejor, ese hombre no está bien y no quiero que te haga daño.

—Dentro de unos días volveré a México, tuve una discusión con mi madre, lo peor que pude haber hecho fue volver —Estaba cansada—. Solo tengo que buscar un sitio donde quedarme.

—¿Estás loca, cierto? —Emma se queja—. Mi casa es tu casa, vamos a mi habitación.

Acomodé mis cosas en el cuarto de Emma, el poco tiempo que me quedaré, estaré aquí, no quiero encontrarme a nadie de mi familia y por los momentos, tampoco a Alexander.




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