Si fueras ella

CAPÍTULO 60

VIOLETA

Había extrañado mucho a Ross, terminé acostumbrada a verla todos los días. Estaba preparando las cotufas para ver una película << "Sí, otra vez, La Sirenita" >> Aunque la viera una y otra vez, siempre la terminaba eligiendo por encima de todas. La dejé en mi habitación mientras preparaba todo. Busco la mesita, coloco la comida, las cotufas y camino hasta mi habitación nuevamente. Llego, ya había colocado la película, dejo todo en la cama y me senté a su lado. Le doy a play, ya me sabía las canciones, ya nos habíamos comido la mitad de las palomitas y la película no terminaba aún.

Después de un rato, cuando intenté moverme, la escucho quejarse, al verla, se había quedado dormida, agarro una toalla y se la coloco. Acomodo un poco el desastre, agarro las galletas y cotufa que habían quedado, llevo todo a la cocina, saco de la nevera lo que voy a hacer para el almuerzo. Talía tenía cita hoy con la Doctora, hoy íbamos a saber el sexo del bebé, ¡estaba emocionada! Quería ya tenerlo en mis brazos y poder consentirlo. ¡Jamás pensé que de mi boca salieran tales palabras! Ross ha hecho renacer en mí, ese amor que jamás pensé tener hacia los niños. Ya terminada la comida, me limpio las manos y voy a despertarla, me arrodillo, acaricio su cara con cuidado y la llamo, ella abre los ojos.

—Es hora de despertarse, mi amor—Bosteza y la llevo al baño.

Se lava la cara, salimos y tomo su mano, la llevo al comedor, le sirvo la comida y le ordeno que se lo termine todo, ella ríe, comienza a comer. Mientras que Ross está almorzando, acomodo la sala, limpio los muebles y varios estantes, el olor a polvo llega a mi nariz, una repentina alergia comienza, así que decido parar. Me siento en una de las sillas al lado de Ross, ella termina y me pide permiso para ver la televisión, la ayudo a bajarse, se va corriendo y se sienta en el mueble, le pongo sus comiquitas favoritas y sigo con la limpieza. Cuando todo está terminado, estoy más que agradecida con el resultado, ahora sí parece un hogar.

Al estar sin trabajo, ahora me dará tiempo de acomodar la casa cada vez que pueda. Talía con su embarazo, puede hacer varias cosas, pero no todas, pero me ayuda en lo que puede. Me limpio el sudor y me siento con Ross, veo mi reloj, son las tres de la tarde, entre un rato debe venir Alexander a buscarla. Me levanto y voy a cambiarme, me quito la ropa, me meto en el baño, el agua está fría, pero me relaja, así quedo unos cuantos minutos hasta que recuerdo que Ross está afuera y sola. Me visto lo más rápido que puedo, salgo de la habitación con el cepillo en la mano para peinarme, mi pequeña está concentrada en lo que está viendo en la televisión, me siento y comienzo a peinarme.

Tocan la puerta, al abrir, era Alexander, pero esta extraño, hasta creo que hay cierta molestia en él. Me hago a un lado para dejarlo pasar, le ofrezco agua y me dice que no, llamo a Ross y ella me mira, cuando le hago seña a donde está su hermano, se levanta y camina hacia él.

—¿Ocurrió algo?

—Todo perfecto, Violeta —Carga a Ross—. Gracias por todo.

Lo veo alejarse y se me parte el corazón, jamás pensé volver amar a alguien con tanta intensidad como lo hice con Rodrigo. Quise jugar un juego que sabía que me traería bastantes problemas, pero el mayor, fue enamorarme del hombre más frío y arrogante. Me duele estar alejada de él, pero más me duele ver que para él, yo simplemente soy un objeto sexual, no me quiere y jamás me va a amar como yo lo amo a él; mi celular suena y al ver, es Ignacio, al ver su nombre, no pude retener las ganas de llorar, me lastima que Alexander me importe cada día más.

Me siento en el mueble abrazando mis piernas mientras que lloraba, solo quería sacar lo que tenía guardado desde que fui a Texas. El dolor que me causa mi familia es mínimo, comparado al dolor que siento por Alexander, su indiferencia. Hay días que siento que puedo poner mi amor y corazón en sus manos, pero hay veces que desconozco al hombre que es. Pero no puedo exigirle nada, desde el primer momento me dejó las cosas claras de lo que quería de mí, pero fui tan tonta de querer más de lo que él podía ofrecerme.

Me sequé mis lágrimas y me levanté, así sea con el corazón roto debía seguir adelante. Fui al baño, lavé mi cara, estaba roja, al salir y buscar una toalla para secarme, sentí unos ruidos. Decido salir de mi habitación para ver qué pasaba, siento la mirada de alguien en mí. Cuando lo veo, mi corazón comienza a latir desesperadamente, es Daniel, se veía que no estaba bien, empecé a sentir miedo.

—¿Dónde está Talía? ¡Dile que nos vamos! —Me grita— Ella no le va a poner un padre a mi hijo.

—Daniel —Lo intenté calmar—. Ella no está.

—¡No me pidas que me calme! —Sus manos llegan a mi cuello— Es mejor que vayas a buscarla.

Sentía que me faltaba el aire, llevo mis manos a las suyas para quitarlas, pero él era más fuerte. Le daba golpes para intentar alejarlo, pero él solo se reía. Cuando sentí que mi vida acabaría ahí, me soltó, caí al piso mientras respiraba con dificultad, me dolía mucho, él me miró y me dejó ahí, sola. No podía más, busqué como pude el celular y llamé a Ignacio, con un poco de dificultad, le pedí que viniera a la casa y dejé caer el teléfono.

Cuando Ignacio llega, me ve en el suelo, llorando, se arrodilla. Lleva sus manos a mis piernas y me levanta, me lleva al mueble y me deja ahí.

—Dios ¿Qué te pasó, Violeta? —Al ver mi cuello, se lleva sus manos a la cabeza, está molesto —¡Tienes marcas!




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