VIOLETA
Marcos y Talía se despidieron de mí, el conserje temprano nos había hecho el favor de cambiar la cerradura y me sentía un poco más tranquila, cerré la puerta y fui a mi habitación para irme preparando para cuando viniera Alexander.
Elegí un vestido corto y ajustado, hoy quería verme hermosa para él, me planché el pelo, me maquillé, me pinté los labios de rojo, me puse los tacones y al ver mi reflejo en el espejo me sentí hermosa. Agarro mi cartera y guardo el teléfono, apago la luz, cierro la puerta, busco en la nevera el jugo que dejé anoche y no lo encuentro. ¡Bendita Talía! Sabe muy bien que me molesta cuando hace eso. Busco algo para comer mientras espero a Alexander, encuentro unas galletas de chocolate y las tomo, me siento en el mueble a esperar. A los diez segundos recibo un mensaje de Alexander que ya viene, me quedo revisando mis redes sociales, tocan la puerta, al abrir, era el, está muy guapo, se acerca a mí y me besa. Cierra la puerta, se acerca a mi cuerpo, yo trato de respirar y pongo mis manos en su pecho.
—A veces eres tan apasionado que me cuesta llevarte el ritmo.
Él se ríe.
—Todo el día sin verte y te veo con ese vestido, no pude aguantar —Me toma de la cintura.
—Claro, culpa al vestido —le doy un último beso y salimos del apartamento.
Al salir de la residencia, un frío me atrapo y cruzo mis brazos. Alexander me lleva al auto y entro, mientras habla con Raúl, retoco mi labial. Ale entra y su mirada se detiene en mis piernas.
—De verdad sabes cómo llamar mi atención, preciosa —Sus manos agarran mi mentón y muerdo mis labios a causa de la excitación que siento.
Acaricia mis piernas y los nervios aumentan, él solo me sonríe, la ciudad está activa está noche, el auto se detiene y el chófer nos abre la puerta, salimos del auto y me quedé sin aire al ver lo majestuoso que es el restaurante. Él toma mi mano y caminamos a la entrada, un hombre bastante mayor, se inclina al ver a Alexander y este palmeó su hombro a modo de saludo. Nos lleva a nuestra mesa y nos sentamos, un chico de la edad de Marcos nos saluda y nos entrega la carta. No entiendo el nombre de varios platos, solo reconozco uno y es porque es mi favorito.
Alexander ve duda en mí y me explica cada plato y lo que contiene, al final, termina eligiendo él. Nos traen el vino, nos llenan nuestras copas, bebo y disfruto de lo rico que está, la noche pasó entre risas y comentarios subidos de tonos, su picardía y la manera que me hace sentir deseada me gusta mucho.
Nos trae nuestra comida y gimo cuando pruebo esta exquisite, no íbamos a durar mucho en el restaurante ya que me tenía otra sorpresa, terminamos la cena y nos ponemos de pie y salimos. El chófer nos abre la puerta y le entrega una cajita color rosa a Alexander, no le di tanta importancia y entramos. Él me sienta en sus piernas y me besa, sus manos acarician mis piernas, siento deseo y algo más que no logro descifrar, estaba tan desesperada que no me importaría entregarme a él en este momento, no fue necesario ya que el chófer nos hace saber que llegamos. Al bajar del auto, acomodo el vestido y arreglo mi cabello, levanto la mirada y el hotel era impresionante, el más caro de México, ni en mis más locos sueños, imagine estar a solo segundos de entrar. El vestíbulo y la decoración me dejaron sin palabras, la mujer que nos atiende saluda a Alexander de forma coqueta y él ni presta atención a sus coqueteos, cuando Ale está por tomar las llaves, lo hago yo y le guiño un ojo a la estúpida secretaria, alejándome con mi novio con una sonrisa de victoria en mis labios.
Alexander abre la puerta y creo que me quedaré sin palabras con la habitación también. Todo es tan perfecto, la decoración y cada detalle que hace que todo sea como me lo imaginé. Alexander me abraza por detrás y su mentón queda en mi hombro, quiero llorar, jamás nadie se había esmerado por sorprenderme como él lo está haciendo. Sus manos acarician mi abdomen, mi cintura y cierro los ojos dejándome llevar por lo que me provoca este hombre, baja el tirante de mi vestido y besa mi cuello, no creo soportar más. Me gira y su boca me recibe, no es brusco, es paciente y me gusta. Me lleva a la cama y me hace sentar, me quita los tacones, después hace lo mismo con el vestido y cuando estoy totalmente desnuda delante de él, se queda observandome como si fuera una obra de arte delante de sus ojos.
—Eres un Ángel.
Una lágrima baja por mi mejilla y él la limpia con besos que me hacen estremecer cada rincón de mi cuerpo.
Se colocó entre mis piernas y las separó más, dejando que seamos solo uno, encajamos tan perfectamente que siento como si estuviera viviendo un sueño. Sus movimientos son lentos, llenos de paciencia, como si quisiera disfrutar y hacerme sentir las cosas que no me dice con palabras. Mis gemidos son fuerte y juntos llegamos al orgasmo.
Las palabras que llevaba atascadas en mi corazón desde hace meses salen sin previo aviso.
—¡Te amo, Alexander!
Levanta la mirada y en sus ojos observó miedo, terror y culpa. Sale de mi y se queda mirando un punto fijo, no me dice nada y la tensión aumenta cuando se gira quedando de frente a mi.
—No puedes amarme, no soy un buen hombre —Me reclama, como si entregarle mi corazón fuera un delito.
—¿Por qué? —me acerco a él—. Eres el mejor hombre del mundo, mereces que te amen y yo lo estoy haciendo, no dejes que el pasado…
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Editado: 07.12.2025