VIOLETA
El día llego, jamás pensé en irme y menos en estas circunstancia. Al ver las maletas, siento que algo en mí se rompe. Aunque me duela sé que es lo mejor, la puerta se abre y entra Marcos junto a Talía, quien viene corriendo hacia mí. Desde hace una semana que les informé que ya tenía fecha para mi viaje, no he parado de llorar, no quiero separarme de ellos, pero necesito estar sola y lejos. Marcos nos abraza y así nos quedamos un rato, hasta que escuchamos que tocan la puerta, debe ser Ignacio, pasaría por mi para irnos al aeropuerto. Aunque le insistí miles de veces que no era necesario que fuera conmigo, no me hizo caso. Marcos me ayuda con la maleta y salimos del cuarto, Talía abre y era él, creo que llegó la hora.
—Quiero que estés bien y me prometas que te portarás bien y no sacarás de sus casillas a Marcos —Ella se ríe y me abraza—. Te amo, gracias por todo lo que has hecho por mí.
Talía comienza a llorar.
—Te extrañaré mucho, espero que podamos volver a vernos muy pronto y puedas sanar tu corazón para volver a tu verdadera familia.
Beso su mejilla y miro a Marcos.
—¡Cómo quisiera haberte evitado todo este dolor! —Marcos toma mis manos— Eres una mujer fuerte, vas a salir de esto, te amo hermana.
Ignacio agarra mi maleta y la lleva a su auto, nos dimos el último abrazo y salgo del apartamento. Espero haber tomado la decisión correcta, subo al auto y por última vez veo lo que fue por tantos años mi hogar. Ignacio toma mi mano, una sonrisa aparece en mis labios, sé que no estoy sola.
Cómo si fuera el destino, no hubo tráfico y llegamos con tiempo al aeropuerto, nos iríamos en su avión privado, no queríamos que Alexander sospechara nada, aunque supiera lo de mi viaje no creo que le importe, al final se va a casar con la mujer que siempre fue para él.
Nos subimos y una chica sumamente guapa se le queda mirando, a veces Ignacio suele ser muy despistado, nos indica nuestros asientos, nos ofrece algo para beber y le pido un vaso de agua.
—¿Estás nerviosa? —Me mira.
—No es fácil dejar toda tu vida atrás.
Lo veía un poco nervioso, se movía de forma desesperada y sus labios se abrían queriendo dejar salir las palabras que desea decirme.
—¿Qué sucede? Tu tía ya no quiere recibirme ¿Es eso? —Esto no puede estar pasando.
—No, ella está encantada —Vuelvo a respirar—. Necesito decirte algo de Alexander, es que…
—No quiero saber nada de él —Lo cortó—. El ya decidió, ahora me toca a mí.
—¿Segura?
—Segura.
No hablamos más, nos informan que debemos colocarnos el cinturón de seguridad que ya vamos a despegar, el piloto nos saluda y va a su puesto, unos minutos más tarde estamos volando por los aires. Le pido a Dios que me dé fuerzas y sané mi corazón, cierro los ojos y me quedo dormida.
****
Me estiro y Ignacio no está a mi lado, escucho una puerta siendo cerrada y al girar, era él, besa mi mejilla y se sienta.
—Dormiste lo suficiente para no dormir en varios días —Me sonrojo ante sus palabras.
—No soy yo, es el bebé —Le hago un puchero.
—Aunque te ves encantadoramente adorable, no te creo —Agarra mis cachetes y me rio.
En todo el viaje me la pase durmiendo, comiendo y hablando con Ignacio de cosas triviales, las horas pasaron rápido y sin fijarnos de la hora, la azafata nos informa que ya hemos llegado a nuestro destino y estoy muy nerviosa. El avión aterriza y abren la puerta, bajamos, los guardaespaldas de Ignacio se encargan de nuestras maletas y nos dirigimos a la salida, una limusina está estacionada y el chófer abre la puerta en cuanto nos ven.
Nos subimos y después entra mi amigo, el chófer arranca y nos adentramos en las calles de España. El país es mucho más hermoso, nada que ver en lo que te muestran en las fotos, sus calles, parques, todo es espléndido. Me quedo maravillada viendo todo y Ignacio se ríe al verme tan fascinada.
Llegamos a una casa lo bastante grande para vivir toda una familia, nos bajamos y caminamos hasta la entrada, nos abre un tipo alto, más que Ignacio, blanco y con una barba como la de papá noel, nos saluda y entramos. Nos lleva a la sala, era el mayordomo, pensé que no existía algo así en estos tiempos, veo una señora muy guapa que nos recibe con una sonrisa. Se acerca a mí, sin conocerme y mucho menos saber de mí, me abraza, la verdad se siente bien, es una sensación de calidez y ternura que me hace querer estar así toda una vida, ella se separa y me da dos besos en la mejilla.
—¡No sabes lo feliz que estoy de tenerte aquí! Como te lo habrá contado mi guapo sobrino, soy una mujer viuda, la mayoría del tiempo estoy sola con cuatro gatos —Busca por toda la sala a los animales—. Bueno, en algún momento aparecerán ¿Como te llamas linda?
—Violeta, Señora —Le respondo algo tímida.
—Tía Florencia..
—Te callas —Apunta a Ignacio con un bastón que tiene—. Llevo meses sin saber de ti, eres un ingrato.
El levanta las manos y se va, a lo que supongo es la cocina, dejándome sola.
—Mi nombre es Florencia de Carses, un gusto conocerte. Tía del desgraciado que se acaba de ir, estás en tu casa —Me sonríe—. Si buscas un lugar donde sentirte en paz, llegaste al lugar correcto.
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Editado: 26.12.2025