ALEXANDER
2 MESES DESPUÉS
Dos meses han pasado desde que Violeta se fue y no he podido dar con ella. Contraté al mejor detective y nada, es como si la tierra se la hubiera tragado. Intenté hablar con Talia, imaginé que con ella las cosas serían diferente, pero no fue así. Me trató de la peor manera y sé que merezco cada una de sus insultos, pero ya la vida me está tratando de la peor manera desde que la mujer que amo no está a mi lado.
Ignacio había llegado hace un mes y seguía igual conmigo que cuando se fue. Cada vez que le preguntaba el motivo de su distanciamiento me decía que no pasaba nada y solo hacía que me molestará más con él. La puerta de mi oficina se abre y entra Serena. Me levanto y saludo a Serena con un breve abrazo. Desde el caos que se formó en la cena de nuestro supuesto compromiso, no había querido hablar con ella. Me sentía incómodo, ya que no es fácil para ninguna mujer ser rechazada delante de familiares y amigos.
—¡Hasta que por fin te veo la cara! He ido varias veces a tu casa y tu madre no ha querido hablar conmigo —La invitó a sentarse—. ¿Están peleados?
—Me mudé hace un mes —Abre los ojos y me río por su reacción—. No soportaba más sus sermones, su control y aunque me dolió dejar a mi hermana sola, no podía seguir en la misma casa con ella.
—Me siento feliz por ti —Me sonríe—. ¿No sabes nada de Violeta?
—Nada, en México no está, estoy seguro de eso —Miro de reojo la foto de ella que tengo desde hace unos días en mi oficina—. He intentado hablar con sus amigos pero no me quieren decir nada. Me pongo en su posición y hasta yo me odiaría, trate muy mal a Violeta. No merecía tanto dolor.
—No te juzgues de esa manera —Toma mi mano—. Los dos merecen una segunda oportunidad y la tendrán, pero sigue buscándola, no dejes de luchar por ella, Alexander.
Le agradezco su apoyo, se ha comportado como una verdadera amiga. Ya eran las doce del mediodía, como ella y yo no habíamos almorzado, decidí pedir comida a domicilio, no quería salir, así que decidimos comer aquí en la oficina. La secretaría abre la puerta y deja entrar al repartidor. Coloca las bolsas en la mesa junto a las bebidas, le pago yo para no perder tiempo y sale. Me siento y Serena ordena nuestros platos, pedimos comida china. No tardó en probar un bocado ya que tenía mucha hambre, desde hace un mes he sentido una necesidad de comer de todo, sobre todo dulces. Algo que jamás fue adictivo para mí.
—¿Le sucede algo a Ignacio? —me dice, mientras bebe agua—. No me habla, parece molesto.
—Conmigo está igual, se la pasa ahora pegado al teléfono. Llega a la hora que le da la gana y se va sin avisar. No toleraré más su mala actitud.
Aunque es mi mejor amigo, no puede tener ese comportamiento y dar un mal ejemplo a los empleados. Si tiene problemas conmigo, bueno, lo arreglaremos aparte, pero que no descuide el trabajo que tiene.
Lo observo pasar y me levanto, esto se va a acabar hoy. Serena me intenta detener y no se lo permito. Al salir, lo llamo, se detiene y su espalda se tensa. Se gira y me mira molesto.
—¿Otra vez vas a irte en el horario de trabajo? Llevas una semana así —Los empleados a nuestro alrededor siguen en sus trabajos, pero se que está pendiente de lo que está sucediendo.
—¿Algún problema? No eres mi madre para pedirte permiso cada vez que me da la gana de salir —Su manera de alzarme la voz me enfurece más, jamás me había hablado de esa manera y menos en la oficina.
—Pero soy tu jefe —Me acerco a él—. Así que tienes que acatar las normas de la empresa como todos.
—Ojalá te hubieras preocupado así por Violeta —Aprieto los puños y lo miro.
—¿Repite lo que dijiste? —Lo empujo, si quiere que lleguemos a los golpes no me importa, pero no permitiré que menta a Violeta en nuestros problemas—. Hazlo, pedazo de imbécil.
—¿Imbécil yo? —Se ríe con sarcasmo—. Por lo menos jamás he lastimado a ninguna mujer.
—No hagas que me olvide que somos amigos —Lo amenazo—. Si no sabes lo que pasó entre Violeta y yo, será mejor que cierres tu boca. No tienes que recordarme lo imbécil que fui con ella, mi mente me lo recuerda a diario.
Él se queda callado y sé que no me dirá más nada. Lo conozco. Salgo de la empresa y Serena se queda con él. Camino por varias horas y visualizo un Bar, entro en el. Necesito aliviar este dolor que siento, me senté en la barra y le pedí al mesero que me trajera lo más fuerte que tuviera. No puedo seguir así, ella es mi vida, la necesito conmigo. Unas cinco copas me tomé, aunque hubiera querido que fueran más y olvidarme un poco lo que estaba pasando, no podía, tenía que volver a la empresa. Dejé el dinero y salí.
Saqué de mi bolsillo del pantalón un caramelo de menta y me lo metí en la boca, no quería dar una mala impresión, era lo único que me faltaba para cerrar con broche de oro hoy. Entré a la empresa molesto por todo lo sucedido con Ignacio. La puerta de mi oficina estaba abierta, ingresé y me siento. Encendí la computadora y me llega un correo, lo leo desde mi teléfono. Estaba invitado a asistir a un evento muy importante en donde reconocen empresarios jóvenes que han llegado muy lejos gracias a su empeño y dedicación en cada área a la que se dedican. Sabía de qué se trataba, mi padre fue varias veces con mi madre y fue ganador de múltiples premios por su gran cerebro a la hora de hacer negocios.
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Editado: 26.12.2025