Si la Tierra y los Cielos fueran Humanos
Ocurrió que los humanos de aquellos tiempos, en lugar de regocijarse entre maravillas y milagros, acusaban injustamente a quién, a cambio de eso, les daría lo que se convertiría en lo más importante para sus existencias.
Y a cambio nosotros; Los Cielos y La Tierra... ¡¡¡queríamos destruirlos!!!
Yo, la Tierra, quise tragármelos hasta mis confines más profundos por cada herida que le hicieron; porque la ira y el dolor me consumían con cada gota de su sangre que cayó sobre mí.
Y los cielos quisieron hacer descender sobre ellos los fenómenos más grandes para barrerlos sobre la faz; pues, estaban lastimando a nuestro querido Señor.
Pero nos dijo: ¡¡¡Parad!!!
Y en su momento no entendíamos cómo nos estaba deteniendo si lo estaban matando injusta y cruelmente.
Queríamos ayudarlo, estábamos tristes y molestos; Pero Él siguió deteniéndonos y no teníamos nada que hacer excepto obedecer, pues era su voluntad y para nosotros su voluntad era ley.
Así lo hicimos y obedecimos...
Hasta que… estaríamos ante el acto más horrible, triste y doloroso que hemos presenciado desde nuestra creación hasta la actualidad.
Ya qué, inevitablemente… los humanos acababan de matar a nuestro Señor…
Y yo… y yo... yo no encontraba que hacer, era tan estruendoso y tan grande el dolor y la ira que todo en mí temblaba; todo en mí se agitó, y ciertamente de verdad les digo que desde el más pequeño grano de arena, desde la más pequeña gota de agua, hasta el árbol más grande en mí; no dejó de revolcarse en lágrimas y tristeza.
Los vientos que caminaban dulcemente en mí se volvieron locos, perdiendo en ellos todo rumbo, chocando de aquí para allá porque les faltaba el aliento de su Señor.
Y los cielos... ellos... ellos lloraban como un niño desvalido, porque su amado Padre les había sido arrebatado, y como consuelo para ambos, hizo descender nubes para cubrir toda luz en mí, haciéndo parecer el día noche, vistiendo mis paisajes de nubes negras; ¡Porque ese día a causa de su muerte, nosotros, su creación, estábamos de luto!
Y así estuvimos hasta que volvimos a sentir su presencia.
Pero… ÉL todavía no nos explicaba el por qué de sus obras, porque eran un misterio para nosotros; pero nosotros confiamos en ÉL.
Entonces puedo decir que los cielos y yo somos grandes, pero por más grandes que seamos, no nos comparamos con el dolor que sentimos ese día por su muerte.
Entonces también podemos decir que su muerte fue por una razón mucho más grande que nosotros y nuestro dolor.
Así finalmente logramos comprender que si somos grandes, y nuestro dolor es mucho mayor; cuánto más sería el amor de nuestro Señor por los humanos, que realizó el acto más amoroso que ha existido en toda la historia de la creación.
Así también pudimos comprender que incluso en todo lo creado y en todo lo inconmensurable; nada se puede comparar con el amor que nuestro Señor siente por los humanos.
Así que si fuéramos humanos, ese sería nuestro dolor, pero también nuestra alegría; porque seríamos el motivo de tal acto de perdón, una Salvación donde se nos da todo a cambio de nada, porque seríamos el motivo de tanto amor.
Así también podríamos decir qué...
"Que si los cielos y yo fuéramos humanos, seríamos los más afortunados de toda la existencia, por que fuéramos herederos del mayor amor de la creación, portadores de la luz más pura, y también porque disfrutaríamos del lujo más caro, más fino y más hermoso de toda la historia del universo".
“Pues, si fuéramos humanos, tendríamos la oportunidad de ser llamados hijos de Dios.
¡Oh! Bienaventurados y benditos los humanos, qué bienaventurados son sólo por serlos”.