Había abandonado al vaquero
O él me había abandonado a mí, porque después decirle que no me iría de este pueblo solo soltó un gruñido y se dio la vuelta.
Y es ahora que culpo a mi noche de insomnio que me lleva a pensar en el hombre que me apuntó con un arma.
No sabía su nombre, pero él sabía todo de mí. En esa carpeta que leyó están todos mis datos médicos, financieros y mis contratos. Esa última me avergüenza un poco. Espero que no haya leído los títulos. Solo sabía que tiene un arma, es policía, aunque nunca me mostró su placa. Me podría estar mintiendo y lleva unas botas dignas de vaquero y estaba empezando a escuchar los ruidos de sus animales. Por lo que debe de tener una granja. Una de las grandes, escuché a los caballos, vacas, ovejas y creo que a un oso, pero no creo que sea de él. O si.
tengo que hablar con Cindy
Cuando llegué por la oscuridad de la noche o porque fui amenazada por su arma, no pude visibilizar el gran granero que hay al lado de la casa principal y el corral para sus animales. Se parece al lugar donde viven los protagonistas de las novelas que leo. Solo que los protagonistas no apuntan con un arma de fuego a sus protagonistas y tampoco les prohíben vivir en sus casas. Que ellas mismas compran. Bueno, el vaquero tenía sus razones para no dejarme vivir aquí.
Me rindo y salgo de mi improvisada cama en el piso. La única cosa que compré para mi nueva casa fue un colchón. Uno de los buenos, de los que cinco personas pueden dormir en ellos. Iba a pasar más de tres días en mi auto y la primera cosa que quería hacer después de llegar a mi destino era ducharme y luego dormir en un buen lugar. No fue mi caso. Por más que haya gastado casi el mismo dinero de lo que me salió el colchón para su traslado a tiempo.
Son las cinco a. m., mis ojos no parecen querer cerrarse, no hay razones para que me quede despierta, mis cosas no las puedo desempacar porque no es seguro que pueda quedarme a vivir aquí. Aunque hace unas horas me mostré buena frente al vaquero, mi cabeza había estado ideando algunos planes para llegar a un arreglo de unos meses y no una semana como le había pedido y todavía podía jugar la carta de mi abogado y que arregle este pequeño problema para mí. Pero eso es más dinero que ya no quiero gastar con mi abogado y tal vez un problema mayor.
No quiero más problemas de abogados
Con mi computadora y mi segunda taza de té en la noche regreso a la cocina, tal vez pueda adelantar un poco de trabajo para mis editoras o encontrar alguna cosa que me distraiga. Mis planes eran que si no podía dormir el primer día, trataría de desempacar mis ropas porque no traigo muebles, cosas para la cocina o productos de limpieza. Solo un trapo y un producto para limpiar el armario en caso de que tenga tierra. La tiene.
Por la noche acomodaba mis pocas cosas y durante el día compraría todas las cosas necesarias para mi nuevo hogar. Era un buen plan. Era el plan ideal. El plan que hace toda persona después de mudarse. No era mi caso. Nunca es el mío. Siempre me tiene que ir mal. En todo
Cuando estoy por preparar mi tercera taza de té, un ruido me saca de mi ardua tarea y mis ojos se clavan en la gran ventana que hay en la cocina que tiene una gran vista hacia las montañas y a la puerta del granero de mi vecino. ¿Premio o castigo?
El vaquero, posible policía, que me apuntó con su arma. Parece ser la hora en la que se levanta a trabajar porque lleva un cinturón alrededor de su cadera con lo que parecen ser herramientas y lleva una especie de cable o alambre colgado en uno de sus brazos.
Trabajo duro para un hombre duro.
Yo no acabo de pensar eso
Largo un bufido y sigo con mi tarea de preparar mi taza de té, pero cambió mis planes y voy por el café. Necesito algo más fuerte. Pero el vaquero notó que lo estaba observando.
Y su mirada tiene un gran peso sobre mi.
Mi vista se clava en mi nueva encimera y trato de fingir que estoy muy concentrada batiendo mi café que no puedo notarlo y, en un momento de toda mi actuación, no me di cuenta de que decidió caminar hacia mi ventana y dar un suave golpe que casi hace que tire mi preciada taza.
Me llevo una mano a mi acelerado corazón y abro la maldita ventana. Este hombre está decidido a matarme.
—¿Por qué sigue tratando de matarme?— susurré para mis adentros cuando finalmente logré abrir la dura ventana, solo se quedó ahí de pie observándome. Cerró sus ojos un momento y me dio otra de sus miradas asesinas. Estaba claro que no sabía suavizar su mirada.
–No estoy tratando de matarte
–¡Son las cinco de la mañana! No son horas para que te aparezcas así —lo señalé, capaz estaba siendo exagerada porque lo había visto, pero no creía que quería ¿hablar conmigo?-- y con un martillo—, el cual estaba en su mano y no en su cinturón donde debería estar.
–Estás despierta, niña. Mis hermanos quieren verte
¿Ahora?
Parece ser que eso también lo dije en voz alta, porque vuelve a fulminarme y agrega– A las 8 en la cafetería de la ciudad y si fuera tú llevaría a tu abogado.
Mi abogado. Llamar a mi abogado no entraba en mis planes.
No podía seguir gastando dinero en abogados.
—¿Ustedes llevarán a su abogado?—Me animé a preguntar y me sorprendí al notar que mi voz temblaba. Iba a perder mi nueva casa.
–Sí, pienso recuperar mi casa.
Era un hecho.
Iba a perderla.
Editado: 12.10.2025