Si lo permite la vida

Agujero negro

Ayer vi un documental sobre agujeros negros. Que misteriosos son; hacen que la imaginación vuele. Fenómenos astronómicos a los que ninguna partícula, ni siquiera la luz, puede escapar debido a su poderosa fuerza gravitatoria... Si hay algo de temer en el universo: es un agujero negro.

¿Qué se sentirá estar en uno? Ver solo oscuridad, inquietante, solitaria y silenciosa; la nada absoluta. Debe ser escalofriante tanto aislamiento y, sin embargo, son tan atrayentes. Parece que los seres humanos somos los únicos que quedamos prendados de aquello que puede destruirnos. Las otras especies huyen del peligro, nosotros nos enamoramos de él.

Así me enamoré de ti, de lo grande que te veías, siempre seguro y enseñándome de todo, aconsejándome incluso cuando no te pedía que lo hicieras, y empujando para que siguiera tus indicaciones. Primero lo hacías como si fueran sugerencias, pero de a poco, se volvieron órdenes que, de no obedecer, resultaban en el castigo de tu indiferencia y tu desamor.

Que temible eras.

Siempre imaginé los agujeros negros como una experiencia fuera de este mundo, pero tras escuchar sobre ellos, creo que uno me atrapó en la tierra, absorbiéndolo todo: tú.

Tú fuiste mi agujero negro. La atracción que ejerciste sobre mí fue tan grande que me convirtió solo en un pedazo de metal ante el poderoso imán; un clavo inútil que fue a fundirse contigo.

Lo peor, es que sí tenía una pared donde estar y servir. Y se me olvidó.

Si algo recuerdo del tiempo a tu lado es despertar sin descansar.

Dormir angustiada, preguntándome qué había hecho mal.

Luego tus besos y caricias.

Un cóctel del que me volví adicta.

¿Cómo llegué ahí? Me lo he preguntado tanto. Solo sé que nada más importaba estando dentro.

Dejé de enfadarme cuando te burlabas de mí o me criticabas, creo que fue cómo comenzó. En lugar de hacerte ver tu falta de consideración, la vergüenza inundó mis días. Nunca fui buena respondiendo a las agresiones. De pequeña, mis compañeros de escuela se burlaban sin que pudiera defenderme. Contigo fue peor: antes de las burlas me diste juramentos de amor que me desarmaron.

¿En qué momento me hiciste sentir tan poca cosa para creer que aquello era bueno y que no te merecía? Todavía no lo sé y eso me mastica el cerebro. Últimamente no he podido pensar en otra cosa.

No debí dejar de lado a la gente que me amaba. A mi papá. A mis amigas que nunca recuperé.

A pesar de lo mucho que ha pasado, y del tiempo, todavía no tengo el valor de llamarle a Nancy y decirle que me perdone. Nunca quise acusarla de querer dañar mi relación contigo. Ahora sé que lo que me dijo fue porque ella vio algo que yo no quise aceptar: Tú no me amabas, más bien, estabas a un paso de odiarme.

Por eso entiendo menos: ¿por qué quedarte hasta las últimas consecuencias? ¿Por qué no dejarme? ¿Por qué proponerme matrimonio?

Si tanto me aborrecías, debiste irte antes. ¿O es que como a los gatos: te gustaba jugar con tu ratón?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.