Si Me Dejas Amarte

Capítulo 5 - Isaías

"𝑆í, 𝑠𝑎𝑏𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑜 𝑢𝑛 𝑟𝑎𝑡𝑜 𝑚𝑖𝑟á𝑛𝑑𝑜𝑡𝑒

𝑇𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑏𝑎𝑖𝑙𝑎𝑟 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑔𝑜 𝒉𝑜𝑦 

𝑉𝑖 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑢 𝑚𝑖𝑟𝑎𝑑𝑎 𝑦𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑙𝑙𝑎𝑚á𝑛𝑑𝑜𝑚𝑒

𝑀𝑢é𝑠𝑡𝑟𝑎𝑚𝑒 𝑒𝑙 𝑐𝑎𝑚𝑖𝑛𝑜, 𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑜 𝑣𝑜𝑦 

𝑇ú 𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑖𝑚á𝑛 𝑦 𝑦𝑜 𝑠𝑜𝑦 𝑒𝑙 𝑚𝑒𝑡𝑎𝑙

𝑀𝑒 𝑣𝑜𝑦 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑦 𝑣𝑜𝑦 𝑎𝑟𝑚𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑝𝑙𝑎𝑛

 

 

 

𝑜𝑙𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑟𝑙𝑜 𝑠𝑒 𝑎𝑐𝑒𝑙𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑙 𝑝𝑢𝑙𝑠𝑜."

𝐿𝑢𝑖𝑠 𝐹𝑜𝑛𝑠𝑖.

Miré por encima de mi hombro de manera disimulada para ver si ya se había ido y efectivamente ya caminaba en dirección a su casa. Me sentía un idiota mirándola a escondidas mientras se iba, pero no podía perderme su andar descontracturado, y siendo sincero, quería comprobar si ella también se giraba para mirar de nuevo. Pero no…no lo hizo.

Me sorprendí tanto al verla más temprano, del otro lado de la puerta que me costó unos segundos prestar atención al resto de los detalles. Tenía el pelo recogido en un moño desalineado con algunos mechones cayendo por los costados de su rostro completamente acalorado. Sus mejillas estaban coloradas por el calor y ese toque en ellas, resaltaba sus ojos color miel, notándose casi de un color amarillento que no había visto antes. 

Pero el vestido...joder. Me tuve que contener una vez más de no descender por todo su cuerpo para no perder detalle de cada centímetro de la prenda que la vestía. No terminaba de descifrar si se veía sexy, o delicada, ardiente o también aniñada. Era una mezcla tan perfecta que maldije en mi interior el estar mirándola con aquellos ojos. 

Si de algo estaba seguro era de lo poco probable que era que ella me mirara de la misma manera. 

Me obligué a desviar la vista de Pilar y me metí en la casa. 

Del cielo al infierno. Así se sintió. 

Para mí sorpresa, mamá estaba sola en la cocina y Juan, en la sala dibujando algo que parecían animales. Pero no había rastros de mi progenitor. 

-    Eso está quedando de cuadro, Juani. Me encanta. – Dejé un beso sobre su cabeza.

-    Me dijo tu padre antes de ir por su siesta, que habías salido. ¿Quién vino a verte? – Habló mamá mientras me acercaba a ella.

-    La hija del señor Luis, quería…quería pasar a dar las gracias por lo de ayer. -Comenté quitando hierro al asunto y piqué un poco de la zanahoria que mamá cortaba.

-    Entiendo, por eso tuviste que irte a otro sitio para hablar con ella…¿sientes vergüenza de nosotros, hijo? -

Su pregunta me tomó desprevenido. La miré y noté en sus ojos la tristeza por el convencimiento que sentía sobre la respuesta a su pregunta.

-    Mamá, no digas eso – la pegué a mi pecho abrazándola- del único que siento vergüenza es de él. Ojalá no estuviera en nuestras vidas para poder recibir aquí a quien quiera sin miedo a que él diga o haga algo que me lleve a reaccionar como no quiero.

-    Isaías, es tú padre. 

-    Es el que puso la semilla para que yo naciera. Un padre es más que eso, mamá. 

-    Su infancia fue…

-    Nada -la corté antes de que siguiera con el mismo discurso de siempre – no pienso discutir contigo ahora por su culpa también. Nada justifica lo que hace. Nadie nace sabiendo ser un padre pero tampoco nadie nace sabiendo ser un mal padre. Él eligió. 

Y dicho aquello, tomé el girasol que antes había dejado sobre la mesada de la cocina y se lo di. 

-    Pilar trajo esto. Sé que son de tus flores favoritas. Bueno, la mayoría lo son. Pero plántalo, cuídalo, es tuyo ahora.

-    Es precioso, hijo. Pero fue un regalo para ti, por lo que hiciste por ella.

-    Todo lo que soy te lo debo a ti, mamá. Iré a ducharme. Te amo. – Di media vuelta y me metí en el baño para darme una buena ducha, necesitaba agua fría para bajar el calor que había traído de afuera. 

***

Por la noche, viendo que todo iba tranquilo, decidí que sería buena idea despejar un poco la cabeza. Al final me lo pasaba trabajando, o en casa siempre nervioso por lo que pudiera suceder. 

Más temprano le había marcado a Raúl para quedar en la discoteca de siempre. La más cercana y concurrida por los jóvenes de la zona. Me molestaba demasiado el resto de los sitios nocturnos abarrotados de gente ebria, prefería algo menos escandaloso. 

Me di una ducha rápida luego de cenar y me vestí con unos jeans negros, una camiseta blanca y por encima, una camisa abierta con una mezcla de tonos verdes que me gustaba lo suficiente como para usarla. No era muy detallista en esas cosas, pero me gustaba ir bien. Al menos cuando podía salir de casa y sacarme los trapos que vestía en el trabajo.

Me tomó nada más que veinte minutos caminar hasta allí, luego de la salida a carretera que teníamos desde la zona rural, eran apenas unas calles para llegar al centro.

Pasaban las diez de la noche cuando ingresé al local y ya se podían apreciar varias mesas ocupadas. Otros pocos sentados en la barra y algunos valientes en la pista tirando pasos al son de la música. 

Visualicé entre los pocos de la barra, que Raúl ya me esperaba mientras bebía cerveza y miraba su móvil distraído.

 

-    Colega, llegaste temprano. – Se giró al escuchar mi voz y ambos nos saludamos con un choque de puños como solíamos hacer. 

-    Llevo solo diez minutos aquí. ¿Qué tal tú? 

-    Pues bien, lo de siempre, ya sabes…viviendo entre la mierda pero haciéndolo increíble por mamá y Juan. – Respondí sincero pero sin dar demasiado detalle. 

No me gustaba hablar de mi vida con nadie, ni siquiera con Raúl. Éramos colegas desde niños y como hermanos desde el instituto; lo habíamos acabado un par de años atrás, pero seguíamos igual de unidos. Aún con los horarios cruzados que teníamos, por mi trabajo y la carrera de Raúl, cada tanto nos hablábamos para quedar y pasarlo bien un rato.

-    Vale, nada de penas y mierdas hoy, lo pasaremos pipa y mañana será otro día. ¿Qué te pido?

-    Agua para mí. 

-    Pero, joder… ¿He salido con mi hermana pequeña o con un colega? Una cerveza no deja ebrio a nadie, Isaías. Descontractura un poco.




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