"¿𝑆𝑒𝑟á 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑙𝑎 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑒 𝑡𝑖?
¿𝑆𝑒𝑟á 𝑞𝑢𝑒 𝑡ú 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖é𝑛 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑦 𝑒𝑠 𝑝𝑒𝑜𝑟?
𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑎𝑏𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖 𝑛𝑜𝑠 𝑗𝑢𝑛𝑡𝑎𝑚𝑜𝑠
𝑁𝑜 𝑛𝑜𝑠 𝑜𝑙𝑣𝑖𝑑𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑦 𝑒𝑠𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟."
𝐵𝑒𝑟𝑒𝑡.
Canción sugerida por mi querida lectora Noemí Galeano ❤️
- Disculpa, ¿cómo has dicho?
- He dicho que noté tu sorpresa al verme. Imaginé que no sabías que estaba invitado.
- Ahhh eso…
- ¿Qué habías entendido? – Pregunté haciéndome el confundido.
- No, pues eso, que sí. Que me ha sorprendido verte ahí detrás, tan, tan…esto, tan… – sus manos no paraban quietas, algo que comenzaba a ponerme de los nervios.
- ¿Tan qué, Pilar? – La corté serio, dando un paso más hacia ella y mirándole fijo a los ojos.
De pronto una seguridad y una necesidad imperiosa por cuestionarla y saber más de sus pensamientos habían calado hondo dentro mío.
No sabía por qué motivo. O en verdad sí… Desde que llegué a la boda (tarde) no pude hacer más que mirarla. Me había obligado durante la caminata de casa hasta allí, a mantenerme alejado de ella. Pero bastó con verla ahí de pie, ejerciendo su rol de dama de honor junto a sus hermanas y otras chicas que no lograba reconocer, con esa emoción en su rostro y aquel vestido que le hacía verse tan bonita, para permitirme al menos el permiso de mirarla desde las sombras.
Al menos yo lo había logrado disimular mejor. En cambio ella, poco sabía sobre mirar sin que se note. Su mirada y la transparencia de esta la delataban por completo.
- Tan elegante, eso. – Respondió con evidente inseguridad en sus palabras.
- Prefiero mis trapos para el trabajo. Definitivamente me siento más cómodo.
- Lo imagino. Yo...debería ir para recibir a los novios. Ya sabes todo eso del baile y las fotos.
- La verdad es que no, no sé mucho. Es mi primera vez en una boda. – Mi confesión la sorprendió, no pudiendo disimularlo en su rostro una vez más.
- No puede ser. ¿Nunca antes has participado de una?
- No.
- ¿De ningún tío o pariente lejano?
- Que no.
- ¿Ni de algún amigo de la infancia que haya sentado cabeza?
- ¿Comprendes lo que es una primera vez? – Mi pregunta sonó más seria de lo que pretendía. O quizás yo la formulé mal.
Las mejillas de Pilar se tornaron de un tono más rojizo y aquello me resultó demasiado tierno como para dejarlo pasar.
- Te has puesto colorada. – Afirmé, sonriendo.
- ¿Pero qué dices? – Bufó pretendiendo sonar molesta pero por el contrario, noté sus nervios.
- Tranquila, no me refería a esa primera vez.
- Ts, yo que pensaba que me estabas proponiendo algo… -negó con la cabeza, mordiéndose el labio al mismo tiempo que sonreía.
Y luego de soltar aquello como si nada, pasó por mi costado y siguió caminando hasta el lugar donde la pista de baile estaba ubicada.
Yo me quedé de piedra donde estaba. No sabía cómo pero la conversación había tomado un rumbo que no esperaba. Mucho menos que pretendía, no con ella al menos. Sin embargo, cuando más la sentí nerviosa, más carácter me demostró, dejándome en jaque con aquella respuesta.
Por alguna razón me encontré imaginándome con Pilar de una manera íntima, personal. Como no había hecho hasta el momento. Estaba fijo que me atraía algo en ella, no sabía si eran sus maneras de contestar, su naturalidad para decir lo que piensa, o qué. Tantos encuentros, tantas casualidades…el río, la visita en casa, la discoteca, el incidente en su casa cuando casi se cae, y ahora esta conversación.
¿Cómo era posible que durante años jamás hubiese tenido la oportunidad de cruzarla de manera tan directa y ahora de pronto el destino me enfrentaba a ella constantemente?
Me reproché mentalmente por darle tantas vueltas a algo que no tenía sentido. Llevaba días intentando evitarla hasta en los pensamientos y sucedía todo lo contrario. Y no sabía si era la boda, lo emotiva que fue o qué carajos, pero de pronto ya no veía tan necesario mantenerme apartado de ella.
Hice a un lado todos esos pensamientos confusos y me dirigí hasta la zona de la fiesta. Caminé solo, con ambas manos en los bolsillos de mi pantalón, observándolo todo con orgullo.
Habíamos construido una especie de salón al aire libre. Con detalles en la iluminación que daban el toque especial y romántico a la velada. Varias mesas rodeaban el espacio verde elegido para el festejo, donde se había colocado también un enorme cuadrado de madera en el centro que iba fijo en el césped para oficiar de pista de baile y de esa manera poder bailar cómodamente.
Me ubiqué donde encontré lugar. Algunos otros empleados del campo estaban en la misma mesa así que me dispuse a conversar con ellos de temas casuales que fueron surgiendo a lo largo de la tarde.
Bebí un cóctel delicioso que servían para los que preferíamos no consumir alcohol, o aquellos que habían ido como conductores designados. La comida también era notoriamente de alta categoría y la música de ambiente era agradable. Incluso la que comenzó a sonar después para que la fiesta se prendiera del todo.
No había estado tan errado en concurrir. Después de tanta duda, lo estaba pasando bien, y en casa todo marchaba demasiado tranquilo, por lo que tampoco encontré impedimento desde ese lado como excusa.
En un momento dado me encontré buscándola con la mirada por todo el lugar. Hacía rato que no le veía pasar pero entendía que era parte de la familia del novio y eso la volvía también anfitriona de aquel evento.
Ya había perdido el hilo de la conversación y la verdad es que era poco fanático de hablar sobre el trabajo fuera del trabajo. Así que me levanté de mi sitio con el cóctel en mano y decidí ir a dar una vuelta por ahí.
- Isaías, has venido. – Me di vuelta en dirección a aquella voz. Luis estaba allí, reluciente y con los ojos llenos de alegría.
- Así es, señor. Su hijo estuvo bastante insistente y no me lo podía perder para nada.- Sonreí con amabilidad.