Si Me Dejas Amarte

Capítulo 11 - Pilar

"𝑀𝑒 𝑑𝑎 𝑖𝑔𝑢𝑎𝑙 𝑠𝑖 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟
𝑆𝑖 𝑡𝑒 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑜 𝑎 𝑣𝑒𝑟, 𝑛𝑜 𝑣𝑜𝑦 𝑎 𝑐𝑟𝑒𝑒𝑟
𝑌𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑒𝑟á 𝑚𝑖 𝑐𝑢𝑙𝑝𝑎, 𝑛𝑜
𝑁𝑜 𝑣𝑜𝑦 𝑎 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑎𝑟, 𝑑𝑖𝑟é 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑜𝑦 𝑏𝑖𝑒𝑛
𝐴𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑟𝑒𝑎𝑙
𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑓𝑜𝑛𝑑𝑜 𝑦𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑜𝑦 𝑚𝑎𝑙
𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡á 𝑚𝑎𝑙 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑠𝑖𝑛 𝑡𝑖
𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖𝑛 𝑡𝑖 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑒𝑠 𝑖𝑔𝑢𝑎𝑙."

𝐴𝑖𝑡𝑎𝑛𝑎.

 

Durante todo el trayecto a casa la sonrisa no se desdibujó de mi rostro ni un segundo. Me sentía feliz y segura, todo se había dado mejor de lo esperado y no veía la hora de que llegara la tarde para estar con él nuevamente.

Apenas llevaba unos días conociendo a Isaías, sin embargo, había algo que me hacía sentir especial con él. Diferente al resto. 
Es verdad que no soy una experta ni mucho menos en todo esto de los sentimientos, pero sabía reconocer las señales que el cuerpo y el corazón me enviaban.

Quería hablar con mamá urgente. Era la primera vez que iba a salir con un chico y siempre había prometido contarle cuando eso sucediera. A pesar de que aún no fuera nada formal, porque precisamente acordamos tomar todo con calma, mamá debía saberlo.

Me sentía agradecida de tener los padres que tenía. Siempre había podido contar con ellos. Hasta la última vez, que fui temerosa a decirles que había decidido no entrar a la universidad de medicina. Quería estudiar, no tenía dudas de eso, pero no encontraba mi vocación. Al menos no en este momento de mi vida donde debía tomar semejante decisión.

A papá le costó entenderlo, siempre fue el más controlador y para nada fanático de los cambios. Pero su última experiencia con mi hermano, cuando este se le plantó dejándole en claro que no quería dedicarse al fútbol, lo había hecho mejorar en ese aspecto. Le costaba, sí, pero ahí estaba mamá, especialista en nada pero experta en muchas cosas, para hacerle entender que como padres, su deber era escucharnos, respetarnos y confiar. 
Mamá sabía cómo llegarle, no en vano llevaban eligiéndose todos los días desde hace 26 años.

Durante la caminata comencé a sentir el cansancio en el cuerpo. El estrés por la boda, todo lo acontecido con Isaías, la noche mal dormida y haber amanecido sobre el rocío de la noche, comenzaban a pasarme factura. 
Necesitaba llegar, tomar una ducha y dormir hasta tarde.

Diez minutos después entré en la casa intentando hacer el menor ruido posible. No quería despertar a nadie, ni mucho menos que notaran que no estaba en casa. 
Caminé atravesando la sala para ir al sector de las habitaciones cuando le sentí hablar, provocándome con eso que el corazón se me saltase un latido a causa del susto.

-    Espero que tengas una buena explicación porque anoche te salvé el culo.

-    Joder, Irene, me has dado un susto de muerte. - Murmuré bajito, llevándome la mano al corazón.

Irene: la mayor de mis hermanas mujeres, la que seguía en edad a Gael, la que se había independizado primera que todos y ya estaba felizmente recibida y trabajando de lo que amaba. Siempre hay una cuadradita en toda familia, en la nuestra era ella. Jamás se equivocaba, siempre responsable y estudiosa.

Irene estaba de novia desde que tenía uso de razón, sin embargo no estaba muy deseosa de formar una familia en plan boda, hijos, etc. “Cada loco con su tema” repite mamá siempre, por lo que yo solo respetaba sus elecciones mientras fuera feliz. Muchas cosas no las compartía pero eso es parte de lo que nos hace diferentes, así que bienvenidas las diferencias y el respeto ante ello.

-    Lo siento. No pensaba ausentarme más de la cuenta pero…

-    Pero. Pero te he visto ir detrás del peón de papá como loca. Luego todos comenzaron a preguntar por ti, vi que no te ibas a regresar pronto, entonces solo les dije que te habías sentido muy cansada y te habías ido a dormir.

Mi hermana estaba en el sofá de la sala, en pijamas y con cara de pocos amigos. Irene era estricta y bastante dramática para mi gusto, pero prefería lidiar con ella que darles explicaciones a papá y mamá por no haber dormido en casa.

-    No le digas así. Es un trabajador más, como tú. Y...y no te preocupes que no he hecho nada. Solo nos quedamos dormidos en el campo. - Comenté para quitarle preocupación a mi querida hermana.

-    Pilar…

-    Hablo en serio. Además no es asunto tuyo. Gracias por cubrirme pero si lo harás en plan de tener el poder para juzgarme, entonces ya puedes ir yendo a contarle a todos. Me da igual.

Seguí el camino pasando por su lado pero me detuvo, impidiendo que pudiera continuar el rumbo. La sentí suspirar y acto seguido me abrazó.

-    No te juzgo, Pilar, pero Dios mío. Ya comenzaba a preocuparme mucho. Lo siento, los nervios…

-    No, yo lo siento. Debí avisar – correspondí a su abrazo entendiendo que se hubiese preocupado – al menos a ti o Isa. Pero de verdad que no fue planeado.

-    Ya veo. - Se separó luego del tiempo necesario y se frotó las sienes de la cabeza denotando cansancio y algo de estrés.

-    Ve a dormir. Estás destruida. – Noté su mirada reprobadora pero sin decir nada más se acercó de nuevo, dejó un beso en mi mejilla y se fue a su habitación de siempre pero la cual ya no usaba. Solo en ocasiones muy puntuales, como esta. Con todo lo de la boda había preferido pasar la noche aquí.

-    Primera y última vez. – Murmuró dándose vuelta para verme desde el pasillo, apuntándome con el índice en señal de advertencia.

Sonreí asintiendo y tirándole un beso como agradecimiento por haberme salvado.

Al final las hermanas estábamos para ese tipo de cosas también y de la experiencia surgía el entendimiento. Irene ya con sus 23 años había pasado por todo lo que yo estaba viviendo. Supo escaparse de casa para verse con su chico y otras tantas cosas de las que había sido testigo. Las hermanas mayores cumplen un poco ese rol de madres más permisivas; sabiendo cómo y dónde estás, te dejan vivir la vida prohibida. Esa que a mi parecer, cuanto más se impide, más se hace crecer la curiosidad por conocer. Yo prefería que me dejaran lo más libre posible, con riesgo a caer, pero sabiéndome segura de a quién recurrir para ayudarme a levantar.




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