"𝑌 𝑐𝑒𝑙𝑒𝑏𝑟𝑎𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡á 𝑣𝑖𝑣𝑎
𝐸𝑥𝑝𝑙𝑜𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑙𝑖𝑏𝑒𝑟𝑡𝑎𝑑
𝑃𝑎𝑟𝑎 𝑠𝑎𝑛𝑎𝑟 𝑙𝑎𝑠 𝒉𝑒𝑟𝑖𝑑𝑎𝑠
𝐶𝑜𝑛 𝑝𝑢𝑟𝑎 𝑒𝑙𝑒𝑐𝑡𝑟𝑖𝑐𝑖𝑑𝑎𝑑
𝐶𝑜𝑛 𝑝𝑢𝑟𝑎 𝑒𝑙𝑒𝑐𝑡𝑟𝑖𝑐𝑖𝑑𝑎𝑑."
𝐴𝑟𝑗𝑜𝑛𝑎.
Un ruido molesto y de lo más inoportuno hizo que despertara antes de lo que hubiese querido.
La cabeza me daba vueltas, sentía el cuerpo transpirado y los rayos del sol colándose por la ventana me jodían aún más la mañana. No quería levantarme, no quería y no encontraba motivos para salir de mi cómoda cama cuando parecía que aquello era lo único que calmaba un poco todo el malestar que sentía.
Giré sobre mi cuerpo para cambiar la postura, sintiendo como el estómago se me daba vueltas provocándome una necesidad imperiosa por vomitar. ¿Había querido cambiar de posición en la cama o estaba en una montaña rusa y no me había enterado?
Solo sé que salí disparando para el cuarto de baño del que disponía en mi habitación. Levanté la tapa del wáter y caí de rodillas casi sin lograr contenerlo.
El alma entera expulsé por la boca. El ácido se apoderó de mi garganta haciéndola arder y la cabeza comenzó a zumbar aún más, si es que eso era posible.
¿Qué carajos pasaba? No lograba conectar más de dos imágenes seguidas de la noche anterior. Solo estaba segura de haber ido a la discoteca de siempre con mis amigas. Dato que había sido confirmado cuando casi paso por encima de ellas para venir hasta el baño.
Me puse de pie cuando me aseguré de que nada más iba a escapar por mi boca. Lavé esta con abundante agua y cepillé mis dientes intentando quitar el mal sabor que vomitar me había dejado. No había cosa más asquerosa que eso.
- Pili, ¿estás bien? – La voz adormilada de mi amiga Ángeles hizo que mirara en su dirección a través del espejo.
- Lo estaré. Solo recuérdame no volver a beber así jamás.
- Lo haré, amiga. Pero, ¿qué ha pasado? La mayoría de edad te pegó fuerte.
- Mierda, no lo sé. Debo tener menos retención de alcohol que un mosquito. Solo necesitaba…disfrutar.
- Y sí que lo hiciste. En un momento de la noche te subiste a la barra y…
- ¿Qué? ¿Qué hice? – La miré directamente esperando una explicación.
¿Cómo era posible que una bebida fuera capaz de hacer a uno perder la consciencia al punto de olvidarse de casi una noche entera? Algo así debería estar prohibido. O más bien, deberíamos de venir con un radar capaz de detectar cuando nuestro cuerpo ya no puede seguir ingiriendo alcohol o entonces el riesgo de actuar en contra de lo que haríamos sobrios aumenta estrepitosamente. Anoté aquella idea en mi libreta mental para algún día patentar aquel invento.
- Nunca te había visto así. Quisimos frenarte pero no alcanzaste a beber más de 3 vasos y ya estabas de pie ahí arriba. Meneando ese culo tan generoso y sexy. Que por cierto, fue el protagonista de la noche.
- Madre mía, me quiero morir ahora mismo. – Salí del baño y me senté en el borde de la cama buscando una explicación a mis acciones.
- Vamos, Pilar. Tampoco es para tanto. Estábamos contigo, no íbamos a dejarte sola. Bebiste un poco de más pero, ¿quién no lo hace en la noche que cumple sus 18 años?
- No lo sé. Pero suena estúpido.
- Bueno, un poco lo eres eh…
- Ja – ja – ja – contesté irónica.
- ¿Le cuentas tú o le cuento yo? – Dijo Noe ahora mirando a nuestra amiga y aquello hizo que me sienta aún más perdida.
- ¿Qué me diga el qué?
- Dile tú. – Contestó Angie.
- Has hecho un striptease delante de todo el mundo y la policía ha tenido que bajarte de allí arriba. Nos trajeron a tu casa en la patrulla y luego ellos hablaron con tus padres.
No, no, no. No podía ser. Mis padres. Maldita sea si así comenzaba a disfrutar de mis 18 años. Jodiéndolo todo con ellos y haciendo el ridículo en este pueblo donde todos nos conocíamos.
Las miré intercaladamente a una y a otra buscando más explicaciones. Como si ellas fueran las responsables de que yo haya actuado así.
- ¡Qué es broma, tía!
Las dos comenzaron a reír a carcajadas y yo no supe qué hacer; si reír con ellas, golpearlas a ambas, o volver a tirarme a la cama para seguir durmiendo.
- Serán gilipollas. – Estiré el brazo hasta el cabezal de la cama y tomé la almohada para estamparla de un golpe contra el rostro de una de mis amigas. No conforme con eso tomé impulso nuevamente y le di a la otra. –
Menuda mañana de mierda tengo sintiéndome así y encima se les da por hacer chistecitos.
- Andaaaa… – la más bromista de mis amigas, Noe, intentó cubrirse el rostro pero por fin terminé dándole un golpe más. Eran golpes de amor - así nos tratas después de cuidarte toda la noche.
Me detuve cuando creí suficiente mi represalia. Las tres nos miramos y empezamos a reír juntas. Aquel par eran como mis hermanas. Desde pequeñas inseparables para todo. Lo bueno y lo malo también.
- Deberías darte una ducha para ir a desayunar. Tus padres están con los preparativos. ¿Recuerdas?
- Cómo no, el maldito almuerzo de cumpleaños.
- No hables así. Son tus padres y han organizado esta celebración con mucho cariño para su princesa chiquita. – Se burló la menor de mis amigas provocando que la mire con mi peor cara.
- Lo que menos quiero hoy es ser parte de una comida en la que seré el centro de atención.
- Anoche no decías lo mismo
- Tú no te metas, Noe. Eres la menos indicada para hablar.
Noe era la más grande de las tres, por unos meses, pero era la mayor. Luego seguía Angie y por último estaba yo. Siempre compartimos cada cosa que nos pasaba. Pero, valía aclarar que éramos bastante tranquilas y sanas.
Noe vivía con sus padres, tenía un hermano más pequeño y se había matriculado para estudiar medicina. En algún momento fue algo que planeamos las dos, pero a pocos días de inscribirme, decidí tomar otro rumbo. Admiraba a mi amiga, era independiente a pesar de la familia que tenía detrás, era segura de sí misma y los chicos hacían fila para estar con ella. La castaña más solicitada de toda Pamplona.