𝑌𝑜𝑢 𝑡𝑢𝑐𝑘𝑒𝑑 𝑚𝑒 𝑖𝑛, 𝑡𝑢𝑟𝑛𝑒𝑑 𝑜𝑢𝑡 𝑡𝒉𝑒 𝑙𝑖𝑔𝒉𝑡𝑠
𝐾𝑒𝑝𝑡 𝑚𝑒 𝑠𝑎𝑓𝑒 𝑎𝑛𝑑 𝑠𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑎𝑡 𝑛𝑖𝑔𝒉𝑡
𝐿𝑖𝑡𝑡𝑙𝑒 𝑔𝑖𝑟𝑙𝑠 𝑑𝑒𝑝𝑒𝑛𝑑 𝑜𝑛 𝑡𝒉𝑖𝑛𝑔𝑠 𝑙𝑖𝑘𝑒 𝑡𝒉𝑎𝑡
𝐵𝑟𝑢𝑠𝒉𝑒𝑑 𝑚𝑦 𝑡𝑒𝑒𝑡𝒉 𝑎𝑛𝑑 𝑐𝑜𝑚𝑏𝑒𝑑 𝑚𝑦 𝒉𝑎𝑖𝑟 𝒉𝑎𝑑 𝑡𝑜 𝑑𝑟𝑖𝑣𝑒 𝑚𝑒 𝑒𝑣𝑒𝑟𝑦𝑤𝒉𝑒𝑟𝑒
𝑌𝑜𝑢 𝑤𝑒𝑟𝑒 𝑎𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠 𝑡𝒉𝑒𝑟𝑒 𝑤𝒉𝑒𝑛
𝐼 𝑙𝑜𝑜𝑘𝑒𝑑 𝑏𝑎𝑐𝑘
𝑌𝑜𝑢 𝒉𝑎𝑑 𝑡𝑜 𝑑𝑜 𝑖𝑡 𝑎𝑙𝑙 𝑎𝑙𝑜𝑛𝑒, 𝑚𝑎𝑘𝑒 𝑎 𝑙𝑖𝑣𝑖𝑛' 𝑚𝑎𝑘𝑒 𝑎 𝒉𝑜𝑚𝑒
𝑀𝑢𝑠𝑡 𝒉𝑎𝑣𝑒 𝑏𝑒𝑒𝑛 𝑎𝑠 𝒉𝑎𝑟𝑑 𝑎𝑠 𝑖𝑡 𝑐𝑜𝑢𝑙𝑑 𝑏𝑒
𝐴𝑛𝑑 𝑤𝒉𝑒𝑛 𝐼 𝑐𝑜𝑢𝑙𝑑𝑛'𝑡 𝑠𝑙𝑒𝑒𝑝 𝑎𝑡 𝑛𝑖𝑔𝒉𝑡
𝑆𝑐𝑎𝑟𝑒𝑑 𝑡𝒉𝑖𝑛𝑔𝑠 𝑤𝑜𝑢𝑙𝑑𝑛'𝑡 𝑡𝑢𝑟𝑛 𝑜𝑢𝑡 𝑟𝑖𝑔𝒉𝑡
𝑌𝑜𝑢 𝑤𝑜𝑢𝑙𝑑 𝒉𝑜𝑙𝑑 𝑚𝑦 𝒉𝑎𝑛𝑑 𝑎𝑛𝑑 𝑠𝑖𝑛𝑔 𝑡𝑜 𝑚𝑒
𝐶𝑎𝑡𝑒𝑟𝑝𝑖𝑙𝑙𝑎𝑟 𝑖𝑛 𝑡𝒉𝑒 𝑡𝑟𝑒𝑒
𝐻𝑜𝑤 𝑦𝑜𝑢 𝑤𝑜𝑛𝑑𝑒𝑟 𝑤𝒉𝑜 𝑦𝑜𝑢'𝑙𝑙 𝑏𝑒
𝐶𝑎𝑛𝑡 𝑔𝑜 𝑓𝑎𝑟 𝑏𝑢𝑡 𝑦𝑜𝑢 𝑐𝑎𝑛 𝑎𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠 𝑑𝑟𝑒𝑎𝑚
𝑊𝑖𝑠𝒉 𝑦𝑜𝑢 𝑚𝑎𝑦 𝑎𝑛𝑑 𝑤𝑖𝑠𝒉 𝑦𝑜𝑢 𝑚𝑖𝑔𝒉𝑡
𝐷𝑜𝑛'𝑡 𝑦𝑜𝑢 𝑤𝑜𝑟𝑟𝑦 𝒉𝑜𝑙𝑑 𝑖𝑛 𝑡𝑖𝑔𝒉𝑡
𝐼 𝑝𝑟𝑜𝑚𝑖𝑠𝑒 𝑦𝑜𝑢 𝑡𝒉𝑒𝑟𝑒 𝑤𝑖𝑙𝑙 𝑐𝑜𝑚𝑒 𝑎 𝑑𝑎𝑦
𝐵𝑢𝑡𝑡𝑒𝑟𝑓𝑙𝑦 𝑓𝑙𝑦 𝑎𝑤𝑎𝑦."
𝑀𝑖𝑙𝑒𝑦 𝐶𝑦𝑟𝑢𝑠.
La vida era injusta. Aquella oración se había convertido en mi frase de cabecera diaria durante los últimos dos meses.
La vida era injusta y podía experimentar en carne viva las pocas ganas que tenía de seguir viviendo dicha vida.
Los primeros días me había permitido estar mal, no tener ganas de nada y dejarlo ser creyendo que con el pasar del tiempo todo iría mejorando poco a poco.
Pero no fue así. Lejos estaba de ser así. Por el contrario, cada día se tornaba aún peor, de hecho cada minuto que pasaba se me hacía más difícil seguir adelante.
No podía describir con palabras cómo me sentía. No había manera de explicar lo que se siente cuando de la noche a la mañana, la persona más importante en tu vida te deja para siempre.
Eso había hecho papá. Solo con pensar en la palabra "papá" el pecho se me cerraba y la angustia se apoderaba de mí. Me dolía respirar y me dolía pensarlo.
¿Por qué la vida tenía que ser tan injusta? ¿Por qué tenían que robarme al hombre de mi vida de aquella manera y tan tempranamente? Papá siempre fue un buen hombre, papá ayudaba a todos, papá nos quería a todos.
¿Cómo es posible que un hombre tan sano de pronto decidiera no despertar en la mañana? Pasando de un sueño a otro y dejándonos a todos completamente destruidos.
Estoy segura de que nadie puede ni siquiera entender lo que se siente si no lo vivió. La desesperación me invade cada vez que entiendo y repito mentalmente que papá no está más, no está más y tampoco volverá. Y digan lo que digan, no hay edad suficiente para entender la muerte de un padre.
Cerré los ojos con fuerza sentada en mi escritorio y volví a recordar aquel día, como cada madrugada al despertar, siendo lo primero que viene a mi mente haciéndome dar cuenta de que todo fue real. Que papá no está más conmigo y que ya no tendría conmigo a la persona que más me entendía. Ya no habrá más charlas sentados en el escalón de la entrada, ya no más cabalgatas durante el atardecer. Ya no más de nada. Nunca más le iba a ver, nunca más le iba a sentir la voz ni su risa. Y joder, dolía como la mierda.
La noche anterior me había visto con Julio, mi ahora ex novio. El muy cretino había decidido semanas atrás, que no podía lidiar conmigo deprimida, según él. ¡Ja! Lindo momento había elegido para dejarme, después de un año y medio juntos y proyectos a futuro.
Sin embargo, lo de Julio no me cambió en nada. De haber sido antes de lo de papá, de seguro hubiese sentido todo eso del corazón roto y las ganas de llorar viendo una peli romántica. Pero mi corazón había quedado destruido la misma mañana en la que sentí los gritos desgarradores de mamá.
Había dormido poco, a Julio y a mí nos gustaba pasar los ratos íntimos en su casa. Poco andábamos por la mía y no me gustaba que se quedara en mi habitación. Papá no estaba muy de acuerdo con nuestra relación porque decía que no se fiaba de él. Hoy me doy cuenta de la razón que tenía... Siempre tan sabio pero igualmente respetuoso.
Llegué tarde entonces, me tiré a dormir algunas horas y antes que el despertador hiciera lo suyo para hacerme saber que ya tocaba ir al trabajo, fue mamá la que lo hizo.
Jamás voy a olvidar su dolor en aquellos gritos de desesperación. Sin siquiera haber salido de mi habitación, supe que había pasado lo peor.
Aquel dolor solo podía venir de una mujer a la que le habían arrebatado al amor de su vida. Mamá se durmió abrazada de papá, despidiéndose con un tierno beso e intercambiando los te amos de siempre. Mamá se durmió con papá feliz, recordándole que era la mujer de su vida, para despertarse con la nueva realidad de que ese hombre ya no estaba allí.
Salí corriendo aún sabiendo que estaba en camisón. Avancé por el pasillo con el corazón latiendo a mil por hora. De pronto la escena delante de mis ojos fue digna de una película: Lina se llevaba a los niños para que no lograran entrar. Mamá seguía llorando a gritos desde dentro y Gael justo en el mismo instante en el que yo quise entrar, él salió para prohibirme el paso.
A pesar de su intención por evitarme el paso, agradecí que estuviera justo allí tan temprano en la mañana. El día anterior habían quedado con mamá para dejarle a los niños, ya que Lina tenía unas analíticas por el embarazo a primera hora.
No lo vi como una causalidad. Definitivamente algo o alguien en el más allá, quiso que no estuviéramos solas con mamá al despertar.
- ¡¡Déjame, déjame, déjame!! - Grité como loca sacudiéndome con fuerza para zafarme de los brazos de Gael.
Me sostenía con fuerza y a través de nuestros cuerpos pude sentir lo rápido que le iba el corazón a mi hermano. Y entonces entré. En ese momento no fui consciente de nada más que de él. Mi papá. Mi papá se había ido, el cuerpo estaba sobre aquella cama, inerte y sin alma.
Papá no estaba ahí. Pero al mismo tiempo, su rostro sereno era el mismo que me había amado durante 26 años. Aquel día comenzó mi pesadilla.
La puerta del consultorio se abrió trayéndome a la realidad nuevamente. Un hombre de unos 30 y largos con una niña de unos 6 años entraron junto a un pequeño cachorro que a simple vista parecía ser un caniche.
Tenía su mota de pelo color marrón. Una bola de pelos pequeña y bastante tierna. Pero a diferencia de otras veces, el animal no fue lo que acaparó mi atención; la manera en la que aquella niña miraba a su padre me conmovió. En algún momento yo tuve ese tamaño y miré con los mismos ojos llenos de orgullo a papá. Un papá que ya no estaba.