Si Me Dejas Amarte

Capítulo 16 - Isaías

 

"𝐴𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑚𝑒 𝒉𝑎 𝑑𝑖𝑐𝒉𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑠𝑜𝑙𝑒𝑑𝑎𝑑
𝑆𝑒 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑡𝑢𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠
𝑌 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑢 𝑏𝑙𝑢𝑠𝑎 𝑎𝑡𝑜𝑟𝑎 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜𝑠
𝑄𝑢𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟a𝑠

𝑇𝑒𝑛é𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑟𝑒𝑛𝑑𝑒𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑝𝑢𝑠𝑒 𝑡𝑢𝑠 𝑚𝑖𝑒𝑑𝑜𝑠
𝐷𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡á𝑛 𝑔𝑢𝑎𝑟𝑑𝑎𝑑𝑜𝑠
𝑌 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑝𝑜𝑑𝑟é 𝑞𝑢𝑖𝑡á𝑟𝑡𝑒𝑙𝑜𝑠
𝑆𝑖 𝑎𝑙 𝒉𝑎𝑐𝑒𝑟𝑙𝑜 𝑚𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑔𝑎𝑟𝑟á𝑠."

𝑆𝑜𝑑𝑎 𝑆𝑡𝑒𝑟𝑒𝑜.

 

Salí sofocado de la reunión con el abogado de Don Luis. La cabeza me daba mil vueltas y el corazón no dejaba de latirme con fuerza. Estaba confundido, desorientado y estresado. Completamente estresado y sin saber para dónde ir.


Recordé la sensación al leer las líneas en la carta que Luis me había dejado. Recordé la angustia que me invadió al enterarme de su reciente muerte, precisamente tan solo un mes atrás. 


Caminé durante varios minutos sin rumbo, sentía los murmullos de la gente que pasaba por mi lado pero no les hacía caso. En varios momentos me llevé puestas a varias de ellas, sin interés por disculparme, pues no estaba consciente de nada más a mi alrededor. 


Me detuve cuando ya vi que no sería posible  distraerme. Aflojé la corbata en un intento por respirar mejor. Me quedé de pie sobre una esquina y recosté la espalda en la pared intentando entender todo lo que estaba sucediendo.


Luis, quien años atrás me había permitido trabajar para él, el hombre que fue mi apoyo económico y moral en muchas oportunidades cuando creía que nada podía ir bien. Cuando la persona que más contención debería haberme dado se lavó las manos, ahí estuvo Luis para mí.


Pero esto se salía de todo lo imaginable. Saberlo muerto me generó una tristeza profunda y un dolor en el pecho que no había experimentado antes.

Y como si eso fuera poco, la citación de su abogado fue aún más sorprendente. El hombre que me había citado no dijo mucho, de hecho casi no habló. Mencionó que uno de los deseos de su cliente era que aquella carta llegase a mí sin importar el momento en el que él dejara de existir.


Luis quiso dejarme  claro, con aquel papel y aquellas líneas escritas a mano por él, que su deseo ante su muerte, era el de dejarme a cargo de sus tierras. Si bien la herencia de todos sus bienes eran pura y exclusivamente de su esposa e hijos, el manejo de estas si yo aceptaba, estaba a mi cargo. Un puesto de trabajo importante, remunerado y ofrecido puramente por su confianza en mí.

No entendía nada. 


Retomé el camino, esta vez directamente hacia casa. Necesitaba con urgencia hablar con mi madre, contarle lo sucedido y enseñarle aquella carta.


Entré en la casa media hora después. Mamá estaba en la cocina y sentí el sonido de la música proveniente del piso de arriba. Seguro Juan escuchaba su canción favorita una y otra vez, como hacía cada día. 


Observé a mamá al adentrarme en aquella zona de la casa. Levantó la vista hacia mí notando enseguida que algo no iba del todo bien. 

Su mirada cambió por completo y dejó la cuchilla sobre la tabla en donde cortaba vegetales seguramente para la comida de más tarde.


Estiré el sobre sobre la mesa en su dirección sin decir nada. Sentía que si decía algo los sentimientos encontrados que me habitaban en ese instante terminarían por desmoronarme. 


-    ¿Qué pasa, hijo? Qué cara tienes… - tomó el repasador de la mesada y limpió sus manos con rapidez- ¿Qué es este sobre? – Comentó nerviosa tomándolo en sus manos pero sin dejar de verme.


-    Solo lee, por favor.


Vi la intención en ella de decir algo más, pero ante mi silencio y firmeza, abrió el sobre, sacó de él la carta doblada en dos y comenzó a leer para sí misma.


“Querido Isaías:


Seguramente si estás leyendo esto es porque ya no estoy en este mundo. 

Llevo varios días con algunas ideas en mente y aunque te parezca una locura, creo que la decisión que acabo de tomar finalmente es la mejor para todos.

Quiero que te hagas cargo de las tierras. Que seas el encargado de llevar adelante las tareas, como jefe y patrón principal. Considero que nadie más que tú está capacitado para esto. 

Tengo la confianza y la certeza de que todo seguirá en marcha si tomas el control.

Sé que pensarás que estoy loco, que Gael podría cumplir con esto que te pido. Pero Gael está formando su familia. Tiene sus propios proyectos y no quiero que se pierda de ellos por hacerse cargo de lo mío. 

No sé cómo estará todo cuando esto por fin suceda, no sé si lograré hacerte llegar lo que estoy escribiendo, solo sé que tuve una conversación con Pilar y de pronto he sentido la necesidad de acomodar todo por si acaso. 

Nunca fui de pensar en la muerte, hijo, pero al final, a todos nos llega. Y si esto sucede antes de lo esperable, entonces al menos habré podido dejar todo preparado. 

Por favor, Isaías, acepta. Confío en ti, creo en ti y te necesito. Pero sigue tu corazón, no busco cambiarte la vida para mal o traerte problemas si es que has formado familia o tienes un buen empleo, pero al menos piénsalo.

Mi abogado estará listo para recibir tu respuesta. Acorde a ella, sabrá cómo actuar y te dirá cómo seguir. 

He dejado más cartas para mis hijos y mi esposa, explicándoles esta situación y mis últimos deseos. 


Antes de despedirme del todo, quería pedirte algo más. Lo sé. Un viejo cascarrabias hasta después de muerto. 

Por favor, cuida a mi niña. Si algún día falto, algo me dice que ella será quien más lo va a sufrir. No la dejes sola, no importa su situación, va a necesitarte y confío plenamente en que no habrá nadie mejor que tú para ayudarla a salir adelante.

Me despido ahora sí. Gracias, perdón y hasta pronto.


Luis Fernández.“


*** 


Un mes había pasado desde el día en el que leí aquella carta. Un mes en el que viví cada día debatiéndome sobre qué hacer. 

No quería ir. No quería ni podía imaginarme regresando allí. Me jodía demasiado que mis últimos recuerdos en mi ciudad fueran los peores, pero así era y gracias a eso, no quería poner un pie en dicho lugar nunca más.




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